Ximena Hurtado estaba cenando con los padres y el hermano cuando escuchó un golpe afuera. Era tarde, cerca de las 23.30, en el barrio Pujol del Puerto Madryn. La familia recién había llegado de viaje ese mismo sábado.
Ximena fue la última en salir a la calle. La escena era terrible: un auto en el que iba una mujer y su pareja se había estrellado contra un remis. La joven, de 30 años, está cursando las últimas materias de Enfermería en la Universidad del Chubut.
Esa noche, dentro de 15 minutos, el destino la iba a poner a prueba. Cuando se asomó al interior del auto vio a Sol, asustada por el golpe, embarazada, con contracciones. “Dame el teléfono porque está teniendo”, le dijo a la madre
Ximena vio que había asomado la cabeza y el torso de la beba. “Recostate, apoyate en mi porque la bebé está saliendo; cuando tengas la próxima contracción termina de empujar que ya sale”, trató de calmarla.
No tuvo tiempo de pensar que Sol y su pareja, acababan de estrellarse contra una mujer que iba en remis en el cruce de las calles Río Mayo y El Maitén. Se dirigían en auto a toda velocidad al Hospital, ella estaba por dar a luz, y tuvieron la mala suerte de estrellarse.
Ximena respiró hondo, sabía que tenía que controlar la situación; calmó a la madre, le dijo que se quedara tranquila que su esposo, que manejaba, estaba bien.
Eran las 11.45 horas. La ambulancia estaba en camino, pero no había tiempo de llegar al Hospital. Afuera se escuchaban gritos y se alcanzaba a distinguir la luz azul de la sirena del patrullero.
La estudiante sabía que tenía que actuar rápido. No era un examen, una práctica o un simulacro: la pequeña “Mía” -así la bautizaron- estaba en sus manos.
Lo primero que hizo fue encerrarse con la madre en el auto, conservar el calor en la noche madrynense.
Ximena volvió a respirar cuando alzó la beba, le hizo masajes y rompió en llanto. “Está bien”, pensó ella no se olvidará jamás de ese momento.
La heroína sintió admiración por la madre cuando le puso la beba en el pecho. “Es una guerrera”, se dijo mientras sostenía el cordón asegurándose de no cortarle el oxígeno a la criatura.
La madre llegó bien al Hospital, el padre se recuperó y la nueva integrante de la familia se llama Mía.
Ximena Hurtado estaba cenando con los padres y el hermano cuando escuchó un golpe afuera. Era tarde, cerca de las 23.30, en el barrio Pujol del Puerto Madryn. La familia recién había llegado de viaje ese mismo sábado.
Ximena fue la última en salir a la calle. La escena era terrible: un auto en el que iba una mujer y su pareja se había estrellado contra un remis. La joven, de 30 años, está cursando las últimas materias de Enfermería en la Universidad del Chubut.
Esa noche, dentro de 15 minutos, el destino la iba a poner a prueba. Cuando se asomó al interior del auto vio a Sol, asustada por el golpe, embarazada, con contracciones. “Dame el teléfono porque está teniendo”, le dijo a la madre
Ximena vio que había asomado la cabeza y el torso de la beba. “Recostate, apoyate en mi porque la bebé está saliendo; cuando tengas la próxima contracción termina de empujar que ya sale”, trató de calmarla.
No tuvo tiempo de pensar que Sol y su pareja, acababan de estrellarse contra una mujer que iba en remis en el cruce de las calles Río Mayo y El Maitén. Se dirigían en auto a toda velocidad al Hospital, ella estaba por dar a luz, y tuvieron la mala suerte de estrellarse.
Ximena respiró hondo, sabía que tenía que controlar la situación; calmó a la madre, le dijo que se quedara tranquila que su esposo, que manejaba, estaba bien.
Eran las 11.45 horas. La ambulancia estaba en camino, pero no había tiempo de llegar al Hospital. Afuera se escuchaban gritos y se alcanzaba a distinguir la luz azul de la sirena del patrullero.
La estudiante sabía que tenía que actuar rápido. No era un examen, una práctica o un simulacro: la pequeña “Mía” -así la bautizaron- estaba en sus manos.
Lo primero que hizo fue encerrarse con la madre en el auto, conservar el calor en la noche madrynense.
Ximena volvió a respirar cuando alzó la beba, le hizo masajes y rompió en llanto. “Está bien”, pensó ella no se olvidará jamás de ese momento.
La heroína sintió admiración por la madre cuando le puso la beba en el pecho. “Es una guerrera”, se dijo mientras sostenía el cordón asegurándose de no cortarle el oxígeno a la criatura.
La madre llegó bien al Hospital, el padre se recuperó y la nueva integrante de la familia se llama Mía.