Editorial / La última carta del mazo

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Amigos son los amigos. Massa y Arcioni en febrero pasado, en el Aniversario de Comodoro Rivadavia.
30 JUL 2022 - 20:49 | Actualizado 31 JUL 2022 - 14:38

La llegada de Sergio Massa al Superministerio de Economía, Desarrollo Productivo y Agricultura es la última chance que el gobierno del Frente de Todos tiene para enderezar el barco a un año de las elecciones. Lo que pase de acá a finales de año marcará a fuego la continuidad de un proyecto peronista que nunca levantó vuelo por las incompatibilidades internas y pandemia mediante, o significará el recambio por un proyecto ultraliberal que no tiene empacho en advertir que quiere volver para profundizar el ajuste feroz que lanzó Mauricio Macri en 2015.

Son dos modelos de país totalmente contrapuestos. Uno inclusivo -con toda la gente adentro-, más equitativo en el reparto y en donde el mayor esfuerzo lo hagan siempre los que más tienen. Y otro falsamente meritocrático, en donde no todos tienen las mismas oportunidades y el esfuerzo siempre lo terminan haciendo los que están en la base de la pirámide.

Esta compulsa la terminan dirimiendo los que transitan la “amplia avenida del medio”, que se inclinan hacia los proyectos populares cuando se cansan de ser el jamón del sándwich; o a la derecha, cuando el discurso dominante –sobre todo, de los medios hegemónicos- termina convenciéndolos de que el problema de la Argentina son los pobres, los “planeros” y el peronismo.

Massa no es el ejemplo más representativo de un proyecto nacional y popular, pero si logra ordenar las cuentas y mantener el equilibrio con Cristina Kirchner, tendrá asegurado un lugar en el escenario que vendrá. En política, tragarse un sapo a veces es el camino más corto para evitar un mal mayor.

El sueño del pibe

El desembarco de Massa como una especie de “primer ministro” a la europea es una experiencia inédita para la democracia argentina, ya que nunca antes alguien que no fuera presidente –ni el inefable Domingo Felipe Cavallo en su mejor época- tuvo tanto poder acumulado.

Sólo un audaz como el todavía presidente de la Cámara de Diputados podía desear estar en este lugar en medio de semejante tormenta. Desde la renuncia de Martín Guzmán, Massa estaba preparado para tomar al Gobierno por las astas. Tuvo que esperar tres semanas, pero se le dio.

Sus deseos de ser presidente perduran desde aquel interesante 21% que obtuvo en las elecciones de 2015, en las que Macri derrotó a Daniel Scioli. Aquel desempeño electoral que pareció catapultarlo hacia su sueño, terminó convirtiéndose en una pesadilla con el escaso 11% que obtuvo en las legislativas de 2017.

Su acercamiento a Cristina en 2019, tras el desencuentro entre ambos de una década atrás, lo consolidó como una de las tres patas del acuerdo electoral que depositó al FdT en Balcarce 50. Entonces, sus aspiraciones presidenciales renacieron casi desde las cenizas.

Este mazazo político que da la coalición gobernante implica, además, el virtual final para las tibias aspiraciones de ir por la reelección que todavía cobijaba Alberto Fernández. Si Massa tiene éxito, será el candidato natural del Frente de Todos para enfrentar en 2023 al aspirante que emerja de la feroz interna entre Macri, Horacio Rodríguez Larreta y los retazos de radicalismo que quedan en la coalición opositora. En cambio, si el tigrense defecciona, sus aspiraciones se irán –otra vez- por la canaleta del desencanto y, entonces, el futuro del FdT sería casi un oxímoron.

En ese último escenario, el peor para el Gobierno y para el país, Cristina Kirchner también quedaría tocada –tal vez, no hundida-, pero sería casi una utopía que el kirchnerismo tuviera una aspiración seria de poder en 2023.

Arcioni y los gobernadores

Massa llega al Gobierno casi con la suma del poder público y también con un fuerte respaldo de los gobernadores cercanos al FdT, entre ellos, Mariano Arcioni. Dos días antes del anuncio sobre los cambios en el Gabinete, el Presidente mantuvo una áspera reunión con la “Liga de Gobernadores. No sólo pidieron medidas urgentes para salir de la crisis política y monetaria, sino que también pusieron condiciones: por ejemplo, no remover a Juan Manzur en la Jefatura de Gabinete (es parte de la Liga); y apurar la llegada de Massa al “Superministerio”.

Massa es un presidenciable crónico, por lo cual su vínculo con las provincias es permanente y sus visitas al territorio, constantes. Aunque hace un largo tiempo que no pisa Chubut, lo unen con la provincia vínculos sólidos: fue un aliado y amigo personal de Mario Das Neves. Tanto, que fue quien le sugirió al oído que el candidato a vicegobernador en 2015 fuera un desconocido escribano comodorense, amigo del exintendente de Tigre desde las épocas de la Facultad de Derecho.

Tener una cercanía personal y política con Massa no será suficiente para Arcioni. El gobernador lo sabe, aunque algunos de sus laderos se entusiasman más de la cuenta. No es un dato menor la estrecha relación que los une pero tampoco un reaseguro para el delicado equilibrio de las cuentas públicas de Chubut. Para solucionar muchos de sus problemas, Chubut deberá hacer mayores esfuerzos de los que viene haciendo.

Si a Massa le va bien, Arcioni quedará bien posicionado para lo que pueda venir en términos políticos y electorales en 2023. Pero si le va mal, al chubutense le ofrecerán hasta el final de su mandato nada más que vasos de sal en medio del desierto.#

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Amigos son los amigos. Massa y Arcioni en febrero pasado, en el Aniversario de Comodoro Rivadavia.
30 JUL 2022 - 20:49

La llegada de Sergio Massa al Superministerio de Economía, Desarrollo Productivo y Agricultura es la última chance que el gobierno del Frente de Todos tiene para enderezar el barco a un año de las elecciones. Lo que pase de acá a finales de año marcará a fuego la continuidad de un proyecto peronista que nunca levantó vuelo por las incompatibilidades internas y pandemia mediante, o significará el recambio por un proyecto ultraliberal que no tiene empacho en advertir que quiere volver para profundizar el ajuste feroz que lanzó Mauricio Macri en 2015.

Son dos modelos de país totalmente contrapuestos. Uno inclusivo -con toda la gente adentro-, más equitativo en el reparto y en donde el mayor esfuerzo lo hagan siempre los que más tienen. Y otro falsamente meritocrático, en donde no todos tienen las mismas oportunidades y el esfuerzo siempre lo terminan haciendo los que están en la base de la pirámide.

Esta compulsa la terminan dirimiendo los que transitan la “amplia avenida del medio”, que se inclinan hacia los proyectos populares cuando se cansan de ser el jamón del sándwich; o a la derecha, cuando el discurso dominante –sobre todo, de los medios hegemónicos- termina convenciéndolos de que el problema de la Argentina son los pobres, los “planeros” y el peronismo.

Massa no es el ejemplo más representativo de un proyecto nacional y popular, pero si logra ordenar las cuentas y mantener el equilibrio con Cristina Kirchner, tendrá asegurado un lugar en el escenario que vendrá. En política, tragarse un sapo a veces es el camino más corto para evitar un mal mayor.

El sueño del pibe

El desembarco de Massa como una especie de “primer ministro” a la europea es una experiencia inédita para la democracia argentina, ya que nunca antes alguien que no fuera presidente –ni el inefable Domingo Felipe Cavallo en su mejor época- tuvo tanto poder acumulado.

Sólo un audaz como el todavía presidente de la Cámara de Diputados podía desear estar en este lugar en medio de semejante tormenta. Desde la renuncia de Martín Guzmán, Massa estaba preparado para tomar al Gobierno por las astas. Tuvo que esperar tres semanas, pero se le dio.

Sus deseos de ser presidente perduran desde aquel interesante 21% que obtuvo en las elecciones de 2015, en las que Macri derrotó a Daniel Scioli. Aquel desempeño electoral que pareció catapultarlo hacia su sueño, terminó convirtiéndose en una pesadilla con el escaso 11% que obtuvo en las legislativas de 2017.

Su acercamiento a Cristina en 2019, tras el desencuentro entre ambos de una década atrás, lo consolidó como una de las tres patas del acuerdo electoral que depositó al FdT en Balcarce 50. Entonces, sus aspiraciones presidenciales renacieron casi desde las cenizas.

Este mazazo político que da la coalición gobernante implica, además, el virtual final para las tibias aspiraciones de ir por la reelección que todavía cobijaba Alberto Fernández. Si Massa tiene éxito, será el candidato natural del Frente de Todos para enfrentar en 2023 al aspirante que emerja de la feroz interna entre Macri, Horacio Rodríguez Larreta y los retazos de radicalismo que quedan en la coalición opositora. En cambio, si el tigrense defecciona, sus aspiraciones se irán –otra vez- por la canaleta del desencanto y, entonces, el futuro del FdT sería casi un oxímoron.

En ese último escenario, el peor para el Gobierno y para el país, Cristina Kirchner también quedaría tocada –tal vez, no hundida-, pero sería casi una utopía que el kirchnerismo tuviera una aspiración seria de poder en 2023.

Arcioni y los gobernadores

Massa llega al Gobierno casi con la suma del poder público y también con un fuerte respaldo de los gobernadores cercanos al FdT, entre ellos, Mariano Arcioni. Dos días antes del anuncio sobre los cambios en el Gabinete, el Presidente mantuvo una áspera reunión con la “Liga de Gobernadores. No sólo pidieron medidas urgentes para salir de la crisis política y monetaria, sino que también pusieron condiciones: por ejemplo, no remover a Juan Manzur en la Jefatura de Gabinete (es parte de la Liga); y apurar la llegada de Massa al “Superministerio”.

Massa es un presidenciable crónico, por lo cual su vínculo con las provincias es permanente y sus visitas al territorio, constantes. Aunque hace un largo tiempo que no pisa Chubut, lo unen con la provincia vínculos sólidos: fue un aliado y amigo personal de Mario Das Neves. Tanto, que fue quien le sugirió al oído que el candidato a vicegobernador en 2015 fuera un desconocido escribano comodorense, amigo del exintendente de Tigre desde las épocas de la Facultad de Derecho.

Tener una cercanía personal y política con Massa no será suficiente para Arcioni. El gobernador lo sabe, aunque algunos de sus laderos se entusiasman más de la cuenta. No es un dato menor la estrecha relación que los une pero tampoco un reaseguro para el delicado equilibrio de las cuentas públicas de Chubut. Para solucionar muchos de sus problemas, Chubut deberá hacer mayores esfuerzos de los que viene haciendo.

Si a Massa le va bien, Arcioni quedará bien posicionado para lo que pueda venir en términos políticos y electorales en 2023. Pero si le va mal, al chubutense le ofrecerán hasta el final de su mandato nada más que vasos de sal en medio del desierto.#


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