Por Lorena Leeming / Redacción Jornada
En un contexto de hiperconexión tecnológica y soledad emocional, la médica psiquiatra y forense Vanina Botta advirtió en una entrevista con Jornada, sobre el crecimiento alarmante del suicidio en niños, niñas y adolescentes.
Habla de la desesperanza como síntoma social, de los mitos que aún rodean al suicidio, y de la urgencia de reconstruir comunidad para prevenirlo.
Por momentos, la prestigiosa profesional, se expresa con la calma de quien lleva años mirando de frente el dolor. Su tono es sereno, pero sus palabras no dejan espacio para la indiferencia. “En 2024, el suicidio se convirtió en la primera causa de muerte entre niños, niñas y adolescentes en Argentina, superando a los accidentes de tránsito. Los números -dice - son alarmantes y profundamente tristes”.
Hilando más fino en estadísticas, aseguró que este año (2025), ya 4950 personas murieron por suicidio. Por cada fallecimiento, hay otros 20 intentosde quitarse la vida. “Estos números son del Ministerio de Seguridad porque el suicidio sigue considerándose como una muerte violenta, al igual que los homicidios y los accidentes. Eso es lo que se está tratando de incluir en la nueva Ley. Que sea un tema de Salud y no de Seguridad”.

“No estamos hablando de casos aislados. El suicidio trasciende a toda la sociedad: a los compañeros de escuela, de trabajo, a las familias, a los barrios. No afecta solo a una persona”, explica.
La médica psiquiatra sostiene que la soledad, la desesperación y la desesperanza son hoy los principales factores de riesgo. Y lo más contradictorio, enfatiza, es que vivimos en un siglo hiperconectado, hipertecnológico, pero “los pibes y pibas se sienten solos”.
La soledad en tiempos de conexión
Botta grafica a la actual, como una generación que creció entre pantallas y redes sociales, pero que -paradójicamente - experimenta un profundo aislamiento emocional. “Es un momento histórico sumamente hostil. Tenemos una sociedad hipercomunicada, pero sin vínculos reales”, reflexiona.
Esa desconexión se traduce en un sufrimiento silencioso: “Escuchar a un adolescente decir que se siente solo, desesperado, que piensa en quitarse la vida, es tristísimo. Y debería hacernos ruido como sociedad”.

Las causas: una trama compleja
“El suicidio es multicausal, multifactorial”, advierte. No hay una única explicación. Se entrelazan condiciones biológicas, sociales, culturales y ambientales.
Entre los factores de riesgo, Botta menciona ser varón, joven, tener alguna patología mental (muchas veces sin diagnosticar), consumo de sustancias, haber vivido abusos, bullying o situaciones traumáticas, o tener antecedentes familiares de suicidio.
“Las diferencias de género son fuertes. Cuatro varones por cada mujer mueren por suicidio. Y eso también tiene que ver con cómo criamos: al varón no se le permite llorar, no se le permite decir lo que siente ni pedir ayuda. Eso lo enferma".
Señales de alerta y prevención
Detectar el sufrimiento, dice, empieza por mirar y escuchar.
“El encierro, la irritabilidad, la tristeza, la culpa, las ideas de ruina o de muerte son señales que deben preocuparnos. Y ojo, la depresión muchas veces se manifiesta como enojo o violencia”, aclara.
También advierte sobre el consumo de alcohol y drogas en adolescentes. “El consumo no solo agrava el riesgo, también anestesia el dolor, lo tapa. Por eso hay que estar muy atentos”.
Sin embargo, insiste: el suicidio puede prevenirse en la gran mayoría de los casos.“Necesitamos fomentar factores protectores: redes reales, vínculos de contención, lugares donde los chicos puedan hablar sin miedo. No redes virtuales, sino redes humanas, donde alguien te escuche y te sostenga la mirada”.
Los mitos que todavía matan
Hablar del suicidio, dice Botta, todavía está lleno de tabúes.“Se piensa que quien avisa no se suicida, y es mentira. Si mirás hacia atrás, la mayoría avisó de alguna forma. También se cree que solo un profesional puede ayudar, y no: la escucha genuina, amorosa, sin juzgar, puede salvar una vida”.
Otro mito peligroso, señala, es que quien intenta suicidarse “lo hace para llamar la atención”. “No. Lo hace porque sufre. Nadie juega con eso. Hay que dejar de deslegitimar el sufrimiento”.
Una sociedad en crisis emocional
Botta recuerda que tras la pandemia aumentaron los casos de depresión y ansiedad en todo el mundo, y especialmente en América Latina. “La depresión será la próxima epidemia. Y si eso ocurre, es porque como sociedad estamos haciendo algo mal”, asegura.
Por eso su propuesta es clara: reconstruir lazos comunitarios. “Volver a armar comunidad, tender puentes, colaborar, escuchar, empatizar. Los valores solidarios y humanos son hoy un antídoto frente a esta crisis de salud mental”.

El rol de la escuela, del Estado y de los medios
Vanina menciona la necesidad de que las instituciones educativas se involucren. “Así como existen la Ley Lucio o la Ley Micaela, es urgente una ley para la prevención del suicidio infantil y adolescente”, plantea.
Y agrega: “Los medios de comunicación tienen un papel clave. Pero deben hacerlo con responsabilidad, con profesionales formados. Hablar del tema salva vidas, pero hay que hacerlo bien”.
“No quieren morir, quieren dejar de sufrir”
Antes de cerrar, Botta vuelve al punto que más le importa dejar claro: “La persona que se suicida no quiere morirse. Quiere dejar de sufrir. No aguanta más el dolor, la soledad, la desesperación. Si entendemos eso, podemos actuar distinto, podemos prevenir”.
Su mensaje final es simple y poderoso: “Preguntar cómo estás, decir te escucho, cebar un mate mientras el otro llora, eso también salva. El cerebro es social, necesita la presencia de otros. Hablar alivia. Escuchar salva”, concluye.

Por Lorena Leeming / Redacción Jornada
En un contexto de hiperconexión tecnológica y soledad emocional, la médica psiquiatra y forense Vanina Botta advirtió en una entrevista con Jornada, sobre el crecimiento alarmante del suicidio en niños, niñas y adolescentes.
Habla de la desesperanza como síntoma social, de los mitos que aún rodean al suicidio, y de la urgencia de reconstruir comunidad para prevenirlo.
Por momentos, la prestigiosa profesional, se expresa con la calma de quien lleva años mirando de frente el dolor. Su tono es sereno, pero sus palabras no dejan espacio para la indiferencia. “En 2024, el suicidio se convirtió en la primera causa de muerte entre niños, niñas y adolescentes en Argentina, superando a los accidentes de tránsito. Los números -dice - son alarmantes y profundamente tristes”.
Hilando más fino en estadísticas, aseguró que este año (2025), ya 4950 personas murieron por suicidio. Por cada fallecimiento, hay otros 20 intentosde quitarse la vida. “Estos números son del Ministerio de Seguridad porque el suicidio sigue considerándose como una muerte violenta, al igual que los homicidios y los accidentes. Eso es lo que se está tratando de incluir en la nueva Ley. Que sea un tema de Salud y no de Seguridad”.

“No estamos hablando de casos aislados. El suicidio trasciende a toda la sociedad: a los compañeros de escuela, de trabajo, a las familias, a los barrios. No afecta solo a una persona”, explica.
La médica psiquiatra sostiene que la soledad, la desesperación y la desesperanza son hoy los principales factores de riesgo. Y lo más contradictorio, enfatiza, es que vivimos en un siglo hiperconectado, hipertecnológico, pero “los pibes y pibas se sienten solos”.
La soledad en tiempos de conexión
Botta grafica a la actual, como una generación que creció entre pantallas y redes sociales, pero que -paradójicamente - experimenta un profundo aislamiento emocional. “Es un momento histórico sumamente hostil. Tenemos una sociedad hipercomunicada, pero sin vínculos reales”, reflexiona.
Esa desconexión se traduce en un sufrimiento silencioso: “Escuchar a un adolescente decir que se siente solo, desesperado, que piensa en quitarse la vida, es tristísimo. Y debería hacernos ruido como sociedad”.

Las causas: una trama compleja
“El suicidio es multicausal, multifactorial”, advierte. No hay una única explicación. Se entrelazan condiciones biológicas, sociales, culturales y ambientales.
Entre los factores de riesgo, Botta menciona ser varón, joven, tener alguna patología mental (muchas veces sin diagnosticar), consumo de sustancias, haber vivido abusos, bullying o situaciones traumáticas, o tener antecedentes familiares de suicidio.
“Las diferencias de género son fuertes. Cuatro varones por cada mujer mueren por suicidio. Y eso también tiene que ver con cómo criamos: al varón no se le permite llorar, no se le permite decir lo que siente ni pedir ayuda. Eso lo enferma".
Señales de alerta y prevención
Detectar el sufrimiento, dice, empieza por mirar y escuchar.
“El encierro, la irritabilidad, la tristeza, la culpa, las ideas de ruina o de muerte son señales que deben preocuparnos. Y ojo, la depresión muchas veces se manifiesta como enojo o violencia”, aclara.
También advierte sobre el consumo de alcohol y drogas en adolescentes. “El consumo no solo agrava el riesgo, también anestesia el dolor, lo tapa. Por eso hay que estar muy atentos”.
Sin embargo, insiste: el suicidio puede prevenirse en la gran mayoría de los casos.“Necesitamos fomentar factores protectores: redes reales, vínculos de contención, lugares donde los chicos puedan hablar sin miedo. No redes virtuales, sino redes humanas, donde alguien te escuche y te sostenga la mirada”.
Los mitos que todavía matan
Hablar del suicidio, dice Botta, todavía está lleno de tabúes.“Se piensa que quien avisa no se suicida, y es mentira. Si mirás hacia atrás, la mayoría avisó de alguna forma. También se cree que solo un profesional puede ayudar, y no: la escucha genuina, amorosa, sin juzgar, puede salvar una vida”.
Otro mito peligroso, señala, es que quien intenta suicidarse “lo hace para llamar la atención”. “No. Lo hace porque sufre. Nadie juega con eso. Hay que dejar de deslegitimar el sufrimiento”.
Una sociedad en crisis emocional
Botta recuerda que tras la pandemia aumentaron los casos de depresión y ansiedad en todo el mundo, y especialmente en América Latina. “La depresión será la próxima epidemia. Y si eso ocurre, es porque como sociedad estamos haciendo algo mal”, asegura.
Por eso su propuesta es clara: reconstruir lazos comunitarios. “Volver a armar comunidad, tender puentes, colaborar, escuchar, empatizar. Los valores solidarios y humanos son hoy un antídoto frente a esta crisis de salud mental”.

El rol de la escuela, del Estado y de los medios
Vanina menciona la necesidad de que las instituciones educativas se involucren. “Así como existen la Ley Lucio o la Ley Micaela, es urgente una ley para la prevención del suicidio infantil y adolescente”, plantea.
Y agrega: “Los medios de comunicación tienen un papel clave. Pero deben hacerlo con responsabilidad, con profesionales formados. Hablar del tema salva vidas, pero hay que hacerlo bien”.
“No quieren morir, quieren dejar de sufrir”
Antes de cerrar, Botta vuelve al punto que más le importa dejar claro: “La persona que se suicida no quiere morirse. Quiere dejar de sufrir. No aguanta más el dolor, la soledad, la desesperación. Si entendemos eso, podemos actuar distinto, podemos prevenir”.
Su mensaje final es simple y poderoso: “Preguntar cómo estás, decir te escucho, cebar un mate mientras el otro llora, eso también salva. El cerebro es social, necesita la presencia de otros. Hablar alivia. Escuchar salva”, concluye.