A los 104 años falleció doña “Tila”, la abuela más longeva de El Hoyo

Según sus documentos, la abuela Dionatila Monsalve tenía 104 años. Falleció esta madrugada en el hospital de El Hoyo donde estaba internada luego de haber superado una fractura de cadera de la que había sido operada con éxito el 26 de abril en el nosocomio de Esquel.

05 MAY 2022 - 12:54 | Actualizado 05 MAY 2022 - 12:56

Sus restos están siendo velados en la localidad y recibirán sepultura este viernes 11 en el cementerio municipal, hasta donde será escoltada por los bomberos voluntarios y la policía, además de los números vecinos que seguramente acompañarán el cortejo fúnebre.

Con ella, parte una de las últimas pobladoras que formaron parte de una generación de familias pioneras en la Comarca Andina, llegadas desde Chile y testigos de profundos cambios en la región, que pasó de una economía de auto sustento (basada en la producción agrícola ganadera y forestal), a la transformación del turismo, la tecnología y la conectividad.

La mujer, que según datos “tenía más edad, porque en esa época se esperaba que nacieran más hijos para ir a anotarlos al juzgado”, nació, se crió y siguió viviendo siempre en Puerto Patriada.

En una nota exclusiva con Jornada (en febrero de 2020), recordó los tiempos cuando su padre “sembraba todas estas chacras, hasta la costa del lago. Acá cosechaba y trillaba el trigo que después llevaba al molino de El Hoyo y volvía con la harina para todo el año”.

Hasta hace pocos años hacía su propia quinta y “muchos quesos cuando tenía las vacas paridas”. Al cuidado de sus hijas, se levantaba tarde y hacía la vida sana y tranquila que siempre tuvo. “Más allá de los achaques propios de la edad y un poco sorda, duerme y come bien, no tiene ninguna enfermedad y nunca fue operada”, señaló Hilda, con quien compartía a diario.

El título nunca llegó

Sin embargo, doña Dionatila Monsalve se murió esperando el título de propiedad de su lote que nunca llegó.

Sus ancestros fueron los colonos del lugar desde principios del siglo pasado, “cuando apenas había una huella de carro para llegar y todos los inviernos nos quedábamos aislados porque crecía el río Epuyén”, reflejó.

A pesar de tantos años de población, el Estado les adjudicó solo tres hectáreas, aún cuando don Francisco Monsalve “pagaba pastaje todos los años. Esos papeles se quemaron, pero las copias tienen que estar archivadas en Rawson”, graficaron sus descendientes.

“Mi abuelo era el dueño de cientos de hectáreas y jamás se negó a dar lugar a los que iban llegando. Incluso cuando vino la forestal a instalar el aserradero y a llenar todo de pinos”, agregó una de las nietas.

Precisamente, hasta sus últimos días, la abuela seguía reclamando la tenencia de otras 25 hectáreas, “donde están los árboles frutales y pastan las vacas” que son el sustento familiar. La resolución había quedado en manos del gobierno chubutense”.

Gente extraña

Hace dos años, les preocupaba “la llegada de gente extraña, que varias veces han querido tomar. Ya hay algunos que se metieron de prepo. Cuando queramos acordar, esto va a ser una villa. Dónde está el respeto hacia los antiguos pobladores”, se preguntaban.

“Ahora estoy muy agotada, antes hacía de todo. Las vacas las cuida mi yerno y andan sueltas en este campo, por eso queremos recuperar los papeles de estas tierras, que siempre fueron nuestras”, indicó doña “Tila”, como se la conoce popularmente.

Su hija Anita, de 84 años, remarcó que junto a sus hermanas “nacimos y nos criamos en este lugar. No nos fuimos ni siquiera cuando vino la Safe (Sociedad Anónima Forestal Epuyén) a poner el aserradero”.

La consecuencia de aquel emprendimiento fue que con los años el paisaje cambió radicalmente: los bosques nativos fueron reemplazados por pinos, que luego fueron arrasados por sucesivos incendios. Hoy todo está invadido por los retoños de la especie exótica y las mosquetas.

Por su parte, Hilda indicó que “la primer casa que hizo acá el abuelo se quemó cuando yo tenía 10 años, después hicieron otra más arriba. Cuando la abuela no tenía más recursos para sobrevivir, una tía se la llevó un tiempo a Esquel, pero extrañaba sus cosas y pronto se volvió”.

“Hoy queremos tener la seguridad de los papeles de este lote, para tener nuestros animales y poder sembrar –insistió-, pusimos unos abogados de Buenos Aires para hacer los trámites. Tenemos miedo porque está llegando gente de El Hoyo, que empezó a hacer casas y a cerrar. Yendo al lago también están usurpando las tierras. Una vez, nos acusaron a nosotras de ocupas –se ríe-, cuando quisimos poner unos palos para marcar que este es nuestro territorio, hasta nos denunciaron”.

De igual modo, insistió que a finales de la década del ’50, Ramón Errasti “tomó este lugar cuando vino por la madera. El abuelo era medio ciego y no sabía leer. Lo engañó con una renta para la manutención y le traía mercadería en la lancha. Habrá pasado un año y nunca más le trajo algo. En cambio, empezó a llegar con gente para trabajar en el bosque”.

Antes de todos

El espacio está dentro de la Reserva Forestal de Uso Múltiple Lago Epuyén, creada en el año 1964 con el fin a proteger el área boscosa y recuperar la zona a través de planes de forestación, debido a los incendios sucedidos en los años 1944, 1960 y 1963, que hicieron que la masa forestal mermara de manera considerable. Fue recategorizada y zonificada en el 2003, comprende una superficie de aproximadamente 30.000 hectáreas ubicadas en los ejidos de los municipios de El Hoyo y Epuyén.
La autoridad de aplicación es la Subsecretaría de Bosques de la Provincia del Chubut y cuenta con el asesoramiento de un Consejo Consultivo formado por vecinos y pobladores del área, ONGs locales, instituciones provinciales y representantes de las comunas.

Con todo, los Monsalve valoran que “nosotros estamos mucho antes que todo eso, es hora que alguien haga justicia con los primeros pobladores y reconozcan nuestros derechos”.

Por Fernando Bonansea

05 MAY 2022 - 12:54

Sus restos están siendo velados en la localidad y recibirán sepultura este viernes 11 en el cementerio municipal, hasta donde será escoltada por los bomberos voluntarios y la policía, además de los números vecinos que seguramente acompañarán el cortejo fúnebre.

Con ella, parte una de las últimas pobladoras que formaron parte de una generación de familias pioneras en la Comarca Andina, llegadas desde Chile y testigos de profundos cambios en la región, que pasó de una economía de auto sustento (basada en la producción agrícola ganadera y forestal), a la transformación del turismo, la tecnología y la conectividad.

La mujer, que según datos “tenía más edad, porque en esa época se esperaba que nacieran más hijos para ir a anotarlos al juzgado”, nació, se crió y siguió viviendo siempre en Puerto Patriada.

En una nota exclusiva con Jornada (en febrero de 2020), recordó los tiempos cuando su padre “sembraba todas estas chacras, hasta la costa del lago. Acá cosechaba y trillaba el trigo que después llevaba al molino de El Hoyo y volvía con la harina para todo el año”.

Hasta hace pocos años hacía su propia quinta y “muchos quesos cuando tenía las vacas paridas”. Al cuidado de sus hijas, se levantaba tarde y hacía la vida sana y tranquila que siempre tuvo. “Más allá de los achaques propios de la edad y un poco sorda, duerme y come bien, no tiene ninguna enfermedad y nunca fue operada”, señaló Hilda, con quien compartía a diario.

El título nunca llegó

Sin embargo, doña Dionatila Monsalve se murió esperando el título de propiedad de su lote que nunca llegó.

Sus ancestros fueron los colonos del lugar desde principios del siglo pasado, “cuando apenas había una huella de carro para llegar y todos los inviernos nos quedábamos aislados porque crecía el río Epuyén”, reflejó.

A pesar de tantos años de población, el Estado les adjudicó solo tres hectáreas, aún cuando don Francisco Monsalve “pagaba pastaje todos los años. Esos papeles se quemaron, pero las copias tienen que estar archivadas en Rawson”, graficaron sus descendientes.

“Mi abuelo era el dueño de cientos de hectáreas y jamás se negó a dar lugar a los que iban llegando. Incluso cuando vino la forestal a instalar el aserradero y a llenar todo de pinos”, agregó una de las nietas.

Precisamente, hasta sus últimos días, la abuela seguía reclamando la tenencia de otras 25 hectáreas, “donde están los árboles frutales y pastan las vacas” que son el sustento familiar. La resolución había quedado en manos del gobierno chubutense”.

Gente extraña

Hace dos años, les preocupaba “la llegada de gente extraña, que varias veces han querido tomar. Ya hay algunos que se metieron de prepo. Cuando queramos acordar, esto va a ser una villa. Dónde está el respeto hacia los antiguos pobladores”, se preguntaban.

“Ahora estoy muy agotada, antes hacía de todo. Las vacas las cuida mi yerno y andan sueltas en este campo, por eso queremos recuperar los papeles de estas tierras, que siempre fueron nuestras”, indicó doña “Tila”, como se la conoce popularmente.

Su hija Anita, de 84 años, remarcó que junto a sus hermanas “nacimos y nos criamos en este lugar. No nos fuimos ni siquiera cuando vino la Safe (Sociedad Anónima Forestal Epuyén) a poner el aserradero”.

La consecuencia de aquel emprendimiento fue que con los años el paisaje cambió radicalmente: los bosques nativos fueron reemplazados por pinos, que luego fueron arrasados por sucesivos incendios. Hoy todo está invadido por los retoños de la especie exótica y las mosquetas.

Por su parte, Hilda indicó que “la primer casa que hizo acá el abuelo se quemó cuando yo tenía 10 años, después hicieron otra más arriba. Cuando la abuela no tenía más recursos para sobrevivir, una tía se la llevó un tiempo a Esquel, pero extrañaba sus cosas y pronto se volvió”.

“Hoy queremos tener la seguridad de los papeles de este lote, para tener nuestros animales y poder sembrar –insistió-, pusimos unos abogados de Buenos Aires para hacer los trámites. Tenemos miedo porque está llegando gente de El Hoyo, que empezó a hacer casas y a cerrar. Yendo al lago también están usurpando las tierras. Una vez, nos acusaron a nosotras de ocupas –se ríe-, cuando quisimos poner unos palos para marcar que este es nuestro territorio, hasta nos denunciaron”.

De igual modo, insistió que a finales de la década del ’50, Ramón Errasti “tomó este lugar cuando vino por la madera. El abuelo era medio ciego y no sabía leer. Lo engañó con una renta para la manutención y le traía mercadería en la lancha. Habrá pasado un año y nunca más le trajo algo. En cambio, empezó a llegar con gente para trabajar en el bosque”.

Antes de todos

El espacio está dentro de la Reserva Forestal de Uso Múltiple Lago Epuyén, creada en el año 1964 con el fin a proteger el área boscosa y recuperar la zona a través de planes de forestación, debido a los incendios sucedidos en los años 1944, 1960 y 1963, que hicieron que la masa forestal mermara de manera considerable. Fue recategorizada y zonificada en el 2003, comprende una superficie de aproximadamente 30.000 hectáreas ubicadas en los ejidos de los municipios de El Hoyo y Epuyén.
La autoridad de aplicación es la Subsecretaría de Bosques de la Provincia del Chubut y cuenta con el asesoramiento de un Consejo Consultivo formado por vecinos y pobladores del área, ONGs locales, instituciones provinciales y representantes de las comunas.

Con todo, los Monsalve valoran que “nosotros estamos mucho antes que todo eso, es hora que alguien haga justicia con los primeros pobladores y reconozcan nuestros derechos”.

Por Fernando Bonansea


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