El Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica (UCA) analizó los últimos datos de pobreza difundidos por el INDEC y planteó matices que ponen en duda la magnitud de la mejora.
En diálogo con Jornada Radio), Juan Manuel Lucero fue claro al señala dijo no cuestionar el dato del INDEC ni sostener que haya manipulación. “Lo que buscamos es profundizar el análisis de un fenómeno que genera sospecha, porque la baja de la pobreza que muestran las estadísticas no se percibe en la calle ni en el bolsillo de la gente”.
El especialista recordó que la pobreza oficial se mide a partir del ingreso de los hogares y su comparación con la canasta básica. Sin embargo, advirtió: “Cuando medimos pobreza por ingresos, la inflación puede tener un impacto distorsivo. Además, las canastas utilizadas responden a patrones de consumo del año 2004-2005. En la encuesta más reciente, de 2017, los servicios tenían mucho más peso, y hoy no están reflejados en la misma proporción”.
En ese sentido, explicó que la canasta de pobreza e indigencia creció por debajo de la inflación debido a que los alimentos —que pesan más en el cálculo— aumentaron menos que los servicios. “Eso hace que la pobreza aparezca más baja de lo que realmente es”, puntualizó.
Por su parte, Juan Ignacio Bonfiglio sumó que otros indicadores no acompañan la supuesta mejora. “Las condiciones del mercado de trabajo no mejoraron, los ingresos tampoco lo hicieron de manera sustantiva y el crecimiento económico no justifica un descenso tan fuerte de la pobreza. Lo que vemos es que las familias trabajan más y les alcanza menos”.
También marcó que el Observatorio no cuestiona la transparencia del INDEC, sino el uso político del dato. “Lo que ponemos en discusión es la utilización de las cifras. Se habla de una mejora espectacular, pero esa estadística no se refleja en la vida cotidiana, sobre todo en los hogares más vulnerables de la Patagonia”.
Otro aspecto que destacaron es el deterioro de la clase media. Bonfiglio explicó: “No necesariamente hablamos de desaparición de la clase media, pero sí de un proceso de empobrecimiento. Eso significa que mi capacidad de consumo hoy es mucho menor que la que tenía hace uno o dos años. No me convierto en pobre, pero sí veo mi situación muy deteriorada”.
Finalmente, los especialistas coincidieron en la necesidad de enriquecer la medición de la pobreza. “No basta con mirar ingresos y canasta básica. Hay que incorporar acceso a salud, educación, vivienda y otros componentes centrales del bienestar”, remarcaron.
El Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica (UCA) analizó los últimos datos de pobreza difundidos por el INDEC y planteó matices que ponen en duda la magnitud de la mejora.
En diálogo con Jornada Radio), Juan Manuel Lucero fue claro al señala dijo no cuestionar el dato del INDEC ni sostener que haya manipulación. “Lo que buscamos es profundizar el análisis de un fenómeno que genera sospecha, porque la baja de la pobreza que muestran las estadísticas no se percibe en la calle ni en el bolsillo de la gente”.
El especialista recordó que la pobreza oficial se mide a partir del ingreso de los hogares y su comparación con la canasta básica. Sin embargo, advirtió: “Cuando medimos pobreza por ingresos, la inflación puede tener un impacto distorsivo. Además, las canastas utilizadas responden a patrones de consumo del año 2004-2005. En la encuesta más reciente, de 2017, los servicios tenían mucho más peso, y hoy no están reflejados en la misma proporción”.
En ese sentido, explicó que la canasta de pobreza e indigencia creció por debajo de la inflación debido a que los alimentos —que pesan más en el cálculo— aumentaron menos que los servicios. “Eso hace que la pobreza aparezca más baja de lo que realmente es”, puntualizó.
Por su parte, Juan Ignacio Bonfiglio sumó que otros indicadores no acompañan la supuesta mejora. “Las condiciones del mercado de trabajo no mejoraron, los ingresos tampoco lo hicieron de manera sustantiva y el crecimiento económico no justifica un descenso tan fuerte de la pobreza. Lo que vemos es que las familias trabajan más y les alcanza menos”.
También marcó que el Observatorio no cuestiona la transparencia del INDEC, sino el uso político del dato. “Lo que ponemos en discusión es la utilización de las cifras. Se habla de una mejora espectacular, pero esa estadística no se refleja en la vida cotidiana, sobre todo en los hogares más vulnerables de la Patagonia”.
Otro aspecto que destacaron es el deterioro de la clase media. Bonfiglio explicó: “No necesariamente hablamos de desaparición de la clase media, pero sí de un proceso de empobrecimiento. Eso significa que mi capacidad de consumo hoy es mucho menor que la que tenía hace uno o dos años. No me convierto en pobre, pero sí veo mi situación muy deteriorada”.
Finalmente, los especialistas coincidieron en la necesidad de enriquecer la medición de la pobreza. “No basta con mirar ingresos y canasta básica. Hay que incorporar acceso a salud, educación, vivienda y otros componentes centrales del bienestar”, remarcaron.