A 17 años de la Masacre de Patagones / La vida de Juniors, el tirador que vació un cargador en el aula

Una semana después de los festejos de la Primavera de 2004, la escuela “Malvinas Argentinas” se vistió de tragedia. Murieron tres chicos y otros cinco quedaron gravemente heridos. Rafael Juniors Solich (tal cual dice su DNI), que hoy tiene 32 años, sigue siendo un misterio. Las pocas imágenes que trascendieron de él. La "protecciòn" de la Prefectura Naval Argentina, ahora condenada, al asesino. Y una duda que persiste: ¿podría volver a hacerlo?

28 SEP 2021 - 11:33 | Actualizado

Ocurrió un 28 de septiembre de 2004 y hasta hoy hay muchas cosas que permanecen en el misterio. Por ejemplo, las razones de la masacre y, muchas veces en estos diecisiete años, hasta el paradero del tirador, Rafael Juniors Solich, un adolescente entonces, un hombre de 32 años hoy (cumplirá 33 el próximo 27 de octubre). Durante muchos años se creyó que "Juniors" era un apodo, inclusive que era "Junior", sin ese. Pero el tirador de Patagones se llama de esa manera, según consta en su DNI.

Aquel día, Juniors se paró al lado de su banco, caminó hasta el pizarrón, se dio vuelta y vació un cargador contra el resto del aula. En realidad, disparó 13 veces hasta que el cargador de la pistola 9 mm se trabó. Hubiera seguido disparando, creen. Y tenía dos cargadores más que nunca llegó a usar.

El joven, que tenía 15 años y para todos era un “retraido”, mató a sangre fría a tres compañeros e hirió de gravedad a otros cinco en la Escuela “Malvinas Argentinas” de Carmen de Patagones, la localidad que muchos suelen confundir como parte de la Patagonia por su nombre y su ubicación (cruzando un río, a pocos kilómetros de Viedma, la capital de Río Negro), pero que en términos geográficos es el punto habitado más austral de la Provincia de Buenos Aires y una virtual puerta de acceso a la Patagonia pura y dura.

Esa mañana murieron Federico Ponce, Evangelina Miranda y Sandra Núñez. Y quedaron heridos Pablo Saldías Kloster, Rodrigo Torres, Nicolás Leonardi, Cintia Casasola y Natalia Salomón. Rafael Juniors fue declarado “inimputable” pero diecisiete años después, la titular del Juzgado Federal N° 2 de Bahía Blanca, María Gabriela Marrón, condenó a la Dirección General de Cultura y Educación bonaerense y a la Prefectura Naval Argentina como corresponsables por lo ocurrido en la escuela donde iba Juniors. En su sentencia –según publica el portal Infobae-, Marrón dividió en partes iguales la atribución de responsabilidades: mientras que señaló negligencia e imprevisión por parte de la cartera educativa provincial, a la Prefectura le adjudicó falta de cuidado sobre el arma usada por Solich, hijo de un prefecto que revistaba en la delegación local de Patagones.

Según Infobae, la causa civil impulsada con el patrocinio del abogado Néstor Ciccola es la primera de una veintena de expedientes civiles abiertos por los afectados de aquel episodio. Pese al tiempo transcurrido, esos juicios aún no fueron resueltos. Durante dos años, los procesos estuvieron frenados ya que no se lograba notificar a la familia Solich. Ahí se abrió otra puerta: el papel que cumplió la Prefectura Naval Argentina en la “protección” de Solich y su familia, incluido Juniors, quien durante muchos años pasó por distintas dependencias carcelarias y psiquiátricas.

Una mano de Prefectura

En el expediente judicial queda más que claro el acompañamiento institucional que las autoridades de Prefectura brindaron a los Solich. Por ejemplo, el entonces máximo jefe de la Prefectura en Patagones –oriundo de esa localidad-, Carlos Edgardo Fernández, ordenó que Solich fuera trasladado al Puerto La Plata, en Ensenada, para que, junto a su mujer Ester Pangue Mancilla, tuvieran la facilidad de estar cerca de su hijo.

Los Solich se radicaron en Punta Lara, una localidad balnearia en la rivera del Río de La Plata. Sintieron alivio al advertir que nadie los reconocía y que sería muy difícil que los vecinos supieran que su hijo mayor había sido el autor de los crímenes en Carmen de Patagones, lejos de su nuevo domicilio.

El 7 de junio de 2005 y tras permanecer cinco meses en El Dique, Juniors fue llevado a la Clínica Santa Clara en el partido de San Martín. Siempre hubo controversias entre los numerosos profesionales que lo trataron sobre el diagnóstico de la afección que padecía. Para un grupo, el joven sufría de esquizofrenia; para otros, se trataba de un “trastorno de personalidad con rasgos psicopáticos”. La gran pregunta que todos se hacían y nadie logró responder con precisión era si el joven podía llegar a repetir conductas peligrosas para sí o para los demás. Los psicólogos y psiquiatras coincidían en que “el choque” que significó para el joven la reclusión frenaría la posibilidad de que repita a corto plazo este tipo de agresiones. Pero, a la vez, destacaban la existencia de una falta total de remordimiento o culpa e insistían en que era un riesgo potencial a largo plazo.

Esas observaciones pormenorizadas se traducían en permanentes informes para mantener siempre al tanto de todo a la jueza Ramallo quien ante una serie de informes favorables accedió a los insistentes pedidos para autorizar aJuniors un régimen de salidas.

El dolor que no cesa

“Cada uno de los que hicieron posible la masacresiguió con su vida”, remarcó Marisa, la madre de una de las víctimas, en un diálogo con TN hace unos años. Juniors lo anunció,quería matar desde séptimo gradoa todos sus compañeros”, enfatizó. También criticó la falta de medidas que desde la escuela tomaron al respecto. “La Dirección General de Escuelas lo sabía, lo tenía que saber y trabajar en consecuencia”, sostuvo Marisa. También recordó: “Tuvieron consultas y pedidos de ayuda de los padres del asesino, de la madre de Dante Pena, cómplice, de las compañeras a quienes acosaban, pero no hubo abordaje de la problemática previo a ese día y después no hubo contención”, dijo a TN.

Los que pudieron sobrevivir a la masacre contaron que habían visto a Juniors y a su amigo Dante,- el único probablemente que tenía -,sentados solos en un rincóndel patio contra una pared. Sin embargo, aquella imagen no llamó tanto la atención debido a que ninguno de los dos se caracterizaba por ser muy sociable.

Hoy poco y nada se sabe de Juniors. Se sabe que está libre, queviverecluido con su familia, no trabaja ni estudia. Se desconoce si cumpliendo un plan de atención psiquiátrica permanente, o hasta si fue padre, otro de los rumores que corrió en el último tiempo que nunca fue confirmado.

Cada tanto vuelven a trascender las fotos de su rostro, tomadas en 2012 en un centro de atención de La Plata adonde concurría. las imágenes fueron capturadas por el reportero gráfico Enrique Garcia Medina. La mirada de Rafael Juniors Solich aquel día ilustra esta nota. Detrás de esos ojos sigue habiendo miedo, misterio y muchas dudas.

28 SEP 2021 - 11:33

Ocurrió un 28 de septiembre de 2004 y hasta hoy hay muchas cosas que permanecen en el misterio. Por ejemplo, las razones de la masacre y, muchas veces en estos diecisiete años, hasta el paradero del tirador, Rafael Juniors Solich, un adolescente entonces, un hombre de 32 años hoy (cumplirá 33 el próximo 27 de octubre). Durante muchos años se creyó que "Juniors" era un apodo, inclusive que era "Junior", sin ese. Pero el tirador de Patagones se llama de esa manera, según consta en su DNI.

Aquel día, Juniors se paró al lado de su banco, caminó hasta el pizarrón, se dio vuelta y vació un cargador contra el resto del aula. En realidad, disparó 13 veces hasta que el cargador de la pistola 9 mm se trabó. Hubiera seguido disparando, creen. Y tenía dos cargadores más que nunca llegó a usar.

El joven, que tenía 15 años y para todos era un “retraido”, mató a sangre fría a tres compañeros e hirió de gravedad a otros cinco en la Escuela “Malvinas Argentinas” de Carmen de Patagones, la localidad que muchos suelen confundir como parte de la Patagonia por su nombre y su ubicación (cruzando un río, a pocos kilómetros de Viedma, la capital de Río Negro), pero que en términos geográficos es el punto habitado más austral de la Provincia de Buenos Aires y una virtual puerta de acceso a la Patagonia pura y dura.

Esa mañana murieron Federico Ponce, Evangelina Miranda y Sandra Núñez. Y quedaron heridos Pablo Saldías Kloster, Rodrigo Torres, Nicolás Leonardi, Cintia Casasola y Natalia Salomón. Rafael Juniors fue declarado “inimputable” pero diecisiete años después, la titular del Juzgado Federal N° 2 de Bahía Blanca, María Gabriela Marrón, condenó a la Dirección General de Cultura y Educación bonaerense y a la Prefectura Naval Argentina como corresponsables por lo ocurrido en la escuela donde iba Juniors. En su sentencia –según publica el portal Infobae-, Marrón dividió en partes iguales la atribución de responsabilidades: mientras que señaló negligencia e imprevisión por parte de la cartera educativa provincial, a la Prefectura le adjudicó falta de cuidado sobre el arma usada por Solich, hijo de un prefecto que revistaba en la delegación local de Patagones.

Según Infobae, la causa civil impulsada con el patrocinio del abogado Néstor Ciccola es la primera de una veintena de expedientes civiles abiertos por los afectados de aquel episodio. Pese al tiempo transcurrido, esos juicios aún no fueron resueltos. Durante dos años, los procesos estuvieron frenados ya que no se lograba notificar a la familia Solich. Ahí se abrió otra puerta: el papel que cumplió la Prefectura Naval Argentina en la “protección” de Solich y su familia, incluido Juniors, quien durante muchos años pasó por distintas dependencias carcelarias y psiquiátricas.

Una mano de Prefectura

En el expediente judicial queda más que claro el acompañamiento institucional que las autoridades de Prefectura brindaron a los Solich. Por ejemplo, el entonces máximo jefe de la Prefectura en Patagones –oriundo de esa localidad-, Carlos Edgardo Fernández, ordenó que Solich fuera trasladado al Puerto La Plata, en Ensenada, para que, junto a su mujer Ester Pangue Mancilla, tuvieran la facilidad de estar cerca de su hijo.

Los Solich se radicaron en Punta Lara, una localidad balnearia en la rivera del Río de La Plata. Sintieron alivio al advertir que nadie los reconocía y que sería muy difícil que los vecinos supieran que su hijo mayor había sido el autor de los crímenes en Carmen de Patagones, lejos de su nuevo domicilio.

El 7 de junio de 2005 y tras permanecer cinco meses en El Dique, Juniors fue llevado a la Clínica Santa Clara en el partido de San Martín. Siempre hubo controversias entre los numerosos profesionales que lo trataron sobre el diagnóstico de la afección que padecía. Para un grupo, el joven sufría de esquizofrenia; para otros, se trataba de un “trastorno de personalidad con rasgos psicopáticos”. La gran pregunta que todos se hacían y nadie logró responder con precisión era si el joven podía llegar a repetir conductas peligrosas para sí o para los demás. Los psicólogos y psiquiatras coincidían en que “el choque” que significó para el joven la reclusión frenaría la posibilidad de que repita a corto plazo este tipo de agresiones. Pero, a la vez, destacaban la existencia de una falta total de remordimiento o culpa e insistían en que era un riesgo potencial a largo plazo.

Esas observaciones pormenorizadas se traducían en permanentes informes para mantener siempre al tanto de todo a la jueza Ramallo quien ante una serie de informes favorables accedió a los insistentes pedidos para autorizar aJuniors un régimen de salidas.

El dolor que no cesa

“Cada uno de los que hicieron posible la masacresiguió con su vida”, remarcó Marisa, la madre de una de las víctimas, en un diálogo con TN hace unos años. Juniors lo anunció,quería matar desde séptimo gradoa todos sus compañeros”, enfatizó. También criticó la falta de medidas que desde la escuela tomaron al respecto. “La Dirección General de Escuelas lo sabía, lo tenía que saber y trabajar en consecuencia”, sostuvo Marisa. También recordó: “Tuvieron consultas y pedidos de ayuda de los padres del asesino, de la madre de Dante Pena, cómplice, de las compañeras a quienes acosaban, pero no hubo abordaje de la problemática previo a ese día y después no hubo contención”, dijo a TN.

Los que pudieron sobrevivir a la masacre contaron que habían visto a Juniors y a su amigo Dante,- el único probablemente que tenía -,sentados solos en un rincóndel patio contra una pared. Sin embargo, aquella imagen no llamó tanto la atención debido a que ninguno de los dos se caracterizaba por ser muy sociable.

Hoy poco y nada se sabe de Juniors. Se sabe que está libre, queviverecluido con su familia, no trabaja ni estudia. Se desconoce si cumpliendo un plan de atención psiquiátrica permanente, o hasta si fue padre, otro de los rumores que corrió en el último tiempo que nunca fue confirmado.

Cada tanto vuelven a trascender las fotos de su rostro, tomadas en 2012 en un centro de atención de La Plata adonde concurría. las imágenes fueron capturadas por el reportero gráfico Enrique Garcia Medina. La mirada de Rafael Juniors Solich aquel día ilustra esta nota. Detrás de esos ojos sigue habiendo miedo, misterio y muchas dudas.