Por Pedro Méndez
pedromendez@grupojornada.com
Es muy emotivo descubrir algunas partes, ciertas imágenes y lugares de nuestra Patagonia, entre los velos y vestigios de la historia universal. La sensibilidad a lo visible es lo que destaca a una isla de Chubut que es parte esencial de la historia literaria de la humanidad.
La boa y el elefante, una de las ilustraciones más célebres de “El Principito”, de Antoine de Saint-Exupéry, que mantiene su existencia y sus formas, tal como las percibió el escritor francés desde su avión, volando por el cielo de la Patagonia Argentina, una tierra que le sirvió de inspiración para varias de sus creaciones.
Para ponernos en contexto. Saint Exupéry era piloto y director de la Aeroposta y el encargado de coordinar los servicios en Sudamérica.
A bordo de su avión, partía del aeródromo de Harding Green, de Bahía Blanca, y solía hacer escala en San Antonio Oeste, Trelew, hasta llegar a Comodoro Rivadavia.
Tiempo en el aire, momento ideal para que la imaginación también vuele y se encuentre con historias que el destino y el tiempo, han convertido en épicas y memorables.
Volar sobre la Península Valdés, de día, y en esos días claros, soleados y con poco viento, hasta llegar a la Isla de los Pájaros, es el viaje de imaginación sublime. Pero es real. Tan real como logra divisar ese lugar.Y, apoyados en nuestra imaginación podemos verlo todo. Desde lo alto se puede observar ese sombrero, que no es un sombrero, sino que es boa con un elefante en su interior.
La historia de la boa y el elefante es un ejemplo clásico de pensamiento lateral. En lugar de seguir insistiendo en que los demás vean un elefante dentro de una boa, el narrador acepta la percepción de los adultos y se mueve en una dirección diferente, eligiendo eventualmente convertirse en piloto.Sin embargo, la esencia de su creatividad, simbolizada por el dibujo, permanece intacta y se convierte en una herramienta clave para su encuentro con El Principito.
Cuando se encuentran por primera vez, el Principito le pide al piloto que le dibuje un cordero (u oveja, dependiendo de la traducción) y luego de varios intentos, que no logran convencer a El Principito, le dibuja una caja con tres agujeros. Cuando El Principito pregunta por el cordero, el narrador le dice que está dentro de la caja. Sorprendido, su pequeño interlocutor acepta el dibujo, en un claro ejemplo de compartir la percepción del narrador que dibujo un elefante, dentro de una boa.
La ficción y la realidad que se entrecruzan en esta historia, siguen obteniendo miradas llenas de curiosidad y que le dedican homenajes que mantienen vigentes sus emotivas existencias.
El Principito sigue siendo de los libros infantiles más reeditados y leídos, y Antoine de Saint-Exupéry sigue siendo una leyenda en la historia de la aviación mundial.
Hace más de diez años, una veintena de aviadores, en homenaje al autor de El Principito, recrea la ruta de Aeropostale, en una acción que llaman el Raid Latécoère-Aéropostale. Partiendo de Francia, pasan por África, hacen escala en Brasil y se dirigen hacia la Patagonia. Está dividido en siete escalas, con una fuerte presencia en países africanos y sudamericanos. Los tripulantes viajan de aeródromo en aeródromo, siguiendo las escalas que Saint Exupéry inauguró.
Por Pedro Méndez
pedromendez@grupojornada.com
Es muy emotivo descubrir algunas partes, ciertas imágenes y lugares de nuestra Patagonia, entre los velos y vestigios de la historia universal. La sensibilidad a lo visible es lo que destaca a una isla de Chubut que es parte esencial de la historia literaria de la humanidad.
La boa y el elefante, una de las ilustraciones más célebres de “El Principito”, de Antoine de Saint-Exupéry, que mantiene su existencia y sus formas, tal como las percibió el escritor francés desde su avión, volando por el cielo de la Patagonia Argentina, una tierra que le sirvió de inspiración para varias de sus creaciones.
Para ponernos en contexto. Saint Exupéry era piloto y director de la Aeroposta y el encargado de coordinar los servicios en Sudamérica.
A bordo de su avión, partía del aeródromo de Harding Green, de Bahía Blanca, y solía hacer escala en San Antonio Oeste, Trelew, hasta llegar a Comodoro Rivadavia.
Tiempo en el aire, momento ideal para que la imaginación también vuele y se encuentre con historias que el destino y el tiempo, han convertido en épicas y memorables.
Volar sobre la Península Valdés, de día, y en esos días claros, soleados y con poco viento, hasta llegar a la Isla de los Pájaros, es el viaje de imaginación sublime. Pero es real. Tan real como logra divisar ese lugar.Y, apoyados en nuestra imaginación podemos verlo todo. Desde lo alto se puede observar ese sombrero, que no es un sombrero, sino que es boa con un elefante en su interior.
La historia de la boa y el elefante es un ejemplo clásico de pensamiento lateral. En lugar de seguir insistiendo en que los demás vean un elefante dentro de una boa, el narrador acepta la percepción de los adultos y se mueve en una dirección diferente, eligiendo eventualmente convertirse en piloto.Sin embargo, la esencia de su creatividad, simbolizada por el dibujo, permanece intacta y se convierte en una herramienta clave para su encuentro con El Principito.
Cuando se encuentran por primera vez, el Principito le pide al piloto que le dibuje un cordero (u oveja, dependiendo de la traducción) y luego de varios intentos, que no logran convencer a El Principito, le dibuja una caja con tres agujeros. Cuando El Principito pregunta por el cordero, el narrador le dice que está dentro de la caja. Sorprendido, su pequeño interlocutor acepta el dibujo, en un claro ejemplo de compartir la percepción del narrador que dibujo un elefante, dentro de una boa.
La ficción y la realidad que se entrecruzan en esta historia, siguen obteniendo miradas llenas de curiosidad y que le dedican homenajes que mantienen vigentes sus emotivas existencias.
El Principito sigue siendo de los libros infantiles más reeditados y leídos, y Antoine de Saint-Exupéry sigue siendo una leyenda en la historia de la aviación mundial.
Hace más de diez años, una veintena de aviadores, en homenaje al autor de El Principito, recrea la ruta de Aeropostale, en una acción que llaman el Raid Latécoère-Aéropostale. Partiendo de Francia, pasan por África, hacen escala en Brasil y se dirigen hacia la Patagonia. Está dividido en siete escalas, con una fuerte presencia en países africanos y sudamericanos. Los tripulantes viajan de aeródromo en aeródromo, siguiendo las escalas que Saint Exupéry inauguró.