Comarca Andina: la particular conexión entre los duendes cordilleranos y el monito del monte

El marsupial, quizás por sus hábitos nocturnos y sus grandes ojos negros, fue vinculado en la zona andina a distintos mitos y supersticiones originadas en el sur de Chile.

06 JUN 2022 - 18:35 | Actualizado 06 JUN 2022 - 18:43

Hace una semana, la aparición en Lago Puelo de un monito del monte llamó la atención de los vecinos y tuvo amplia repercusión en las redes sociales. En coincidencia, en un paraje rural cercano a Bariloche, un poblador se encontró con otro hibernando en un tronco cuando intentaba cortar leña.

De igual modo, desde hace varias décadas se lo vincula a los duendes y otros seres mágicos propios del imaginario popular, que en los últimos años también motivaron la curiosidad de los turistas y enseguida surgieron las tallas y objetos de todo tipo que se venden en las ferias de artesanos.

En realidad, el monito del monte es un marsupial más emparentado con los de origen australiano que con los de Sudamérica. Es endémico de los bosques templados húmedos argentinos y chilenos (habita entre los 36º y los 43º de latitud sur) y juega un papel fundamental para el ecosistema del bosque al permitir la dispersión de semillas.

Desde siempre, los lugareños lo conocieron como tuco-tuco, aunque con el paso de las generaciones (y la llegada de personas más ilustradas) pasó a ser el monito del monte. Incluso hay parajes y arroyos bautizados con su nombre.
De igual modo, quizás por sus hábitos nocturnos y sus grandes ojos negros, las familias pioneras en la zona andina lo relacionaron a los mitos y supersticiones tan comunes en el sur de Chile (como el trauco, el invunche o la pincoya), desde donde trajeron todas esas creencias.

En correspondencia, con la llegada de los “hippies” a la Comarca Andina (a finales de la década de 1960), más la introducción cultural europea y de otros países, comenzaron a tomar preponderancia los duendes, hadas y otros entes sobrenaturales, que fueron mudados a la cordillera patagónica desde los bosques escandinavos o de latitudes semejantes.

Se los definió como “seres imaginarios que se representan de varias formas en diferentes culturas. De una forma muy genérica, un duende es una criatura fantástica que puede habitar en casas o en la naturaleza y que en ocasiones entra en contacto con los seres humanos, mientras que su aspecto puede ser variado”.

Lógicamente, ese acercamiento inicial de las personas de las grandes ciudades con el monte de nuestra región (y el desconocimiento de su fauna), pronto dio lugar a “presencias extrañas y visiones”, tal vez relacionadas a la aparición siempre furtiva del monito del monte.

“Vivíamos en La Angostura, muy cerca del río Epuyén, en medio de un hermoso bosque de cipreses, coihues y helechos. Cada tarde, salía a caminar con mi hijo Juan y comencé a notar que se retrasaba y se ponía a charlar en voz alta con alguien invisible, pero como si lo conociera de toda la vida. Cada vez que le preguntaba, me decía que era Rolo, su amigo duende”, recordó un poblador del lugar.

En cambio, también están los incrédulos que se lo toman en broma y aseguran que “depende de lo que hayas tomado (o fumado), acá podes ver duendes, rinocerontes azules o El Caleuche (barco fantasma) volando por los cerros”.

Bien nuestro

Con su cola y sus manos, el monito del monte puede agarrarse de las ramas (como los monos). Su cuerpo mide unos 10 cm y su cola un tamaño similar. Su pelaje es grisáceo, su panza blanca y en la espalda tiene una mancha marrón oscura. Sus manitas y hocico puntiagudo son de color piel, las orejas pequeñas, mientras que sus grandes ojos negros le permiten adaptarse a la vida nocturna.

Como es un marsupial, tiene una bolsa en la zona del abdomen donde guarda a sus bebés. Puede tener de 1 a 4 crías que se alimentan de la leche de la madre hasta que terminan su desarrollo. Cuando hace salidas, puede llevar a sus retoños sobre el lomo.

Pasa todo el invierno hibernando y se lo considera “un campeón del ahorro energético”. Durante ese letargo, que es mucho más profundo que el sueño, su temperatura corporal puede descender hasta 5°C, pareciendo como si estuviera muerto. “Se han dados casos donde fueron hallados en ese estado (dentro de los huecos de los árboles) y pensando que están moribundos los acercan al calor o los alimentan, provocándoles un estrés térmico y un desbalance fisiológico que puede acabar con su vida”, explicaron desde el Parque Nacional Nahuel Huapi.

Le gusta andar de noche y es hábil trepador. Se alimenta principalmente de larvas de gusanos, polillas, huevos de pequeñas aves y de frutos del bosque. Además, le gusta comer el fruto del quintral, una planta que crece sobre los árboles. Precisamente, cuando el monito defeca, las semillas pegajosas se adhieren fácilmente a las ramas, lo que facilita su reproducción y florecen en invierno, donde sirven de alimento a los picaflores, quienes son los principales polinizadores del bosque andino patagónico.

En tanto, sus predadores nativos naturales son los búhos, las lechuzas, los zorros y el gato huiña.

En la actualidad, “el principal problema para su conservación es la fragmentación del bosque, los incendios forestales, la introducción de especies exóticas, como la retama, y la llegada del visón americano. De igual modo, la presencia en su hábitat de los gatos y perros”, graficaron.

Por estas alteraciones, el monito del monte va perdiendo lugares donde vivir. Es por ello que en los últimos tiempos se lo ha visto en nuevos espacios que va colonizando en búsqueda de alimento y refugio seguro para sus crías.

Fósil viviente

En la revista Presencia del INTA, el biólogo Never Bonino precisa que el nombre aborigen del monito del monte (Dromiciops gliroides) sería “kongoikongoi”, y que su distribución alcanza a la zona andina de Neuquén, Río Negro y Chubut.

Estudios catedráticos en Chile indican además que “las raíces del sorprendente monito del monte se hunden profundas en el árbol genealógico de los marsupiales. Lamentablemente, es el único sobreviviente del orden Microbiotheria, un grupo muy amplio y diverso, de hace aproximadamente 65 millones de años, cuando aún existía parte del súper continente Gondwana, que reunía a las actuales Australia, Antártica y Sudamérica”.

Estudios genéticos y moleculares “muestran que esta especie mantiene los caracteres más primitivos de su grupo, por lo que ha sido considerado como un fósil viviente, representante de los primeros marsupiales que poblaron Sudamérica”.

06 JUN 2022 - 18:35

Hace una semana, la aparición en Lago Puelo de un monito del monte llamó la atención de los vecinos y tuvo amplia repercusión en las redes sociales. En coincidencia, en un paraje rural cercano a Bariloche, un poblador se encontró con otro hibernando en un tronco cuando intentaba cortar leña.

De igual modo, desde hace varias décadas se lo vincula a los duendes y otros seres mágicos propios del imaginario popular, que en los últimos años también motivaron la curiosidad de los turistas y enseguida surgieron las tallas y objetos de todo tipo que se venden en las ferias de artesanos.

En realidad, el monito del monte es un marsupial más emparentado con los de origen australiano que con los de Sudamérica. Es endémico de los bosques templados húmedos argentinos y chilenos (habita entre los 36º y los 43º de latitud sur) y juega un papel fundamental para el ecosistema del bosque al permitir la dispersión de semillas.

Desde siempre, los lugareños lo conocieron como tuco-tuco, aunque con el paso de las generaciones (y la llegada de personas más ilustradas) pasó a ser el monito del monte. Incluso hay parajes y arroyos bautizados con su nombre.
De igual modo, quizás por sus hábitos nocturnos y sus grandes ojos negros, las familias pioneras en la zona andina lo relacionaron a los mitos y supersticiones tan comunes en el sur de Chile (como el trauco, el invunche o la pincoya), desde donde trajeron todas esas creencias.

En correspondencia, con la llegada de los “hippies” a la Comarca Andina (a finales de la década de 1960), más la introducción cultural europea y de otros países, comenzaron a tomar preponderancia los duendes, hadas y otros entes sobrenaturales, que fueron mudados a la cordillera patagónica desde los bosques escandinavos o de latitudes semejantes.

Se los definió como “seres imaginarios que se representan de varias formas en diferentes culturas. De una forma muy genérica, un duende es una criatura fantástica que puede habitar en casas o en la naturaleza y que en ocasiones entra en contacto con los seres humanos, mientras que su aspecto puede ser variado”.

Lógicamente, ese acercamiento inicial de las personas de las grandes ciudades con el monte de nuestra región (y el desconocimiento de su fauna), pronto dio lugar a “presencias extrañas y visiones”, tal vez relacionadas a la aparición siempre furtiva del monito del monte.

“Vivíamos en La Angostura, muy cerca del río Epuyén, en medio de un hermoso bosque de cipreses, coihues y helechos. Cada tarde, salía a caminar con mi hijo Juan y comencé a notar que se retrasaba y se ponía a charlar en voz alta con alguien invisible, pero como si lo conociera de toda la vida. Cada vez que le preguntaba, me decía que era Rolo, su amigo duende”, recordó un poblador del lugar.

En cambio, también están los incrédulos que se lo toman en broma y aseguran que “depende de lo que hayas tomado (o fumado), acá podes ver duendes, rinocerontes azules o El Caleuche (barco fantasma) volando por los cerros”.

Bien nuestro

Con su cola y sus manos, el monito del monte puede agarrarse de las ramas (como los monos). Su cuerpo mide unos 10 cm y su cola un tamaño similar. Su pelaje es grisáceo, su panza blanca y en la espalda tiene una mancha marrón oscura. Sus manitas y hocico puntiagudo son de color piel, las orejas pequeñas, mientras que sus grandes ojos negros le permiten adaptarse a la vida nocturna.

Como es un marsupial, tiene una bolsa en la zona del abdomen donde guarda a sus bebés. Puede tener de 1 a 4 crías que se alimentan de la leche de la madre hasta que terminan su desarrollo. Cuando hace salidas, puede llevar a sus retoños sobre el lomo.

Pasa todo el invierno hibernando y se lo considera “un campeón del ahorro energético”. Durante ese letargo, que es mucho más profundo que el sueño, su temperatura corporal puede descender hasta 5°C, pareciendo como si estuviera muerto. “Se han dados casos donde fueron hallados en ese estado (dentro de los huecos de los árboles) y pensando que están moribundos los acercan al calor o los alimentan, provocándoles un estrés térmico y un desbalance fisiológico que puede acabar con su vida”, explicaron desde el Parque Nacional Nahuel Huapi.

Le gusta andar de noche y es hábil trepador. Se alimenta principalmente de larvas de gusanos, polillas, huevos de pequeñas aves y de frutos del bosque. Además, le gusta comer el fruto del quintral, una planta que crece sobre los árboles. Precisamente, cuando el monito defeca, las semillas pegajosas se adhieren fácilmente a las ramas, lo que facilita su reproducción y florecen en invierno, donde sirven de alimento a los picaflores, quienes son los principales polinizadores del bosque andino patagónico.

En tanto, sus predadores nativos naturales son los búhos, las lechuzas, los zorros y el gato huiña.

En la actualidad, “el principal problema para su conservación es la fragmentación del bosque, los incendios forestales, la introducción de especies exóticas, como la retama, y la llegada del visón americano. De igual modo, la presencia en su hábitat de los gatos y perros”, graficaron.

Por estas alteraciones, el monito del monte va perdiendo lugares donde vivir. Es por ello que en los últimos tiempos se lo ha visto en nuevos espacios que va colonizando en búsqueda de alimento y refugio seguro para sus crías.

Fósil viviente

En la revista Presencia del INTA, el biólogo Never Bonino precisa que el nombre aborigen del monito del monte (Dromiciops gliroides) sería “kongoikongoi”, y que su distribución alcanza a la zona andina de Neuquén, Río Negro y Chubut.

Estudios catedráticos en Chile indican además que “las raíces del sorprendente monito del monte se hunden profundas en el árbol genealógico de los marsupiales. Lamentablemente, es el único sobreviviente del orden Microbiotheria, un grupo muy amplio y diverso, de hace aproximadamente 65 millones de años, cuando aún existía parte del súper continente Gondwana, que reunía a las actuales Australia, Antártica y Sudamérica”.

Estudios genéticos y moleculares “muestran que esta especie mantiene los caracteres más primitivos de su grupo, por lo que ha sido considerado como un fósil viviente, representante de los primeros marsupiales que poblaron Sudamérica”.