¿Qué más puede pedir un basquetbolista que conseguir un anillo de la NBA? Gonzalo Moreyra, trelewense de 30 años, no pensaba en llegar al salón de la fama ni en el draft esa noche en que el juego se detuvo y todas las miradas del estadio confluyeron en él.
Gonzalo, exjugador de Racing y Huracán de Trelew, estaba jugando su propio partido esa noche en el estadio del Miami Heat, sentado en la segunda fila con su novia, a metros del parquet, esperando la cortina para recibir libre y encestar desde el perímetro.
Gonzalo Moreyra se mudó de Trelew a Miami para vivir nuevas experiencias, conocer otros ámbitos, enfrentar nuevos desafíos como personal trainner y asesorando en un gimnasio en los Estados Unidos.
En un cumpleaños conoció a su futura esposa, Britany, una chica de un pueblo cerca de Denver, que está viviendo en Miami, con quien pegó onda enseguida y de ahí no se separaron más.
Gonzalo no hablaba ni una palabra de inglés y ella tampoco sabía castellano. Esto no impidió que estuvieran hablando toda la noche y siguieran hablando al día siguiente. Prueba irrefutable de que la química pasaba por otro lado.
“Fue una conexión muy rápida, no poder comunicarnos hizo que seamos mucho más expresivos y nos pudimos conocer mejor. Esta persona es super compatible conmigo”, sequedó enganchado Gonzalo después de compartir tiempo con ella.
San Valentín fue más que especial: Britany le regaló los tickets para ir a ver Denver Nuggets versus Miami Heat. Ella nació cerca de Denver y extrañaba y él estaba en Miami, pero su corazón estaba en Trelew. El básquet unió dos mundos que estaban separados por dos hemisferios.
Gonzalo entendió que era el momento, vio la oportunidad y movió los hilos para conseguir el anillo, no en los playoffs de la NBA pero sí en la vida.
En el gimnasio conoció a un exjugador de los Miami Dolphins, el equipo de fútbol americano, quien a su vez conocía a gente del Miami Heat que podía ayudarlo a cumplir su sueño dorado.
Gonzalo y Britany tenían tickets de plateas, pero esta persona podía llevarlos a la segunda fila del estado, donde por lo general van famosos, para que el trelewense jugara su propia final.
“Me dijeron venite temprano”, contó Gonzalo quien llevó a su novia a la segunda fila con la excusa de “vivir la experiencia más cerca”, un privilegio reservado para unos pocos.
Hay partidos que se definen con un triple en el último segundo que sale de una jugada planificada en un tiempo muerto.
Gonzalo ya había definido partidos en Racing de Trelew clavándola desde la línea de tres puntos.
Este partido era parecido pero algo había más en juego que una final.
Gonzalo tenía que esperar al tercer cuarto, cuando el técnico pidiera minuto y ahí ellos iban a aparecer en la pantalla del estadio en primer plano.
Las cosas no podían haber empezado peor: tiros fáciles errados, pérdidas no forzadas, posesiones consumidas por el reloj.
Gonzalo y Britany se toparon con un embotellamiento y llegaron en el segundo cuarto, con el partido ya empezado. Para colmo en el entretiempo, Britany fue al baño y tardó más de la cuenta.
El tercer cuarto había empezado y ambos estaban fuera de sus asientos. Si alguno de los técnicos pedía un minuto y no estaban ahí sentados el plan se venía abajo.
“Me decían flaco dónde estás”, recuerda Gonzalo que le preguntaban cuando él estaba junto a su novia en las escaleras y no podía descender hasta la segunda fila mientras la pelota estuviera en movimiento.
Mientras tanto, Gonzalo, ahí parado, nervioso, miraba el partido rogando que ninguno de los dos equipos pidiera tiempo muerto si la pelota se iba afuera en ese momento.
El ex basquetbolista, que tantas veces había estado en momentos definitorios, ahora lo miraba desde la tribuna y dependía de lo que hicieran los jugadores en la cancha.
“Esperaba que no sea el tiempo muerto la primera pelota que se va a fuera”, pensaba que si eso ocurría el partido estaba terminado.
Por suerte, ninguno de los dos equipos hizo las cosas tan mal en ese cuarto para que el técnico enojado tirara la toalla y pidiera minuto para retarlos.
Entonces bajaron las escaleras por la pasarela, se sentaron, las cámaras los enfocaron, Gonzalo hizo una finta y quedó libre para tirar.
El estadio entero vio cómo Gonzalo se arrodillaba ante ella y le pedía matrimonio con las mascotas de testigo, y el resultado del partido era lo que menos importaba porque el trelewense ya había ganado.
¿Qué más puede pedir un basquetbolista que conseguir un anillo de la NBA? Gonzalo Moreyra, trelewense de 30 años, no pensaba en llegar al salón de la fama ni en el draft esa noche en que el juego se detuvo y todas las miradas del estadio confluyeron en él.
Gonzalo, exjugador de Racing y Huracán de Trelew, estaba jugando su propio partido esa noche en el estadio del Miami Heat, sentado en la segunda fila con su novia, a metros del parquet, esperando la cortina para recibir libre y encestar desde el perímetro.
Gonzalo Moreyra se mudó de Trelew a Miami para vivir nuevas experiencias, conocer otros ámbitos, enfrentar nuevos desafíos como personal trainner y asesorando en un gimnasio en los Estados Unidos.
En un cumpleaños conoció a su futura esposa, Britany, una chica de un pueblo cerca de Denver, que está viviendo en Miami, con quien pegó onda enseguida y de ahí no se separaron más.
Gonzalo no hablaba ni una palabra de inglés y ella tampoco sabía castellano. Esto no impidió que estuvieran hablando toda la noche y siguieran hablando al día siguiente. Prueba irrefutable de que la química pasaba por otro lado.
“Fue una conexión muy rápida, no poder comunicarnos hizo que seamos mucho más expresivos y nos pudimos conocer mejor. Esta persona es super compatible conmigo”, sequedó enganchado Gonzalo después de compartir tiempo con ella.
San Valentín fue más que especial: Britany le regaló los tickets para ir a ver Denver Nuggets versus Miami Heat. Ella nació cerca de Denver y extrañaba y él estaba en Miami, pero su corazón estaba en Trelew. El básquet unió dos mundos que estaban separados por dos hemisferios.
Gonzalo entendió que era el momento, vio la oportunidad y movió los hilos para conseguir el anillo, no en los playoffs de la NBA pero sí en la vida.
En el gimnasio conoció a un exjugador de los Miami Dolphins, el equipo de fútbol americano, quien a su vez conocía a gente del Miami Heat que podía ayudarlo a cumplir su sueño dorado.
Gonzalo y Britany tenían tickets de plateas, pero esta persona podía llevarlos a la segunda fila del estado, donde por lo general van famosos, para que el trelewense jugara su propia final.
“Me dijeron venite temprano”, contó Gonzalo quien llevó a su novia a la segunda fila con la excusa de “vivir la experiencia más cerca”, un privilegio reservado para unos pocos.
Hay partidos que se definen con un triple en el último segundo que sale de una jugada planificada en un tiempo muerto.
Gonzalo ya había definido partidos en Racing de Trelew clavándola desde la línea de tres puntos.
Este partido era parecido pero algo había más en juego que una final.
Gonzalo tenía que esperar al tercer cuarto, cuando el técnico pidiera minuto y ahí ellos iban a aparecer en la pantalla del estadio en primer plano.
Las cosas no podían haber empezado peor: tiros fáciles errados, pérdidas no forzadas, posesiones consumidas por el reloj.
Gonzalo y Britany se toparon con un embotellamiento y llegaron en el segundo cuarto, con el partido ya empezado. Para colmo en el entretiempo, Britany fue al baño y tardó más de la cuenta.
El tercer cuarto había empezado y ambos estaban fuera de sus asientos. Si alguno de los técnicos pedía un minuto y no estaban ahí sentados el plan se venía abajo.
“Me decían flaco dónde estás”, recuerda Gonzalo que le preguntaban cuando él estaba junto a su novia en las escaleras y no podía descender hasta la segunda fila mientras la pelota estuviera en movimiento.
Mientras tanto, Gonzalo, ahí parado, nervioso, miraba el partido rogando que ninguno de los dos equipos pidiera tiempo muerto si la pelota se iba afuera en ese momento.
El ex basquetbolista, que tantas veces había estado en momentos definitorios, ahora lo miraba desde la tribuna y dependía de lo que hicieran los jugadores en la cancha.
“Esperaba que no sea el tiempo muerto la primera pelota que se va a fuera”, pensaba que si eso ocurría el partido estaba terminado.
Por suerte, ninguno de los dos equipos hizo las cosas tan mal en ese cuarto para que el técnico enojado tirara la toalla y pidiera minuto para retarlos.
Entonces bajaron las escaleras por la pasarela, se sentaron, las cámaras los enfocaron, Gonzalo hizo una finta y quedó libre para tirar.
El estadio entero vio cómo Gonzalo se arrodillaba ante ella y le pedía matrimonio con las mascotas de testigo, y el resultado del partido era lo que menos importaba porque el trelewense ya había ganado.