Editorial / De crisis y oportunidades

Leé La Columna del Domingo, el tradicional editorial de la edición impresa de Jornada.

25 DIC 2021 - 20:55 | Actualizado

La derogación de la ley de zonificación minera tuvo el efecto de una aspirina para la enfermedad que atraviesa Chubut desde hace años. Era necesario que el gobernador Mariano Arcioni y sus aliados de ocasión, el vicegobernador Ricardo Sastre y los intendentes Juan Pablo Luque y Gustavo Sastre pusieran en el freno de mano en medio de semejante clima social. Pero el error que llevó a creer a muchos que avanzar a como dé lugar con una ley tan polémica no iba a tener consecuencias, se puede repetir ahora si alguien cree que retroceder con un mortal invertido será suficiente para apagar tanto fervor popular.

La crisis política que hace varios años se vive en Chubut dio lugar en las últimas dos semanas a una crisis social con pocos precedentes. Lo que muchos creían que se trataba apenas de internas feroces entre peronistas, chusotistas, radicales y macristas por repartirse el poder, terminó por desbarrancar en una reacción popular que con matices se pareció (se parece) mucho al “que se vayan todos” de 2001.

Sin embargo, le pese a quien le pese, será la actual clase política y las cuestionadas instituciones de la democracia las que deberán sacar a la provincia de este atolladero. Es su obligación, por otra parte.

Alguien debe sentar las bases para calmar los ánimos y empezar a dejar lo más despejado posible el camino hacia 2023, para que los enojados tengan la posibilidad de sacar de manera democrática a los que no les gustan. No se puede gobernar en un estado asambleario permanente. Nunca es tarde para volver a leer el Artículo 22 de la Constitución Nacional. Sobre todo la parte final.

Las imágenes que inundaron las redes sociales y los canales de televisión convencieron a varios habitantes importantes de la Casa Rosada que lo mejor para Chubut es esperar que se calmen un poco los ánimos y asistir al Gobierno provincial para que la salida de la crisis sea lo menos traumática posible. En qué consistirá esa asistencia no está claro por ahora.

Triste, solitario y final

El espectáculo que dio la clase política chubutense en estas últimas dos semanas será recordado por muchos años. Algunos, incinerándose al avanzar sin medir consecuencias con un proyecto que quemaba; otros, travistiéndose en antimineros cuando el archivo los condena.

El cambio de posturas de algunas legisladoras que hasta hace poco se sacaban fotos con cartelitos de “No es no” y ahora cedieron a las tentaciones del toma y daca de la política, sobrepasó todos los límites. A algunos de esos dirigentes se les hará difícil sostener debates internos.

Salvo algunas excepciones que siempre se han mantenido parados en la misma vereda, entre los 11 que votaron en contra de la zonificación hay algunos que extraviaron su vergüenza en algunos de los tantos virajes que dieron en estos años y ahora exageran lo que no son.

Tal vez menos salpicados de barro, los popes de la alianza Juntos por el Cambio deberían dejarse de frotar las manos pensando en 2023 y entender que el camino es largo y los cuestionamientos populares los incluyen. Caminar entre las llamas sin chamuscarse no es una opción.

Movilizados

Siempre es gratificante ver a un Pueblo movilizado, expresándose en libertad, reclamando por sus derechos y exigiendo a sus gobernantes que no osen romper ni violentar el contrato electoral.

Las multitudinarias marchas que ayudaron a dar vuelta un desaguisado político como el que se dio en la Legislatura resistieron hasta la insensata y violenta represión policial que durante varios días no hizo más que aumentar el enojo del ciudadano común y alejar un poco más al Estado de los ciudadanos. Nunca la violencia del Estado contra la gente puede ser admitida.

Sin embargo, ese impactante empoderamiento popular no pudo evitar que algunos grupos minúsculos, con intenciones que ahora la Justicia intentará desentrañar, causaran cierta zozobra. Nada, ni siquiera una clase política en bancarrota, justifica la destrucción de 16 edificios públicos. Tampoco la de un diario. ¿En qué clase de energúmenos se han convertido algunos que justifican semejante ataque?

Es un error que muchas de las agrupaciones que lideraron las manifestaciones populares pacíficas no condenen con mayor firmeza a los violentos de a pie, que no son únicamente los que tiran piedras e incendian el patrimonio de todos, sino también aquellos que desde las calles y las redes sociales muestran toda su intolerancia y violencia verbal contra los que no se expresan como ellos quieren.

No hay violencia más patética que la de un mediocre envalentonado y sin argumentos.

El desafío ahora será tratar de canalizar de la mejor manera ese ímpetu popular, generar ámbitos para que muchas de esas asambleas ciudadanas se integren al debate político y transformar esa energía arrolladora en cambios concretos.

Sería un desperdicio perder semejante oportunidad.#

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25 DIC 2021 - 20:55

La derogación de la ley de zonificación minera tuvo el efecto de una aspirina para la enfermedad que atraviesa Chubut desde hace años. Era necesario que el gobernador Mariano Arcioni y sus aliados de ocasión, el vicegobernador Ricardo Sastre y los intendentes Juan Pablo Luque y Gustavo Sastre pusieran en el freno de mano en medio de semejante clima social. Pero el error que llevó a creer a muchos que avanzar a como dé lugar con una ley tan polémica no iba a tener consecuencias, se puede repetir ahora si alguien cree que retroceder con un mortal invertido será suficiente para apagar tanto fervor popular.

La crisis política que hace varios años se vive en Chubut dio lugar en las últimas dos semanas a una crisis social con pocos precedentes. Lo que muchos creían que se trataba apenas de internas feroces entre peronistas, chusotistas, radicales y macristas por repartirse el poder, terminó por desbarrancar en una reacción popular que con matices se pareció (se parece) mucho al “que se vayan todos” de 2001.

Sin embargo, le pese a quien le pese, será la actual clase política y las cuestionadas instituciones de la democracia las que deberán sacar a la provincia de este atolladero. Es su obligación, por otra parte.

Alguien debe sentar las bases para calmar los ánimos y empezar a dejar lo más despejado posible el camino hacia 2023, para que los enojados tengan la posibilidad de sacar de manera democrática a los que no les gustan. No se puede gobernar en un estado asambleario permanente. Nunca es tarde para volver a leer el Artículo 22 de la Constitución Nacional. Sobre todo la parte final.

Las imágenes que inundaron las redes sociales y los canales de televisión convencieron a varios habitantes importantes de la Casa Rosada que lo mejor para Chubut es esperar que se calmen un poco los ánimos y asistir al Gobierno provincial para que la salida de la crisis sea lo menos traumática posible. En qué consistirá esa asistencia no está claro por ahora.

Triste, solitario y final

El espectáculo que dio la clase política chubutense en estas últimas dos semanas será recordado por muchos años. Algunos, incinerándose al avanzar sin medir consecuencias con un proyecto que quemaba; otros, travistiéndose en antimineros cuando el archivo los condena.

El cambio de posturas de algunas legisladoras que hasta hace poco se sacaban fotos con cartelitos de “No es no” y ahora cedieron a las tentaciones del toma y daca de la política, sobrepasó todos los límites. A algunos de esos dirigentes se les hará difícil sostener debates internos.

Salvo algunas excepciones que siempre se han mantenido parados en la misma vereda, entre los 11 que votaron en contra de la zonificación hay algunos que extraviaron su vergüenza en algunos de los tantos virajes que dieron en estos años y ahora exageran lo que no son.

Tal vez menos salpicados de barro, los popes de la alianza Juntos por el Cambio deberían dejarse de frotar las manos pensando en 2023 y entender que el camino es largo y los cuestionamientos populares los incluyen. Caminar entre las llamas sin chamuscarse no es una opción.

Movilizados

Siempre es gratificante ver a un Pueblo movilizado, expresándose en libertad, reclamando por sus derechos y exigiendo a sus gobernantes que no osen romper ni violentar el contrato electoral.

Las multitudinarias marchas que ayudaron a dar vuelta un desaguisado político como el que se dio en la Legislatura resistieron hasta la insensata y violenta represión policial que durante varios días no hizo más que aumentar el enojo del ciudadano común y alejar un poco más al Estado de los ciudadanos. Nunca la violencia del Estado contra la gente puede ser admitida.

Sin embargo, ese impactante empoderamiento popular no pudo evitar que algunos grupos minúsculos, con intenciones que ahora la Justicia intentará desentrañar, causaran cierta zozobra. Nada, ni siquiera una clase política en bancarrota, justifica la destrucción de 16 edificios públicos. Tampoco la de un diario. ¿En qué clase de energúmenos se han convertido algunos que justifican semejante ataque?

Es un error que muchas de las agrupaciones que lideraron las manifestaciones populares pacíficas no condenen con mayor firmeza a los violentos de a pie, que no son únicamente los que tiran piedras e incendian el patrimonio de todos, sino también aquellos que desde las calles y las redes sociales muestran toda su intolerancia y violencia verbal contra los que no se expresan como ellos quieren.

No hay violencia más patética que la de un mediocre envalentonado y sin argumentos.

El desafío ahora será tratar de canalizar de la mejor manera ese ímpetu popular, generar ámbitos para que muchas de esas asambleas ciudadanas se integren al debate político y transformar esa energía arrolladora en cambios concretos.

Sería un desperdicio perder semejante oportunidad.#


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