Por Martín Tacón / Redacción Jornada
Para entender qué ocurre con los glaciares en el mundo y cuál es el efecto que tiene en ellos el cambio climático, hay que estudiarlos. Los equipos de investigadores se preparan física y mentalmente, cargan instrumentos de medición, carpas térmicas, raciones de alimento y se embarcan en travesías sobre hielo que los tiene durante semanas expuestos a las temperaturas más extremas con un único objetivo: saber un poco más sobre la salud de nuestro planeta.
El glaciólogo Lucas Ruiz es uno de estos expedicionarios. Tiene 42 años y es oriundo de Esquel. Estudió geología en la UBA y continuó su doctorado en Mendoza sobre las variaciones de los glaciares en el noroeste del Chubut y los cambios producidos desde la “Edad de Hielo” hasta la actualidad. Lleva más de 15 años trabajando para el CONICET. Actualmente estudia la interacción entre los glaciares en la Patagonia y el clima.
Su trabajo más reciente tuvo lugar en el glaciar Perito Moreno, en provincia de Santa Cruz. Lucas Ruiz explica que, así como una persona necesita realizarse análisis médicos para saber por qué se siente mal, del mismo modo los glaciares necesitan ser medidos y estudiados por profesionales. Ahí es donde el glaciólogo entra en acción.
¿Se trata de un aumento de temperatura que derrite los glaciares o, acaso, disminuye la cantidad de nieve acumulada por un déficit de precipitaciones? Las expediciones buscan responder esta pregunta.
Las expediciones están conformadas por equipos de profesionales entrenados. Deben ser autónomos y autosuficientes. En un día bueno, sin viento, la temperatura ronda los 0°. Pero cuando el clima enfurece, las ráfagas superan los 100 km/h y la temperatura desciende a -25°. “Tenemos que aprovechar las cortas ventanas de buen tiempo. Hemos estado hasta un mes esperando que el clima mejore. Hay que ser muy precisos con la meteorología, no nos podemos relajar”, dice.
Por medio de un radar que emite ondas electromagnéticas, determinan el tiempo de rebote y calculan la diferencia de densidad entre la nieve nueva y la nieve del año anterior. Mapean el espesor del hielo mientras avanzan y proyectan áreas de hasta 70 km de información en sólo un par de jornadas. Para medir el derretimiento, insertan largas balizas en el hielo y esperan a que emerjan. Con un GPS, miden la altura. Estas mediciones, de gran precisión gracias al instrumental automático, revelan datos concretos sobre la evolución del glaciar.
El análisis de datos en el glaciar Perito Moreno reveló que en los últimos 7 años se prudujo una pérdida de masa generalizada que difiere de modelos anteriores. “Hasta el 2015, el glaciar estaba en fase de equilibrio o leve ganancia de masa. Pero en estos últimos años comenzó un proceso de retroceso”, alertó el glaciólogo.
Más del 90% del calor que hemos generado en términos de cambio climático, ha ido a parar a los océanos. “El agua del mar es el gran sumidero de calor del planeta. La atmósfera, por su composición, puede absorber muy poco calor y ha aumentado 1° la temperatura. El calor expande el mar, el típico ejemplo de las clases de física: si calentas el agua se hace menos densa, y algo menos denso ocupa más volumen”.
La precipitación ha tenido fluctuaciones interanuales fuertes. “En Patagonia norte, entre Chubut y Bariloche, en el primer año de pandemia hubo gran cantidad de precipitación y nieve, pero al otro año hubo menos de la mitad. En las últimas décadas hubo déficit y es por eso que la gente de campo en la estepa ha tenido sequías tan severas. Los glaciares sufren; si no nieva en Cordillera los glaciares no se pueden regenerar”.
Por Martín Tacón / Redacción Jornada
Para entender qué ocurre con los glaciares en el mundo y cuál es el efecto que tiene en ellos el cambio climático, hay que estudiarlos. Los equipos de investigadores se preparan física y mentalmente, cargan instrumentos de medición, carpas térmicas, raciones de alimento y se embarcan en travesías sobre hielo que los tiene durante semanas expuestos a las temperaturas más extremas con un único objetivo: saber un poco más sobre la salud de nuestro planeta.
El glaciólogo Lucas Ruiz es uno de estos expedicionarios. Tiene 42 años y es oriundo de Esquel. Estudió geología en la UBA y continuó su doctorado en Mendoza sobre las variaciones de los glaciares en el noroeste del Chubut y los cambios producidos desde la “Edad de Hielo” hasta la actualidad. Lleva más de 15 años trabajando para el CONICET. Actualmente estudia la interacción entre los glaciares en la Patagonia y el clima.
Su trabajo más reciente tuvo lugar en el glaciar Perito Moreno, en provincia de Santa Cruz. Lucas Ruiz explica que, así como una persona necesita realizarse análisis médicos para saber por qué se siente mal, del mismo modo los glaciares necesitan ser medidos y estudiados por profesionales. Ahí es donde el glaciólogo entra en acción.
¿Se trata de un aumento de temperatura que derrite los glaciares o, acaso, disminuye la cantidad de nieve acumulada por un déficit de precipitaciones? Las expediciones buscan responder esta pregunta.
Las expediciones están conformadas por equipos de profesionales entrenados. Deben ser autónomos y autosuficientes. En un día bueno, sin viento, la temperatura ronda los 0°. Pero cuando el clima enfurece, las ráfagas superan los 100 km/h y la temperatura desciende a -25°. “Tenemos que aprovechar las cortas ventanas de buen tiempo. Hemos estado hasta un mes esperando que el clima mejore. Hay que ser muy precisos con la meteorología, no nos podemos relajar”, dice.
Por medio de un radar que emite ondas electromagnéticas, determinan el tiempo de rebote y calculan la diferencia de densidad entre la nieve nueva y la nieve del año anterior. Mapean el espesor del hielo mientras avanzan y proyectan áreas de hasta 70 km de información en sólo un par de jornadas. Para medir el derretimiento, insertan largas balizas en el hielo y esperan a que emerjan. Con un GPS, miden la altura. Estas mediciones, de gran precisión gracias al instrumental automático, revelan datos concretos sobre la evolución del glaciar.
El análisis de datos en el glaciar Perito Moreno reveló que en los últimos 7 años se prudujo una pérdida de masa generalizada que difiere de modelos anteriores. “Hasta el 2015, el glaciar estaba en fase de equilibrio o leve ganancia de masa. Pero en estos últimos años comenzó un proceso de retroceso”, alertó el glaciólogo.
Más del 90% del calor que hemos generado en términos de cambio climático, ha ido a parar a los océanos. “El agua del mar es el gran sumidero de calor del planeta. La atmósfera, por su composición, puede absorber muy poco calor y ha aumentado 1° la temperatura. El calor expande el mar, el típico ejemplo de las clases de física: si calentas el agua se hace menos densa, y algo menos denso ocupa más volumen”.
La precipitación ha tenido fluctuaciones interanuales fuertes. “En Patagonia norte, entre Chubut y Bariloche, en el primer año de pandemia hubo gran cantidad de precipitación y nieve, pero al otro año hubo menos de la mitad. En las últimas décadas hubo déficit y es por eso que la gente de campo en la estepa ha tenido sequías tan severas. Los glaciares sufren; si no nieva en Cordillera los glaciares no se pueden regenerar”.