En lo que denomina un proceso de “normalización” de la política monetaria, Lagarde anticipó el fin de la era de las tasas negativas en la zona del euro, una política establecida para combatir la baja inflación que promediaba antes de la pandemia 1,1%, por debajo de la meta del BCE de 2% anual.
Además, entre sus causas, encontraba a la debilidad de la demanda aún afectada por la crisis financiera de 2008.
Con las tasas negativas, el BCE buscó hacer menos atractivo el ahorro y abaratar los préstamos, incentivando el gasto.
No obstante, con la irrupción de la pandemia y la invasión rusa a Ucrania, la situación dio un vuelco por completo.
En abril, la Eurozona registró una inflación anual récord de 7,5% y acumula siete meses consecutivos por encima del 4%, por lo que, ahora el BCE apunta a subir las tasas con el objetivo de frenar la escalada de precios.
“Nos encontramos con una serie de shocks que, combinados, empujaron la inflación a niveles récord”, sostuvo la presidenta de la entidad monetaria.
Entre ellos, la exgerenta del Fondo Monetario Internacional (FMI) incluyó a la “suba de los precios de la energía y los alimentos” y “el shock de demanda de bienes industriales”, impulsados por el rebote en el consumo y los problemas de suministro.
Asimismo, señaló un “shock” similar en el caso de los servicios, los cuales tuvieron dificultades para contratar trabajadores.
Lagarde consideró que la guerra puede representar un “punto de inflexión”, donde la geopolítica se puede volver más importante que antes en cuanto a las cadenas de suministro globales, y generar temporalmente "mayores presiones en los costos".
Frente a ese marco, Lagarde estimó que, a principios del tercer trimestre, el BCE finalice su programa de estímulos convencional (APP), mediante el cual realizaba compras de bonos, y tras lo cual, en su reunión monetaria de julio “se prosiga con una suba de tasas”, lo cual, permitirá “salir de las tasas negativas para el final del tercer trimestre”.
Esto último sugiere que el BCE proseguirá con dos subas de tasas de 25 puntos porcentuales, en julio y en septiembre, según la agencia Bloomberg, lo cual, de todas formas, la encontraría por detrás de los aumentos que establecieron la Reserva Federal estadounidense (FED) y el Banco de Inglaterra.
Por otra parte, a mediano plazo, si la inflación vuelve a estabilizarse en un 2% anual, Lagarde señaló que el BCE apuntará a situar las tasas en un nivel neutral, es decir, que no estimule una contracción o una expansión de la economía.
Pero al mismo tiempo, Lagarde abrió las puertas a subir las tasas por encima de dicho nivel en el caso de detectarse signos de recalentamiento en la demanda.
En lo que denomina un proceso de “normalización” de la política monetaria, Lagarde anticipó el fin de la era de las tasas negativas en la zona del euro, una política establecida para combatir la baja inflación que promediaba antes de la pandemia 1,1%, por debajo de la meta del BCE de 2% anual.
Además, entre sus causas, encontraba a la debilidad de la demanda aún afectada por la crisis financiera de 2008.
Con las tasas negativas, el BCE buscó hacer menos atractivo el ahorro y abaratar los préstamos, incentivando el gasto.
No obstante, con la irrupción de la pandemia y la invasión rusa a Ucrania, la situación dio un vuelco por completo.
En abril, la Eurozona registró una inflación anual récord de 7,5% y acumula siete meses consecutivos por encima del 4%, por lo que, ahora el BCE apunta a subir las tasas con el objetivo de frenar la escalada de precios.
“Nos encontramos con una serie de shocks que, combinados, empujaron la inflación a niveles récord”, sostuvo la presidenta de la entidad monetaria.
Entre ellos, la exgerenta del Fondo Monetario Internacional (FMI) incluyó a la “suba de los precios de la energía y los alimentos” y “el shock de demanda de bienes industriales”, impulsados por el rebote en el consumo y los problemas de suministro.
Asimismo, señaló un “shock” similar en el caso de los servicios, los cuales tuvieron dificultades para contratar trabajadores.
Lagarde consideró que la guerra puede representar un “punto de inflexión”, donde la geopolítica se puede volver más importante que antes en cuanto a las cadenas de suministro globales, y generar temporalmente "mayores presiones en los costos".
Frente a ese marco, Lagarde estimó que, a principios del tercer trimestre, el BCE finalice su programa de estímulos convencional (APP), mediante el cual realizaba compras de bonos, y tras lo cual, en su reunión monetaria de julio “se prosiga con una suba de tasas”, lo cual, permitirá “salir de las tasas negativas para el final del tercer trimestre”.
Esto último sugiere que el BCE proseguirá con dos subas de tasas de 25 puntos porcentuales, en julio y en septiembre, según la agencia Bloomberg, lo cual, de todas formas, la encontraría por detrás de los aumentos que establecieron la Reserva Federal estadounidense (FED) y el Banco de Inglaterra.
Por otra parte, a mediano plazo, si la inflación vuelve a estabilizarse en un 2% anual, Lagarde señaló que el BCE apuntará a situar las tasas en un nivel neutral, es decir, que no estimule una contracción o una expansión de la economía.
Pero al mismo tiempo, Lagarde abrió las puertas a subir las tasas por encima de dicho nivel en el caso de detectarse signos de recalentamiento en la demanda.