Por Paula Echeverría * ( Especial para Noticias Argentinas)
Antes de la pandemia se calculaba que el 16% de la población de nuestro país padecía trastornos de ansiedad, cifra que se estima superior luego de la crisis del Covid. En el mundo, de acuerdo a la OMS, el 4% de la población sufre alguno de estos problemas, que representan a 301 millones de personas.
Más allá de las cifras alarmantes, es bueno centrarnos en qué es la ansiedad, que muestra como sabemos, sus múltiples formas. Lo cierto es que, de una manera u otra (no nos referimos a los trastornos), todos tenemos ansiedad. Es buena tenerla en su justa medida, porque se trata de una aliada que, cuando no se concentra en exceso, nos impulsa a la acción.
Cuando vemos un movimiento extraño en la calle y sospechamos que nos pueden robar o atacar, resulta natural que el corazón se acelere. Antes de un examen o un partido importante también se concentra una mayor ansiedad.
Incluso es bueno, dado que el corazón bombea sangre a las piernas para que podamos huir, correr más rápido o pensar mejor, según el caso. Se trata de un efecto totalmente saludable, fisiológico y deseable.
El problema ocurre cuando esa sensación de alerta se convierte en crónica. Cuando nos afecta físicamente, con potenciales ataques, pensamientos obsesivos, insomnio y problemas físicos, nos encontramos en una fase donde se recomienda abordarla.
Frente a las alternativas terapéuticas que existen para tal fin, hay una que está ganando cada vez más terreno en el mundo y afianzándose de a poco en nuestro país.
Se trata de la Terapia Transformacional Rápida (RTT, por sus siglas en inglés): un método desarrollado por la terapeuta inglesa Marisa Peer, reconocida a nivel internacional, basado en la ciencia de la neuroplasticidad y que combina los principios más eficaces de la hipnoterapia con la psicoterapia, la programación neurolinguística, la Terapia Cognitivo Conductual y la neurociencia.
En esta terapia se utilizan diferentes herramientas, de acuerdo a la historia y el tipo de trastorno o necesidad que surja en cada sesión. Se utiliza la hipnosis para acceder al subconsciente y obtener la información necesaria para entender lo que realmente está sucediendo de raíz.
La mente, por cierto, tiene distintas dimensiones: la consciente y la subconsciente. Una es la pensante, a cargo del análisis de todo, y la otra es la subconsciente: una especie de piloto automático que regula cómo se respira, cómo bombea el corazón, el parpadeo de los ojos. Se trata, por tanto, de la que nos mantiene vivos.
En verdad, desde el subconsciente se opera el 95% de las veces, dado que se trata de una forma de ahorrar energía. Actúa como una biblioteca gigante que almacena todo lo que se ha experimentado y esas huellas moldean la comprensión del mundo.
En contraposición a lo que ocurre con una terapia tradicional, en RTT se va al epicentro del trauma que causa un comportamiento no deseado, como puede ser la ansiedad.
Es, por lo tanto, una opción mucho más alineada con los tiempos que corren, donde el ir a hablar semana a semana de lo mismo, por años, ya no es una alternativa tan válida para la gran mayoría. .
En hipnosis, por ejemplo, puede recordarse en el vientre materno, o con apenas meses de vida. Incluso, estando en coma. Con la terapia tradicional, en cambio, eso es imposible y se mantiene, durante mucho tiempo, analizando la punta del iceberg.
En ese punto, la RTT apunta a recorrer la historia de la persona para descubrir, comprender y sanar eso que la convirtió en alguien ansioso, disfrazado de un mecanismo de defensa o de supervivencia.
Porque lo cierto es que nadie nació ansioso. Los bebés duermen con luz, de día, de noche, en el auto, en los brazos de cualquiera. Uno aprende a ser ansioso, porque algo bueno aparentemente traía a nuestra vida. Y desarmar ese mecanismo es la clave para abordar con eficacia los tratamientos frente a los problemas de ansiedad.
* Terapeuta, RTT certificada.
Por Paula Echeverría * ( Especial para Noticias Argentinas)
Antes de la pandemia se calculaba que el 16% de la población de nuestro país padecía trastornos de ansiedad, cifra que se estima superior luego de la crisis del Covid. En el mundo, de acuerdo a la OMS, el 4% de la población sufre alguno de estos problemas, que representan a 301 millones de personas.
Más allá de las cifras alarmantes, es bueno centrarnos en qué es la ansiedad, que muestra como sabemos, sus múltiples formas. Lo cierto es que, de una manera u otra (no nos referimos a los trastornos), todos tenemos ansiedad. Es buena tenerla en su justa medida, porque se trata de una aliada que, cuando no se concentra en exceso, nos impulsa a la acción.
Cuando vemos un movimiento extraño en la calle y sospechamos que nos pueden robar o atacar, resulta natural que el corazón se acelere. Antes de un examen o un partido importante también se concentra una mayor ansiedad.
Incluso es bueno, dado que el corazón bombea sangre a las piernas para que podamos huir, correr más rápido o pensar mejor, según el caso. Se trata de un efecto totalmente saludable, fisiológico y deseable.
El problema ocurre cuando esa sensación de alerta se convierte en crónica. Cuando nos afecta físicamente, con potenciales ataques, pensamientos obsesivos, insomnio y problemas físicos, nos encontramos en una fase donde se recomienda abordarla.
Frente a las alternativas terapéuticas que existen para tal fin, hay una que está ganando cada vez más terreno en el mundo y afianzándose de a poco en nuestro país.
Se trata de la Terapia Transformacional Rápida (RTT, por sus siglas en inglés): un método desarrollado por la terapeuta inglesa Marisa Peer, reconocida a nivel internacional, basado en la ciencia de la neuroplasticidad y que combina los principios más eficaces de la hipnoterapia con la psicoterapia, la programación neurolinguística, la Terapia Cognitivo Conductual y la neurociencia.
En esta terapia se utilizan diferentes herramientas, de acuerdo a la historia y el tipo de trastorno o necesidad que surja en cada sesión. Se utiliza la hipnosis para acceder al subconsciente y obtener la información necesaria para entender lo que realmente está sucediendo de raíz.
La mente, por cierto, tiene distintas dimensiones: la consciente y la subconsciente. Una es la pensante, a cargo del análisis de todo, y la otra es la subconsciente: una especie de piloto automático que regula cómo se respira, cómo bombea el corazón, el parpadeo de los ojos. Se trata, por tanto, de la que nos mantiene vivos.
En verdad, desde el subconsciente se opera el 95% de las veces, dado que se trata de una forma de ahorrar energía. Actúa como una biblioteca gigante que almacena todo lo que se ha experimentado y esas huellas moldean la comprensión del mundo.
En contraposición a lo que ocurre con una terapia tradicional, en RTT se va al epicentro del trauma que causa un comportamiento no deseado, como puede ser la ansiedad.
Es, por lo tanto, una opción mucho más alineada con los tiempos que corren, donde el ir a hablar semana a semana de lo mismo, por años, ya no es una alternativa tan válida para la gran mayoría. .
En hipnosis, por ejemplo, puede recordarse en el vientre materno, o con apenas meses de vida. Incluso, estando en coma. Con la terapia tradicional, en cambio, eso es imposible y se mantiene, durante mucho tiempo, analizando la punta del iceberg.
En ese punto, la RTT apunta a recorrer la historia de la persona para descubrir, comprender y sanar eso que la convirtió en alguien ansioso, disfrazado de un mecanismo de defensa o de supervivencia.
Porque lo cierto es que nadie nació ansioso. Los bebés duermen con luz, de día, de noche, en el auto, en los brazos de cualquiera. Uno aprende a ser ansioso, porque algo bueno aparentemente traía a nuestra vida. Y desarmar ese mecanismo es la clave para abordar con eficacia los tratamientos frente a los problemas de ansiedad.
* Terapeuta, RTT certificada.