Milei es el límite

23 MAY 2023 - 12:27 | Actualizado 23 MAY 2023 - 13:00

Por Esteban Gallo

El viernes pasado compartí un encuentro con amigos, en el que abordamos los temas que habitualmente llevamos a la mesa cuando nos reunimos. La política siempre ocupa un lugar preponderante, sobre todo en este año de elecciones, en donde todos nos convertimos en analistas profesionales.

A la hora de los postres, surgió el nombre de Javier Milei, que, según la opinión de algunos de los comensales, está en condiciones de dar el batacazo en las próximas elecciones. Entonces, dije:
- Voy a hacer un ejercicio muy simple para desactivar rápidamente este disparate- Y propuse hacer una votación.

-A ver- les dije.

-Levanten la mano los que van a votar a Milei en las próximas elecciones.

Quedé estupefacto cuando observé que de las 8 personas que nos encontrábamos en el quincho del Club Ferro el viernes a la noche, 4 levantaron la mano.

Un día después, lo charlé con un amigo de la adolescencia, que me reveló que días atrás había hecho la misma prueba con sus compañeros de trabajo, con idéntico resultado.

Y entonces me di cuenta, (a veces nos resistimos a reconocer algunas cosas), que la figura de Milei ha crecido a pasos agigantados y que, no sé si va a ganar en octubre, pero claramente tendrá un gran protagonismo. Cristina Kirchner lo reconoció en la entrevista televisiva de la semana pasada cuando dijo que “se viene una elección de tercios”.

Del viernes hasta hoy, no he dejado de pensar en Milei y en el rol que debo asumir como comunicador en esta etapa que se viene.

Siempre he tratado de mantenerme al margen de las diferencias que existen entre los dos sectores dominantes de la política argentina de los últimos años. De ambos lados, hay un periodismo militante que no comparto. Soy de los que creen que es necesario, abstraerse de esta batalla mediática, para poder ver la realidad con equilibrio, en donde lo bueno es bueno y lo malo es malo, sea quien sea el responsable de lo bueno y de lo malo. ¿Me explico?

Pero esta vez es diferente. Siento que la irrupción de Javier Milei, entraña una serie de peligros que me obligan a involucrarme de una manera diferente. Hay valores de la democracia que están amenazados y los que tenemos un micrófono tenemos que decirlo.

Hagamos un ejercicio de memoria.

Milei es el que propuso un mercado libre de órganos. Habla de oferta y de demanda como si los órganos de una persona fueran manzanas o tomates.

En el nombre del libre mercado, también está a favor de la libre portación y comercialización de armas. Ya sabemos lo que pasa en los países donde se facilita el acceso a revólveres, rifles y escopetas.

Milei dice que el Estado no hará más obra pública, que todo va a quedar en manos del sector privado. Eso es un disparate, en los países más modernos del mundo, el 80 por ciento de las obras las hace el Estado.

Milei es el dirigente político que se siente identificado con Margaret Thatcher. Es tan retorcido que ni siquiera respeta a los soldados que murieron en Malvinas.

Milei es el candidato que elige como compañera de fórmula a Victoria Villarruel, que reivindica el proceso de Reorganización Nacional, que, de la mano de Videla, Massera y compañía, cometió las peores atrocidades en la historia del país.

Me pregunto que van a pasar con los derechos laborales de los trabajadores si Milei llega a la presidencia. Y qué va a suceder con la salud y la educación pública, que el libertario aborrece.
Las cosas no están bien en la Argentina. Pero hay conquistas obtenidas en los últimos años que no podemos perder. Deben saberlo los más jóvenes que parecen encandilados con algunas propuestas de Milei.

Hemos avanzado mucho en materia de derechos humanos, en cuestiones de igualdad de género y respeto a las minorías sexuales, y no debemos retroceder un solo paso.

Los pronunciamientos de Milei, y ahora de su compañera de fórmula, claramente, conllevan un riesgo para esas conquistas, que no es otra cosa que el peligro de perder la libertad que tanto nos costó recuperar.

Pero como he dicho en otras ocasiones, Milei no salió de un repollo. Y los partidos tradicionales no pueden hacerse los distraídos. Milei es el producto de la mediocridad de los dirigentes que nos gobernaron en las últimas décadas. De todos y todas. De un lado y del otro.

Se quejan de que la gente simpatice con un loquito, pero ellos son el Dr. Frankestein. Fíjense lo mal que han hecho las cosas que la gente está pensando que este personaje desenfrenado es mejor que todos ellos.

Deberían hacer una autocrítica severa y demostrar que están dispuestos a cambiar. Cambiar es dejar de servirse de la política para engordar sus bolsillos. Cambiar sería tener la capacidad de establecer pactos para resolver los grandes problemas de los argentinos.

Hoy los partidos mayoritarios, hacen pactos para repartirse cargos. Deberían hacer pactos para terminar con la pobreza, pulverizar la inflación, generar trabajo y devolverle la esperanza a la gente.
Cuando eso no se hace, aparecen los Milei. Y yo me agarro la cabeza, como muchos de ustedes. Porque el incendio no se apaga con delirio. Y las soluciones no van a llegar de la mano de un trasnochado.

Permítanme, esta vez, hacer un poco de periodismo militante.

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23 MAY 2023 - 12:27

Por Esteban Gallo

El viernes pasado compartí un encuentro con amigos, en el que abordamos los temas que habitualmente llevamos a la mesa cuando nos reunimos. La política siempre ocupa un lugar preponderante, sobre todo en este año de elecciones, en donde todos nos convertimos en analistas profesionales.

A la hora de los postres, surgió el nombre de Javier Milei, que, según la opinión de algunos de los comensales, está en condiciones de dar el batacazo en las próximas elecciones. Entonces, dije:
- Voy a hacer un ejercicio muy simple para desactivar rápidamente este disparate- Y propuse hacer una votación.

-A ver- les dije.

-Levanten la mano los que van a votar a Milei en las próximas elecciones.

Quedé estupefacto cuando observé que de las 8 personas que nos encontrábamos en el quincho del Club Ferro el viernes a la noche, 4 levantaron la mano.

Un día después, lo charlé con un amigo de la adolescencia, que me reveló que días atrás había hecho la misma prueba con sus compañeros de trabajo, con idéntico resultado.

Y entonces me di cuenta, (a veces nos resistimos a reconocer algunas cosas), que la figura de Milei ha crecido a pasos agigantados y que, no sé si va a ganar en octubre, pero claramente tendrá un gran protagonismo. Cristina Kirchner lo reconoció en la entrevista televisiva de la semana pasada cuando dijo que “se viene una elección de tercios”.

Del viernes hasta hoy, no he dejado de pensar en Milei y en el rol que debo asumir como comunicador en esta etapa que se viene.

Siempre he tratado de mantenerme al margen de las diferencias que existen entre los dos sectores dominantes de la política argentina de los últimos años. De ambos lados, hay un periodismo militante que no comparto. Soy de los que creen que es necesario, abstraerse de esta batalla mediática, para poder ver la realidad con equilibrio, en donde lo bueno es bueno y lo malo es malo, sea quien sea el responsable de lo bueno y de lo malo. ¿Me explico?

Pero esta vez es diferente. Siento que la irrupción de Javier Milei, entraña una serie de peligros que me obligan a involucrarme de una manera diferente. Hay valores de la democracia que están amenazados y los que tenemos un micrófono tenemos que decirlo.

Hagamos un ejercicio de memoria.

Milei es el que propuso un mercado libre de órganos. Habla de oferta y de demanda como si los órganos de una persona fueran manzanas o tomates.

En el nombre del libre mercado, también está a favor de la libre portación y comercialización de armas. Ya sabemos lo que pasa en los países donde se facilita el acceso a revólveres, rifles y escopetas.

Milei dice que el Estado no hará más obra pública, que todo va a quedar en manos del sector privado. Eso es un disparate, en los países más modernos del mundo, el 80 por ciento de las obras las hace el Estado.

Milei es el dirigente político que se siente identificado con Margaret Thatcher. Es tan retorcido que ni siquiera respeta a los soldados que murieron en Malvinas.

Milei es el candidato que elige como compañera de fórmula a Victoria Villarruel, que reivindica el proceso de Reorganización Nacional, que, de la mano de Videla, Massera y compañía, cometió las peores atrocidades en la historia del país.

Me pregunto que van a pasar con los derechos laborales de los trabajadores si Milei llega a la presidencia. Y qué va a suceder con la salud y la educación pública, que el libertario aborrece.
Las cosas no están bien en la Argentina. Pero hay conquistas obtenidas en los últimos años que no podemos perder. Deben saberlo los más jóvenes que parecen encandilados con algunas propuestas de Milei.

Hemos avanzado mucho en materia de derechos humanos, en cuestiones de igualdad de género y respeto a las minorías sexuales, y no debemos retroceder un solo paso.

Los pronunciamientos de Milei, y ahora de su compañera de fórmula, claramente, conllevan un riesgo para esas conquistas, que no es otra cosa que el peligro de perder la libertad que tanto nos costó recuperar.

Pero como he dicho en otras ocasiones, Milei no salió de un repollo. Y los partidos tradicionales no pueden hacerse los distraídos. Milei es el producto de la mediocridad de los dirigentes que nos gobernaron en las últimas décadas. De todos y todas. De un lado y del otro.

Se quejan de que la gente simpatice con un loquito, pero ellos son el Dr. Frankestein. Fíjense lo mal que han hecho las cosas que la gente está pensando que este personaje desenfrenado es mejor que todos ellos.

Deberían hacer una autocrítica severa y demostrar que están dispuestos a cambiar. Cambiar es dejar de servirse de la política para engordar sus bolsillos. Cambiar sería tener la capacidad de establecer pactos para resolver los grandes problemas de los argentinos.

Hoy los partidos mayoritarios, hacen pactos para repartirse cargos. Deberían hacer pactos para terminar con la pobreza, pulverizar la inflación, generar trabajo y devolverle la esperanza a la gente.
Cuando eso no se hace, aparecen los Milei. Y yo me agarro la cabeza, como muchos de ustedes. Porque el incendio no se apaga con delirio. Y las soluciones no van a llegar de la mano de un trasnochado.

Permítanme, esta vez, hacer un poco de periodismo militante.


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