El mito sexual argentino que vivió en Trelew durante su adolescencia

Fue pupila en el Colegio María Auxiliadora, pero un ataque a una hermana del establecimiento provocó que la expulsaran. Aún era Libertad María de los Ángeles Vichich. Fue en los 50. Una década después, se había transformado en Libertad Leblanc. Una feminista de vanguardia con frases picantes e ingeniosas que le generaron censuras, prohibiciones y pingues ganancias.

Libertad Leblanc, retratada en una visita a Trelew. (Foto: Emilser Pereira / Archivo Jornada)
01 DIC 2022 - 20:14 | Actualizado 01 DIC 2022 - 20:24

Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada

Llegó a este mundo para pasar como la fugacidad de un destello; pero no quiso nada de eso en su vida y partió al país (y porque no a gran parte del continente) en dos al convertirse en uno de los íconos sexuales que superó todos los tiempos.

Nacida en una localidad a mitad de camino entre General Conesa y Viedma llamada Guardia Mitre, en Rio Negro, en 1938 cuando esta se llamaba Coronel Pringles bajo el nombre de Libertad María de los Ángeles Vichich, se transformó en Libertad Leblanc, y fue uno de los objetos de deseo de los hombres; y de admiración de las mujeres. Compitió con otra vaca sagrada de la escena nacional como Isabel Sarli y fue una feminista de vanguardia. Censurada, callada, estafada, amada y odiada por igual, tuvo una lengua filosa, muy, como mucho carácter para negociar sus contratos y supo su propia empresaria en un mundo machista, avaro y cruel.

No obstante el camino que construyó a los codazos en las grandes marquesinas nacionales y fronteras afuera; la rubia tuvo una infancia y adolescencia que nada hacía presagiar ese destino, aunque su temperamento lo auguraba. Y fue cuando vivió en Trelew. Sí. Una de las mujeres públicas más bellas de la Argentina hizo parte de la secundaria en el Instituto María Auxiliadora de esa ciudad. Cuando fue pupila luego que su madre, Clarisa Blanco, se casara nuevamente luego de superar el duelo de la confusa muerte de su marido y progenitor de Libertad en el Valle Medio rionegrino.


Fue en la década del 50, pero se tuvo que ir abruptamente cuando le rompió una vajilla en la cabeza a una de las monjas de ese establecimiento. Ya la blonda, que no lo era tanto, comenzaba a mostrar su personalidad, avasallante y rebelde que la haría famosa una década después; con la película “La flor de Irupé” en 1962 y su primer desnudo a los 24.

Atrás quedaron los noviazgos de adolescencia que se adolecenan andando. Por el barrio Centro trelewense, a la vista de los vecinos de la calle Pellegrini y en la Plaza Independencia. Y comenzaba a forjarse el mito.

Tras alejarse del empresario de espectáculos Leonardo Barujel, con quién tuvo su única hija, Leonor, a la que envió a estudiar a Suiza. Quién adquirió su sello de agua a través del apellido del escritor galo Maurice Leblanc, filmó más de treinta películas en la industria cinematográfica argentina entre 1960 y 1989, además de también haber trabajado en producciones mexicanas; algunas controvertidas como “Acosada” o “La endemoniada” y fue calificada como la diosa blanca de la sensualidad, ya sea por su pelo o por su extrema claridad en su piel.


Libertad pasó a la fama cuando en un festival de cine en Caracas, al cual había acudido por insistidora, se quitó su vestido y con un bikini a lunares diminuto y su cuerpo escultural, se arrojó a la piscina, generando que los periodistas que entrevistaban a las actrices Graciela Borges y Gilda Lousek, viraran sobre si mismos y se dirigieran a ella. Ese golpe de efecto, que los franceses lo llaman "Effet frappé", le significó un salto a la notoriedad y su primera película protagónica, “La flor de Irupé”, en la que realizaba el primero de los muchos desnudos que caracterizarían su carrera, y que resultó un éxito de taquilla a la que le siguieron “La perra”, “La Venus maldita”, “Psexoanalisis” o “El derecho de gozar”.

Su rivalidad con Isabel Sarli ?el mayor símbolo sexual del cine argentino? fue notoria en la década de 1960. Máximas exponentes del cine erótico y con un contraste brutal. “La Coca” era morena, trigueña, de generosas formas y atributos naturales. Libertad Leblanc, se había mejorado los pechos mediante cirugía, había teñido su cabello de rubio platino, y mantenía su distintiva piel blanquísima evitando exponerse al sol. Sarli era tímida y algo ingenua y sus películas son en su mayoría melodramas y comedias.

En contraste, Leblanc era desinhibida y astuta, y daba una imagen pública de vampiresa, incluso su filmografía incluye policiales y thrillers. Una era un producto de Armando Bó; en cambio la Leblanc fue una “self-made woman” (‘una mujer hecha a su medida) de su tiempo: discutía con los productores, los directores y los distribuidores, era su propia representante y coprodujo casi todas sus películas ?en una época en que ninguna mujer lo hacía?, encargándose casi siempre de la distribución y promoción de sus filmes. Al respecto, un productor mexicano, con quien Leblanc realizó ocho películas, manifestó una vez a los medios que “Libertad Leblanc, para hablar de negocios, tiene bigotes”.

De hecho, fue la propia Leblanc quien instaló la rivalidad entre ella y la Sarli. A fin de promocionar su primera película, “La flor de irupé”, sugirió un afiche de promoción con un desnudo en blanco y negro, y la leyenda “Libertad Leblanc, rival de Isabel Sarli”; lo que provocó la furia de Bo. Ya era tarde. El tema quedó instalado. Y el negocio también.

Leblanc murió en su casa de Palermo en donde el techo del living estaba compuesto de un espejo gigante. A los 83, un jueves 29 de abril de 2021, y dejó varias frases picantes durante su existencia.
"Creo que fui de las primeras feministas, pero otra forma de activismo. Cortaban mis desnudos, los prohibían, y se hacían sus propias películas caseras para pasar a sus amigos", dijo durante una entrevista con Clarín en 2019. "Luché contra los molinos de viento. Me hice sola. Yo fui mi propia empresa", aseveró también.


Sólo en algunas entrevistas Libertad recordaba su paso por una escuela chubutense que no le dejó buenos recuerdos, tantos como que sus películas fueron exportadas a Tanzania, Kenya y Uganda para citar algún ejemplo. “Le tiré una vajilla a una hermanita, le partí la cabeza y tuvieron que llamar al médico”. Obviamente, se tuvo que ir. Fue la cuarta expulsión. Y su última estadía en el sur. A partir de allí, Buenos Aires y el comienzo de una leyenda del erotismo argento.

Alguna vez el escritor Dalmiro Sáenz le preguntó el motivo por el que “siendo tan inteligente jugaba a ser idiota en las películas”. La rubia, rapidísima, lo cortó: “No sabe la guita que da hacerse la idiota".
No tenía representante. Ni promotor. Así amasó una fortuna, a los codazos limpios, entre la exhibición de esa piel cristalina y la negociación de las cintas. En el diario londinense The Times llegaron a apodarla “Liberated Liberty”.

El personaje que explotaba era “el otro yo de las amas de casa, lo que ellas no se animaban. Me inventé una vamp nostálgica e irreal. Una libertad escondida”. O esta otra: “Me tapan el escote porque la boca no pueden”. Su lengua karateca siguió y comercializó su imagen en a Puerto Rico, Venezuela y Nueva York.


Coleccionadora de tapados de visón y leopardo, capas de zorro y estolas de oso y piel de monos, la que dormía con dos gotitas de un Carolina Herrera al igual que la Monroe que lo hacía con Channel asumió su peronismo desde que tenía 12 años. Incluso participó de la campaña de Carlos Saúl Menem en 1989; aunque Celestino Rodrigo le liquidó el “60% de su fortuna” y fue nombrada en mil romances sin confirmar; aunque sí musa de Ernesto Sabato, que la incluyó en “Abbadón el exterminador”.

Nunca escribió sus memorias, una asignatura pendiente que se llevó a la tumba por una neumonía. Tal vez, allí existiría un capítulo de su paso por Trelew y el vajillazo que le metió a una hermana del María Auxiliadora para ser expulsada de la casa de Dios. Libertad. Ocultada. Maldecida. Picante y pecante. Mito sexual si los hay. Con un pasado propio. En Trelew.

Libertad Leblanc, retratada en una visita a Trelew. (Foto: Emilser Pereira / Archivo Jornada)
01 DIC 2022 - 20:14

Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada

Llegó a este mundo para pasar como la fugacidad de un destello; pero no quiso nada de eso en su vida y partió al país (y porque no a gran parte del continente) en dos al convertirse en uno de los íconos sexuales que superó todos los tiempos.

Nacida en una localidad a mitad de camino entre General Conesa y Viedma llamada Guardia Mitre, en Rio Negro, en 1938 cuando esta se llamaba Coronel Pringles bajo el nombre de Libertad María de los Ángeles Vichich, se transformó en Libertad Leblanc, y fue uno de los objetos de deseo de los hombres; y de admiración de las mujeres. Compitió con otra vaca sagrada de la escena nacional como Isabel Sarli y fue una feminista de vanguardia. Censurada, callada, estafada, amada y odiada por igual, tuvo una lengua filosa, muy, como mucho carácter para negociar sus contratos y supo su propia empresaria en un mundo machista, avaro y cruel.

No obstante el camino que construyó a los codazos en las grandes marquesinas nacionales y fronteras afuera; la rubia tuvo una infancia y adolescencia que nada hacía presagiar ese destino, aunque su temperamento lo auguraba. Y fue cuando vivió en Trelew. Sí. Una de las mujeres públicas más bellas de la Argentina hizo parte de la secundaria en el Instituto María Auxiliadora de esa ciudad. Cuando fue pupila luego que su madre, Clarisa Blanco, se casara nuevamente luego de superar el duelo de la confusa muerte de su marido y progenitor de Libertad en el Valle Medio rionegrino.


Fue en la década del 50, pero se tuvo que ir abruptamente cuando le rompió una vajilla en la cabeza a una de las monjas de ese establecimiento. Ya la blonda, que no lo era tanto, comenzaba a mostrar su personalidad, avasallante y rebelde que la haría famosa una década después; con la película “La flor de Irupé” en 1962 y su primer desnudo a los 24.

Atrás quedaron los noviazgos de adolescencia que se adolecenan andando. Por el barrio Centro trelewense, a la vista de los vecinos de la calle Pellegrini y en la Plaza Independencia. Y comenzaba a forjarse el mito.

Tras alejarse del empresario de espectáculos Leonardo Barujel, con quién tuvo su única hija, Leonor, a la que envió a estudiar a Suiza. Quién adquirió su sello de agua a través del apellido del escritor galo Maurice Leblanc, filmó más de treinta películas en la industria cinematográfica argentina entre 1960 y 1989, además de también haber trabajado en producciones mexicanas; algunas controvertidas como “Acosada” o “La endemoniada” y fue calificada como la diosa blanca de la sensualidad, ya sea por su pelo o por su extrema claridad en su piel.


Libertad pasó a la fama cuando en un festival de cine en Caracas, al cual había acudido por insistidora, se quitó su vestido y con un bikini a lunares diminuto y su cuerpo escultural, se arrojó a la piscina, generando que los periodistas que entrevistaban a las actrices Graciela Borges y Gilda Lousek, viraran sobre si mismos y se dirigieran a ella. Ese golpe de efecto, que los franceses lo llaman "Effet frappé", le significó un salto a la notoriedad y su primera película protagónica, “La flor de Irupé”, en la que realizaba el primero de los muchos desnudos que caracterizarían su carrera, y que resultó un éxito de taquilla a la que le siguieron “La perra”, “La Venus maldita”, “Psexoanalisis” o “El derecho de gozar”.

Su rivalidad con Isabel Sarli ?el mayor símbolo sexual del cine argentino? fue notoria en la década de 1960. Máximas exponentes del cine erótico y con un contraste brutal. “La Coca” era morena, trigueña, de generosas formas y atributos naturales. Libertad Leblanc, se había mejorado los pechos mediante cirugía, había teñido su cabello de rubio platino, y mantenía su distintiva piel blanquísima evitando exponerse al sol. Sarli era tímida y algo ingenua y sus películas son en su mayoría melodramas y comedias.

En contraste, Leblanc era desinhibida y astuta, y daba una imagen pública de vampiresa, incluso su filmografía incluye policiales y thrillers. Una era un producto de Armando Bó; en cambio la Leblanc fue una “self-made woman” (‘una mujer hecha a su medida) de su tiempo: discutía con los productores, los directores y los distribuidores, era su propia representante y coprodujo casi todas sus películas ?en una época en que ninguna mujer lo hacía?, encargándose casi siempre de la distribución y promoción de sus filmes. Al respecto, un productor mexicano, con quien Leblanc realizó ocho películas, manifestó una vez a los medios que “Libertad Leblanc, para hablar de negocios, tiene bigotes”.

De hecho, fue la propia Leblanc quien instaló la rivalidad entre ella y la Sarli. A fin de promocionar su primera película, “La flor de irupé”, sugirió un afiche de promoción con un desnudo en blanco y negro, y la leyenda “Libertad Leblanc, rival de Isabel Sarli”; lo que provocó la furia de Bo. Ya era tarde. El tema quedó instalado. Y el negocio también.

Leblanc murió en su casa de Palermo en donde el techo del living estaba compuesto de un espejo gigante. A los 83, un jueves 29 de abril de 2021, y dejó varias frases picantes durante su existencia.
"Creo que fui de las primeras feministas, pero otra forma de activismo. Cortaban mis desnudos, los prohibían, y se hacían sus propias películas caseras para pasar a sus amigos", dijo durante una entrevista con Clarín en 2019. "Luché contra los molinos de viento. Me hice sola. Yo fui mi propia empresa", aseveró también.


Sólo en algunas entrevistas Libertad recordaba su paso por una escuela chubutense que no le dejó buenos recuerdos, tantos como que sus películas fueron exportadas a Tanzania, Kenya y Uganda para citar algún ejemplo. “Le tiré una vajilla a una hermanita, le partí la cabeza y tuvieron que llamar al médico”. Obviamente, se tuvo que ir. Fue la cuarta expulsión. Y su última estadía en el sur. A partir de allí, Buenos Aires y el comienzo de una leyenda del erotismo argento.

Alguna vez el escritor Dalmiro Sáenz le preguntó el motivo por el que “siendo tan inteligente jugaba a ser idiota en las películas”. La rubia, rapidísima, lo cortó: “No sabe la guita que da hacerse la idiota".
No tenía representante. Ni promotor. Así amasó una fortuna, a los codazos limpios, entre la exhibición de esa piel cristalina y la negociación de las cintas. En el diario londinense The Times llegaron a apodarla “Liberated Liberty”.

El personaje que explotaba era “el otro yo de las amas de casa, lo que ellas no se animaban. Me inventé una vamp nostálgica e irreal. Una libertad escondida”. O esta otra: “Me tapan el escote porque la boca no pueden”. Su lengua karateca siguió y comercializó su imagen en a Puerto Rico, Venezuela y Nueva York.


Coleccionadora de tapados de visón y leopardo, capas de zorro y estolas de oso y piel de monos, la que dormía con dos gotitas de un Carolina Herrera al igual que la Monroe que lo hacía con Channel asumió su peronismo desde que tenía 12 años. Incluso participó de la campaña de Carlos Saúl Menem en 1989; aunque Celestino Rodrigo le liquidó el “60% de su fortuna” y fue nombrada en mil romances sin confirmar; aunque sí musa de Ernesto Sabato, que la incluyó en “Abbadón el exterminador”.

Nunca escribió sus memorias, una asignatura pendiente que se llevó a la tumba por una neumonía. Tal vez, allí existiría un capítulo de su paso por Trelew y el vajillazo que le metió a una hermana del María Auxiliadora para ser expulsada de la casa de Dios. Libertad. Ocultada. Maldecida. Picante y pecante. Mito sexual si los hay. Con un pasado propio. En Trelew.


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