Como nunca antes había ocurrido, al menos desde el regreso de la democracia hace ya 38 años, Chubut se convirtió en las últimas semanas en un terreno apetecible para los grandes jugadores de la política nacional. Antes de que alguien se confunda, no es porque les haya interesado de manera súbita resolver los problemas de una provincia en crisis sino porque, sencillamente, las tres bancas de senadores nacionales que se juegan el domingo próximo tienen un valor incalculable en la puja de poder entre el oficialismo y la oposición.
Que un Presidente y gran parte de su Gabinete, un expresidente y uno de los mayores aspirantes a la Presidencia en 2023 hayan llegado a la provincia en un lapso de dieciséis días no es menor. Inclusive, que esas visitas se hayan dado en un contexto de internas políticas, tanto en el oficialismo como en la oposición, le agregan un condimento extra.
Por ejemplo, Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta estuvieron el mismo día en la misma provincia y no compartieron agenda, obligando a sus candidatos a correr entre la Cordillera y la costa para poder cumplir con ambos. “Juntos” es una máquina de eslóganes de campaña y apariencias, pero claramente los dos viejos socios políticos están jugando partidos distintos.
De cualquier modo, no deja de sorprender el paso tranquilo que los dos máximos referentes de la derecha vernácula tuvieron por una provincia a la que la alianza Cambiemos ayudó a hundirse un poco más cuando gobernaba el país.
La memoria no es un atributo destacado de muchos chubutenses. Claro que tampoco puede soslayarse a la hora de analizar esta amnesia colectiva el enorme daño que muchos dirigentes del Partido Justicialista le han hecho a la provincia en todos estos años. No son todos lo mismo, pero alguna vez alguien tendrá que contar la historia completa de cómo muchos empezaron a despedazar al partido hace unos cuantos años, creando colectoras de ocasión, aliándose con partidos ideológicamente en las antípodas del peronismo y hasta fundando partidos panperonistas que respondían a apetencias personales, no a necesidades colectivas.
“Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”, escribió el genial poeta Antonio Machado. Muchos no recuerdan como sigue ese verso: “Y no es prudente ir camuflado eternamente”. El peronismo debería releer a Machado y abrir la puerta para albergar a sus históricas bases de sustentación: expresiones sociales diversas, organizaciones sindicales y juventud. Si no comienza la reconstrucción cuanto antes, habrá perdido más que una elección.
Mauricio & Horacio
El paso de Macri por la Cordillera fue otra puesta en escena poco feliz del expresidente. Llegó a la provincia para apoyar a Nacho Torres y trató de ocupar un espacio que ya no le responde plenamente. De hecho, ni siquiera lo pasearon mucho por las calles de Esquel, en donde gobierna Juntos por el Cambio, porque los carteles de “Persona No Grata” no le auguraban una visita apacible.
En cambio, la visita de Larreta al Valle y Comodoro mostró a un presidenciable en toda su dimensión. El alcalde porteño se subió al escenario del histórico Teatro Español de Trelew y con el carisma de un pastor evangélico hizo gritar, aplaudir y entusiasmar a muchos dirigentes y vecinos que hace un tiempo se rompían las manos para aplaudir a Macri y ahora son “larretistas” de la primera hora.
Larreta caminó por las calles de Trelew el jueves y por las de Comodoro Rivadavia el viernes. No hubo multitudes pero tampoco resistencia popular. Seguramente siguiendo algún guion de estrategas de campaña –que nunca faltan y facturan millones- se sentaron en el piso de una plaza para charlar con adolescentes. A los chicos hay escucharlos y tratar de entender sus demandas, pero comportarse como un “teenager” para la cámaras siempre está de más.
Igual, el jefe de Gobierno porteño hizo lo que hoy muchos dirigentes locales y nacionales no pueden hacer: exponerse al contacto con la gente. ¿Le alcanzará para ser Presidente? Falta mucho pero el peronismo debería empezar a definir cómo y con quién enfrentará al candidato de la derecha que ya le ganó la calle.
Hace dos meses, en esta misma Columna, se habló por primera vez de la derrota cultural del peronismo de Chubut. Era apenas un adelanto de lo que finalmente ocurrió en las PASO de septiembre. La crítica apuntaba contra la estrategia de la dirigencia del PJ de imitar los modos de campaña de sus adversarios, creyendo que de esa manera se puede competir con ellos.
A nadie se le ocurrió que diferenciarse, precisamente, es lo que al electorado peronista –o de cualquier otro partido- podría convencerlo de votar por sus candidatos. No se trata de destruir al adversario, ni de fomentar “la grieta”, como le apasiona hacerlo a la oposición “cambiemita”. Se trata de mostrar que el proyecto es distinto, que pone a la gente en el centro de la propuesta y que la única manera de construir un país viable es con la mayor cantidad de argentinos adentro.
Sin embargo, los dirigentes pejotistas de Chubut compraron la estética de la derecha liberal, vaciaron de contenido su rica tradición política y presentaron candidatos “sin pasado”. O, peor aún, parecidos a los de sus rivales electorales. Seguir haciendo lo mismo sólo garantizará más derrotas. Y la cultural es la peor de todas.#
Como nunca antes había ocurrido, al menos desde el regreso de la democracia hace ya 38 años, Chubut se convirtió en las últimas semanas en un terreno apetecible para los grandes jugadores de la política nacional. Antes de que alguien se confunda, no es porque les haya interesado de manera súbita resolver los problemas de una provincia en crisis sino porque, sencillamente, las tres bancas de senadores nacionales que se juegan el domingo próximo tienen un valor incalculable en la puja de poder entre el oficialismo y la oposición.
Que un Presidente y gran parte de su Gabinete, un expresidente y uno de los mayores aspirantes a la Presidencia en 2023 hayan llegado a la provincia en un lapso de dieciséis días no es menor. Inclusive, que esas visitas se hayan dado en un contexto de internas políticas, tanto en el oficialismo como en la oposición, le agregan un condimento extra.
Por ejemplo, Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta estuvieron el mismo día en la misma provincia y no compartieron agenda, obligando a sus candidatos a correr entre la Cordillera y la costa para poder cumplir con ambos. “Juntos” es una máquina de eslóganes de campaña y apariencias, pero claramente los dos viejos socios políticos están jugando partidos distintos.
De cualquier modo, no deja de sorprender el paso tranquilo que los dos máximos referentes de la derecha vernácula tuvieron por una provincia a la que la alianza Cambiemos ayudó a hundirse un poco más cuando gobernaba el país.
La memoria no es un atributo destacado de muchos chubutenses. Claro que tampoco puede soslayarse a la hora de analizar esta amnesia colectiva el enorme daño que muchos dirigentes del Partido Justicialista le han hecho a la provincia en todos estos años. No son todos lo mismo, pero alguna vez alguien tendrá que contar la historia completa de cómo muchos empezaron a despedazar al partido hace unos cuantos años, creando colectoras de ocasión, aliándose con partidos ideológicamente en las antípodas del peronismo y hasta fundando partidos panperonistas que respondían a apetencias personales, no a necesidades colectivas.
“Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”, escribió el genial poeta Antonio Machado. Muchos no recuerdan como sigue ese verso: “Y no es prudente ir camuflado eternamente”. El peronismo debería releer a Machado y abrir la puerta para albergar a sus históricas bases de sustentación: expresiones sociales diversas, organizaciones sindicales y juventud. Si no comienza la reconstrucción cuanto antes, habrá perdido más que una elección.
Mauricio & Horacio
El paso de Macri por la Cordillera fue otra puesta en escena poco feliz del expresidente. Llegó a la provincia para apoyar a Nacho Torres y trató de ocupar un espacio que ya no le responde plenamente. De hecho, ni siquiera lo pasearon mucho por las calles de Esquel, en donde gobierna Juntos por el Cambio, porque los carteles de “Persona No Grata” no le auguraban una visita apacible.
En cambio, la visita de Larreta al Valle y Comodoro mostró a un presidenciable en toda su dimensión. El alcalde porteño se subió al escenario del histórico Teatro Español de Trelew y con el carisma de un pastor evangélico hizo gritar, aplaudir y entusiasmar a muchos dirigentes y vecinos que hace un tiempo se rompían las manos para aplaudir a Macri y ahora son “larretistas” de la primera hora.
Larreta caminó por las calles de Trelew el jueves y por las de Comodoro Rivadavia el viernes. No hubo multitudes pero tampoco resistencia popular. Seguramente siguiendo algún guion de estrategas de campaña –que nunca faltan y facturan millones- se sentaron en el piso de una plaza para charlar con adolescentes. A los chicos hay escucharlos y tratar de entender sus demandas, pero comportarse como un “teenager” para la cámaras siempre está de más.
Igual, el jefe de Gobierno porteño hizo lo que hoy muchos dirigentes locales y nacionales no pueden hacer: exponerse al contacto con la gente. ¿Le alcanzará para ser Presidente? Falta mucho pero el peronismo debería empezar a definir cómo y con quién enfrentará al candidato de la derecha que ya le ganó la calle.
Hace dos meses, en esta misma Columna, se habló por primera vez de la derrota cultural del peronismo de Chubut. Era apenas un adelanto de lo que finalmente ocurrió en las PASO de septiembre. La crítica apuntaba contra la estrategia de la dirigencia del PJ de imitar los modos de campaña de sus adversarios, creyendo que de esa manera se puede competir con ellos.
A nadie se le ocurrió que diferenciarse, precisamente, es lo que al electorado peronista –o de cualquier otro partido- podría convencerlo de votar por sus candidatos. No se trata de destruir al adversario, ni de fomentar “la grieta”, como le apasiona hacerlo a la oposición “cambiemita”. Se trata de mostrar que el proyecto es distinto, que pone a la gente en el centro de la propuesta y que la única manera de construir un país viable es con la mayor cantidad de argentinos adentro.
Sin embargo, los dirigentes pejotistas de Chubut compraron la estética de la derecha liberal, vaciaron de contenido su rica tradición política y presentaron candidatos “sin pasado”. O, peor aún, parecidos a los de sus rivales electorales. Seguir haciendo lo mismo sólo garantizará más derrotas. Y la cultural es la peor de todas.#