Mallín Ahogado, donde las piedras hablan y cuentan la historia de la Patagonia

Rayando el sol, un pichón de cóndor comenzó a volar en círculos sobre la pirámide andina del Museo de Piedras Patagónicas de Mallín Ahogado, mientras la madre vigilaba más arriba.

40 años de esfuerzo. Isabel Giraudo y Eduardo Lucio son los fundadores del Museo de Piedras Patagónicas.
02 ENE 2022 - 21:04 | Actualizado

“Un símbolo inequívoco de la buena energía que tiene este lugar”, no dudaron en calificar Isabel Giraudo y Eduardo Lucio, dueños del complejo, con más de 40 años recolectando y estudiando restos fósiles por todo el país.

“Las piedras hablan y tienen mucho para contarnos, forman parte de nuestra historia e identidad. Hace 21 años fundamos este paseo geológico de la Comarca Andina y nos muestra cómo este mundo mineral que pisamos cotidianamente nos remite a 500 millones de años atrás de nuestra Patagonia, con los episodios geológicos que la modelaron y también con el presente”.

“Nuestra flora nativa, por ejemplo, tiene mucho que ver con la Antártida (con la que estuvimos unidos a través de un puente de tierra); o las capas marinas que encontramos en el seno del valle glaciario del río Azul”, graficó Isabel Giraudo.

A su lado, Lucio valoró que “desde las piedras viene el origen de la vida y este espacio está dedicado para admirarlas, a través de un aprendizaje permanente. La última adquisición son tres trilobites (artrópodos extintos) de 400 millones de años, animales que se han desarrollado y nos dan una serie de formulaciones proyectadas en el tiempo para tener conciencia del despertar de nuestra existencia”.

En la entrada, el público tiene su primera experiencia sensorial a través de una roca sonora traída desde El Saltillo (cercano a Cushamen).

La geóloga anfitriona explica que “ocurre a partir de la efusión de lava, que llega a la superficie a más de mil grados. Cuando empieza a perder calor, se contrae y se fractura formando columnas, que generan esfuerzos tensionales y opera como si fuera una cuerda estirada. Al golpearla, se produce el sonido musical”.

Además del sector mineralógico, hay un área con 19 ejemplares de meteoritos. Uno hallado en Esquel está considerado como “uno de los más raros del mundo”. Otro sector es el de malacología, con invertebrados fósiles y actuales, como dos ejemplares de peces de 105 millones de años. Se suma la paleobotánica, donde sobresalen los troncos petrificados de gran tamaño y rareza.

Dentro del salón principal, otro de los atractivos son los ópalos expuestos a la luz ultravioleta que responden con una emisión de luz visible en diferentes colores.

Están destinados a mostrar la fluorescencia y fosforescencia de rocas y minerales de la Patagonia. Hay que dedicar un tiempo para admirar “la roca que llegó desde las Islas Malvinas, gracias a la generosidad de un ex combatiente” y cuyos datos geofísicos “demuestran que el Plateau del archipiélago, junto al Macizo del Deseado, forma parte de un bloque continental muy antiguo formado en el Proterozoico (unos 2.000 millones de años atrás) y no un desprendimiento de África, como intentan argumentar los ingleses”, enfatizó Isabel Giraudo.

Con todo, entre los “notables de piedras regionales”, destaca el “corazón de cuarzo, que marca el latir de la Patagonia desde hace 160 millones de años”, en referencia a uno de los especímenes más bellos en exhibición. Es un considerable nódulo de cuarzo microcristalino (calcedonia color ámbar) con las formas perfectas naturales de un corazón. Fue formado por precipitación de sílice aportada por aguas termales que invadieron cavidades producidas en rocas volcánicas del Jurásico.

El Museo de Piedras Patagónicas se ubica en el kilómetro 9 del circuito Mallín Ahogado (con acceso pavimentado). Desde enero está abierto todos los días (excepto los lunes), de 14 a 19. Cuesta $400, destinado al mantenimiento, desarrollo y perfeccionamiento (menores gratis). Con la entrada “el visitante puede volver las veces que quiera en el año”.

40 años de esfuerzo. Isabel Giraudo y Eduardo Lucio son los fundadores del Museo de Piedras Patagónicas.
02 ENE 2022 - 21:04

“Un símbolo inequívoco de la buena energía que tiene este lugar”, no dudaron en calificar Isabel Giraudo y Eduardo Lucio, dueños del complejo, con más de 40 años recolectando y estudiando restos fósiles por todo el país.

“Las piedras hablan y tienen mucho para contarnos, forman parte de nuestra historia e identidad. Hace 21 años fundamos este paseo geológico de la Comarca Andina y nos muestra cómo este mundo mineral que pisamos cotidianamente nos remite a 500 millones de años atrás de nuestra Patagonia, con los episodios geológicos que la modelaron y también con el presente”.

“Nuestra flora nativa, por ejemplo, tiene mucho que ver con la Antártida (con la que estuvimos unidos a través de un puente de tierra); o las capas marinas que encontramos en el seno del valle glaciario del río Azul”, graficó Isabel Giraudo.

A su lado, Lucio valoró que “desde las piedras viene el origen de la vida y este espacio está dedicado para admirarlas, a través de un aprendizaje permanente. La última adquisición son tres trilobites (artrópodos extintos) de 400 millones de años, animales que se han desarrollado y nos dan una serie de formulaciones proyectadas en el tiempo para tener conciencia del despertar de nuestra existencia”.

En la entrada, el público tiene su primera experiencia sensorial a través de una roca sonora traída desde El Saltillo (cercano a Cushamen).

La geóloga anfitriona explica que “ocurre a partir de la efusión de lava, que llega a la superficie a más de mil grados. Cuando empieza a perder calor, se contrae y se fractura formando columnas, que generan esfuerzos tensionales y opera como si fuera una cuerda estirada. Al golpearla, se produce el sonido musical”.

Además del sector mineralógico, hay un área con 19 ejemplares de meteoritos. Uno hallado en Esquel está considerado como “uno de los más raros del mundo”. Otro sector es el de malacología, con invertebrados fósiles y actuales, como dos ejemplares de peces de 105 millones de años. Se suma la paleobotánica, donde sobresalen los troncos petrificados de gran tamaño y rareza.

Dentro del salón principal, otro de los atractivos son los ópalos expuestos a la luz ultravioleta que responden con una emisión de luz visible en diferentes colores.

Están destinados a mostrar la fluorescencia y fosforescencia de rocas y minerales de la Patagonia. Hay que dedicar un tiempo para admirar “la roca que llegó desde las Islas Malvinas, gracias a la generosidad de un ex combatiente” y cuyos datos geofísicos “demuestran que el Plateau del archipiélago, junto al Macizo del Deseado, forma parte de un bloque continental muy antiguo formado en el Proterozoico (unos 2.000 millones de años atrás) y no un desprendimiento de África, como intentan argumentar los ingleses”, enfatizó Isabel Giraudo.

Con todo, entre los “notables de piedras regionales”, destaca el “corazón de cuarzo, que marca el latir de la Patagonia desde hace 160 millones de años”, en referencia a uno de los especímenes más bellos en exhibición. Es un considerable nódulo de cuarzo microcristalino (calcedonia color ámbar) con las formas perfectas naturales de un corazón. Fue formado por precipitación de sílice aportada por aguas termales que invadieron cavidades producidas en rocas volcánicas del Jurásico.

El Museo de Piedras Patagónicas se ubica en el kilómetro 9 del circuito Mallín Ahogado (con acceso pavimentado). Desde enero está abierto todos los días (excepto los lunes), de 14 a 19. Cuesta $400, destinado al mantenimiento, desarrollo y perfeccionamiento (menores gratis). Con la entrada “el visitante puede volver las veces que quiera en el año”.


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