Por Lorena Roncarolo
Cuando era adolescente, Analía supo que la poliquistosis renal era una enfermedad hereditaria en su familia materna. Desde Italia, le advirtieron que muchos parientes ya habían muerto. Con solo 15 años, inició un camino que se extendería hasta hoy,al confirmar el diagnóstico y tener que someterse a constantes ecografías anuales y análisis clínicos para evaluar la progresión de lapatología.
En estos años, perdió a su abuela, a su madre, a su hermana, tíos y un primo a causa del mismo diagnóstico. Hoy, Analía Galli transita sus 60 años, sus riñones dejaron de funcionar y tres veces por semana, se somete a diálisis, durante cinco horas. Sin embargo, nunca perdió las esperanzas. Y en pocas semanas,una amiga le donará un riñón que no solo mejorará su calidad de su vida sino que le marcará un nuevo camino.
«Soy la más longeva de mi familia. Mi mamá falleció cuando tenía 50 años. También mi hermana que era 9 años mayor que yo.Esta enfermedad no te da síntomas«, comentó la mujer oriunda de La Plata que vive en Bariloche desde hace 40 años.
Advirtió que «sus familiares murieron en otro tiempo. Los más grandes ni siquiera llegaron a conocer los motivos. Un primo fue trasplantado, pero en ese momento, se usaban otras técnicas y no resistió. Mi hermana y mi mamá sufrieron un aneurisma cerebral, un factor muy relacionado a la poliquistosis. No llegaron al proceso que atravieso hoy», comentó.
Esta maestra jardinera que ejerció muy pocos años en Dina Huapi, se abocó a la artesanía de muebles y a la decoración. También trabajó en un centro cultural para personas con discapacidad. Hoy ya no está activa.
Llevó una vida «casi normal» hasta hace tres años. «La poliquistosis va deteriorando los riñones que filtran la sangre y cumplen muchas funciones en el cuerpo. Al no funcionar, todo empieza a andar mal«, indicó.
La diálisis, su principal temor
La mujer fue notando un deterioro progresivo, con pérdida de energía y vitalidad, recurrentes infecciones urinarias y dolores musculares. «Llega un momento en que los riñones no filtran las toxinas, uno requiere ser asistido por una máquina y la diálisis se vuelve indispensable«, dijo.
Su principal temor fue llegar a la diálisis que finalmente se concretó. «Es algo que todavía me cuesta aceptar porque te cambia la vida. Perdés calidad de vida y dependés de algo que te tiene que asistir. Lo afronté como pude, con bastante angustia, pero siempre apoyada por mi familia y mis amigas», admitió.
Tiempo atrás, se anotó en lista de espera del Incucai con la esperanza de recibir un trasplante de riñón. La contactaron en algunas ocasiones, pero hasta ahora, el donante no llegó. «Mi hijo tiene la misma enfermedad que yo. Mi hija no: ella quiso donarme su riñón, pero no la dejé«, dijo.
Córdoba, la provincia donde encontró la esperanza
En los últimos años, Analía decidió evitar Bariloche durante los inviernos porque, explicó, una de las características de la enfermedad es que el cuerpo no regula la temperatura y se padece el frío en gran medida.El año pasado eligió transitar esos meses en Córdoba donde se reencontró con una pareja conocida.
A su regreso a Córdoba, Florencia Darrigo le planteó a su esposo y a sus hijos que sentía la necesidad de ayudar a Analía, donándole su riñón. Sus hijos celebraron el anuncio y le ratificaron que harían lo mismo por un amigo; mientras que su pareja también se comprometió a acompañarla.
«En diciembre, ambos volvieron a Bariloche para darme la noticia. No puedo describir lo que sentí en ese momento. No son amigos de toda la vida.Hoy estamos embarcados en este trámite enorme de papeles, de estudios médicos y abogados. Lo tuvo que autorizar el juez porque no somos familia», contó.
Analía fue asesorada por Facundo Barrio Martín, de la Defensoría 8 de Bariloche, que optó no por presentar un amparo sino «una medida autosatisfactiva«, una especie de demanda autónoma. De esta forma, el defensor acreditó «un gesto de altruismo» por parte de la pareja donante, descartando cualquier rédito económico, propuso testigos y hasta un informe socioambiental. Tras algunas entrevistas con la jueza, se logró la sentencia favorable.
«Ahora -continuó Analía esperanzada-estamos en la recta final. En estos días, sabré cuándo entro al quirófano en la Fundación Favaloro«.
Después de una espera tan larga, consideró que es «una gran sorpresa de la vida. La familia es la que se hace y el agradecimiento es eterno. Aspiro a disfrutar cada instante de la vida.Es una esperanza enorme de envejecer en paz». (El diario Río Negro)
Por Lorena Roncarolo
Cuando era adolescente, Analía supo que la poliquistosis renal era una enfermedad hereditaria en su familia materna. Desde Italia, le advirtieron que muchos parientes ya habían muerto. Con solo 15 años, inició un camino que se extendería hasta hoy,al confirmar el diagnóstico y tener que someterse a constantes ecografías anuales y análisis clínicos para evaluar la progresión de lapatología.
En estos años, perdió a su abuela, a su madre, a su hermana, tíos y un primo a causa del mismo diagnóstico. Hoy, Analía Galli transita sus 60 años, sus riñones dejaron de funcionar y tres veces por semana, se somete a diálisis, durante cinco horas. Sin embargo, nunca perdió las esperanzas. Y en pocas semanas,una amiga le donará un riñón que no solo mejorará su calidad de su vida sino que le marcará un nuevo camino.
«Soy la más longeva de mi familia. Mi mamá falleció cuando tenía 50 años. También mi hermana que era 9 años mayor que yo.Esta enfermedad no te da síntomas«, comentó la mujer oriunda de La Plata que vive en Bariloche desde hace 40 años.
Advirtió que «sus familiares murieron en otro tiempo. Los más grandes ni siquiera llegaron a conocer los motivos. Un primo fue trasplantado, pero en ese momento, se usaban otras técnicas y no resistió. Mi hermana y mi mamá sufrieron un aneurisma cerebral, un factor muy relacionado a la poliquistosis. No llegaron al proceso que atravieso hoy», comentó.
Esta maestra jardinera que ejerció muy pocos años en Dina Huapi, se abocó a la artesanía de muebles y a la decoración. También trabajó en un centro cultural para personas con discapacidad. Hoy ya no está activa.
Llevó una vida «casi normal» hasta hace tres años. «La poliquistosis va deteriorando los riñones que filtran la sangre y cumplen muchas funciones en el cuerpo. Al no funcionar, todo empieza a andar mal«, indicó.
La diálisis, su principal temor
La mujer fue notando un deterioro progresivo, con pérdida de energía y vitalidad, recurrentes infecciones urinarias y dolores musculares. «Llega un momento en que los riñones no filtran las toxinas, uno requiere ser asistido por una máquina y la diálisis se vuelve indispensable«, dijo.
Su principal temor fue llegar a la diálisis que finalmente se concretó. «Es algo que todavía me cuesta aceptar porque te cambia la vida. Perdés calidad de vida y dependés de algo que te tiene que asistir. Lo afronté como pude, con bastante angustia, pero siempre apoyada por mi familia y mis amigas», admitió.
Tiempo atrás, se anotó en lista de espera del Incucai con la esperanza de recibir un trasplante de riñón. La contactaron en algunas ocasiones, pero hasta ahora, el donante no llegó. «Mi hijo tiene la misma enfermedad que yo. Mi hija no: ella quiso donarme su riñón, pero no la dejé«, dijo.
Córdoba, la provincia donde encontró la esperanza
En los últimos años, Analía decidió evitar Bariloche durante los inviernos porque, explicó, una de las características de la enfermedad es que el cuerpo no regula la temperatura y se padece el frío en gran medida.El año pasado eligió transitar esos meses en Córdoba donde se reencontró con una pareja conocida.
A su regreso a Córdoba, Florencia Darrigo le planteó a su esposo y a sus hijos que sentía la necesidad de ayudar a Analía, donándole su riñón. Sus hijos celebraron el anuncio y le ratificaron que harían lo mismo por un amigo; mientras que su pareja también se comprometió a acompañarla.
«En diciembre, ambos volvieron a Bariloche para darme la noticia. No puedo describir lo que sentí en ese momento. No son amigos de toda la vida.Hoy estamos embarcados en este trámite enorme de papeles, de estudios médicos y abogados. Lo tuvo que autorizar el juez porque no somos familia», contó.
Analía fue asesorada por Facundo Barrio Martín, de la Defensoría 8 de Bariloche, que optó no por presentar un amparo sino «una medida autosatisfactiva«, una especie de demanda autónoma. De esta forma, el defensor acreditó «un gesto de altruismo» por parte de la pareja donante, descartando cualquier rédito económico, propuso testigos y hasta un informe socioambiental. Tras algunas entrevistas con la jueza, se logró la sentencia favorable.
«Ahora -continuó Analía esperanzada-estamos en la recta final. En estos días, sabré cuándo entro al quirófano en la Fundación Favaloro«.
Después de una espera tan larga, consideró que es «una gran sorpresa de la vida. La familia es la que se hace y el agradecimiento es eterno. Aspiro a disfrutar cada instante de la vida.Es una esperanza enorme de envejecer en paz». (El diario Río Negro)