Ramón Díaz: "El fútbol es para hombres, no para chicas"

En una conferencia de prensa tras el empate con Bahía, el entrenador del Inter de Porto Alegre, se quejó del cuerpo arbitral -entre ellos una mujer- y generó indignación. que causó controversia y descontento. “El fútbol es para hombres, no para chicas”. Después, pidió disculpas por sus dichos a través de su cuenta de Instagram.

Ramón Angel Díaz. Habla, cuestiona y luego se disculpa.
09 NOV 2025 - 15:29 | Actualizado 09 NOV 2025 - 17:14

Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada

El hombre es un prócer, futbolístico, al menos en River, donde ganó todo o casi todo como jugador y técnico. Un poco menos en San Lorenzo y en menor medida en el exterior, donde le ha ido bien y mal, siempre teniendo en cuenta los resultados deportivos. Se llama Ramón Ángel Díaz y le dicen "Pelado". Y ahora se encuentra en Brasil.

Sin embargo, a pesar de ser un hábil declarante y pícaro gestual (es memorable su “yo, no” con el dedo y ante la hinchada de Boca al no hacerse cargo del descenso del “Millonario”); viene cometiendo gruesos errores. Tal vez por la impotencia de un mal presente de su equipo, el Inter de Porto Alegre que hace cinco juegos que no gana y se acerca de la zona del descenso del Torneo Brasileirao o para justificar su impericia (el fin de semana empató 2 a 2 con Bahía), cuestionó a la terna arbitral y por efecto transitivo al VAR. Le habían anulado un gol. En ese intento metió una frase desafortunada.Muy: "El fútbol es para hombres, no para chicas, es para hombres”. Tamaña pelotudez.

Horas después, se disculpó. Lo hizo por intermedio de una historia en su cuenta de Instagram: "En mi rueda de prensa posterior al partido de ayer, hice una desafortunada comparación al referirme a una jugada específica. Reconozco que me equivoqué en mi razonamiento y pido disculpas. Siempre debemos mejorar, y espero que este episodio nos sirva de aprendizaje". Dudoso.

Díaz, que le fue muy bien en Europa como jugador, ya tuvo inconvenientes en tiempos pasados. Cuando estaba a cargo del Vasco Da Gama (también de Brasil), criticó a la jueza que estaba a cargo del VAR: "En el último partido nos pasó jugando de local en Vasco, una señorita, una mujer, fue un penal e interpretó de otra manera... que el fútbol es diferente y principalmente que el VAR lo tenga que decidir una mujer, me parece que es bastante complicado para eso, porque el fútbol es tan dinámico".

También se disculpó alegando que su declaración había sido mal interpretada. Nuevamente dudoso.

En realidad, tanto la dirigencia del conjunto carioca como la del Gaúcho o el contexto reaccionario lo obligaron. El piensa como lo expresa. No quiere a las mujeres en el fútbol. No las quiere. Antidiluviano. Atrasa. Y no es el único. Como si el fútbol fuese propiedad de los hombres o tuviese género.

Es la estupidez humana llevada demasiado lejos. La que ni se enteró que Corea del Norte se consagró bicampeona del Mundial de Fútbol Femenino Sub-17 jugado en Marruecos hace 24 horas atrás.

Corea del Norte, bicampeona mundial del Fútbol Femenino Sub-17.

Borradas

Las mujeres pueden ser borradas de los libros, pero no de las canchas. Porque en las canchas —esas patrias de barro, de sol y de sueños— siguen dejando huellas que ningún olvido puede borrar. Allí están, con los botines atados al alma, corriendo detrás de una pelota que también es una metáfora de libertad. Nadie puede borrar del césped la historia que escriben con los pies.

Pueden ser borradas de la historia, pero no de la memoria. Porque la memoria no se archiva ni se esconde: vibra en cada grito, en cada gambeta, en cada gol que desafía el silencio. La memoria se alimenta de gestos invisibles, de camisetas sin nombre, de pelotas de trapo y potreros que se negaron a ser territorio prohibido.

Pueden ser invisibilizadas en el fútbol, pero no de su pasión. Esa pasión que no conoce de permisos, que se enciende sin pedir disculpas, que late como un corazón que no se rinde. Porque el fútbol no tiene género, tiene alma. Y ellas, las mujeres del fútbol, juegan con el alma en carne viva, con los ojos encendidos, con la alegría de quien sabe que cada pelota puede ser una revancha.

Pueden ser consideradas de “segunda”, pero no serlo. Porque ser de primera no se mide en trofeos, sino en la dignidad del esfuerzo, en el amor por el juego, en la convicción de seguir cuando nadie las mira. Ellas también sangran la derrota y celebran la victoria. También sueñan con estadios llenos y con gritos de gol que les devuelvan el eco de una historia propia.

Pueden tener un “techo de cristal”, pero aun así miran el cielo. Porque saben que los techos también se rompen a patadas, como se rompen los prejuicios, los moldes y las barreras. Miran el cielo no para conformarse, sino para conquistarlo, para recordar que su destino no está debajo, sino arriba, entre las nubes donde habitan los sueños posibles.

Pueden decirles que son de la B, pero juegan como si el mundo las mirara, porque su fútbol es poesía en movimiento, coraje con forma de pase, arte en la esquina del área. Juegan por ellas y por las que vendrán. Porque cada pelota disputada es una causa, cada partido un manifiesto, cada gol un acto de justicia.

Porque son de primera. Porque siempre lo fueron, aunque las miradas se hayan demorado en descubrirlo. Porque la primera división de la vida está hecha de coraje, de esfuerzo, de persistencia, y ellas tienen de sobra.

Entonces, ¿por qué no se las dibuja?

Quizás porque durante años el pincel estuvo en manos ajenas, porque el lienzo del fútbol fue pintado con una sola mirada. Pero ahora, ellas están dibujando su propia historia: con trazos firmes, con colores nuevos, con la tinta de su juego y el pulso de su rebeldía.

El fútbol femenino no pide permiso. Entra, juega, transforma.

Es un canto que no se calla, una bandera que no se baja, una revolución que se juega con botines.

Porque el gol también tiene nombre de mujer.

Y en ese grito que quiebra el aire, se escucha algo más grande que un resultado: se escucha el eco de todas las que estuvieron, las que están y las que vienen corriendo desde el futuro para seguir escribiendo esta historia que, por fin, empieza a ser contada.

Muchos se lamentaron cuando “el segundo riojano más famoso” fue dejado afuera de la lista del seleccionado nacional en el Mundial de Italia 90. En ese entonces, aún jugaba en el Internazionale de ese país, uno de los grandes clubes del planeta. Ahora, tal vez, uno entienda a Maradona, Bilardo y Grondona, que, tan equivocados no estaban. Siempre fue un pelotudo. Y a pedal. Y, lamentablemente, no es el único.

Ramón Angel Díaz. Habla, cuestiona y luego se disculpa.
09 NOV 2025 - 15:29

Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada

El hombre es un prócer, futbolístico, al menos en River, donde ganó todo o casi todo como jugador y técnico. Un poco menos en San Lorenzo y en menor medida en el exterior, donde le ha ido bien y mal, siempre teniendo en cuenta los resultados deportivos. Se llama Ramón Ángel Díaz y le dicen "Pelado". Y ahora se encuentra en Brasil.

Sin embargo, a pesar de ser un hábil declarante y pícaro gestual (es memorable su “yo, no” con el dedo y ante la hinchada de Boca al no hacerse cargo del descenso del “Millonario”); viene cometiendo gruesos errores. Tal vez por la impotencia de un mal presente de su equipo, el Inter de Porto Alegre que hace cinco juegos que no gana y se acerca de la zona del descenso del Torneo Brasileirao o para justificar su impericia (el fin de semana empató 2 a 2 con Bahía), cuestionó a la terna arbitral y por efecto transitivo al VAR. Le habían anulado un gol. En ese intento metió una frase desafortunada.Muy: "El fútbol es para hombres, no para chicas, es para hombres”. Tamaña pelotudez.

Horas después, se disculpó. Lo hizo por intermedio de una historia en su cuenta de Instagram: "En mi rueda de prensa posterior al partido de ayer, hice una desafortunada comparación al referirme a una jugada específica. Reconozco que me equivoqué en mi razonamiento y pido disculpas. Siempre debemos mejorar, y espero que este episodio nos sirva de aprendizaje". Dudoso.

Díaz, que le fue muy bien en Europa como jugador, ya tuvo inconvenientes en tiempos pasados. Cuando estaba a cargo del Vasco Da Gama (también de Brasil), criticó a la jueza que estaba a cargo del VAR: "En el último partido nos pasó jugando de local en Vasco, una señorita, una mujer, fue un penal e interpretó de otra manera... que el fútbol es diferente y principalmente que el VAR lo tenga que decidir una mujer, me parece que es bastante complicado para eso, porque el fútbol es tan dinámico".

También se disculpó alegando que su declaración había sido mal interpretada. Nuevamente dudoso.

En realidad, tanto la dirigencia del conjunto carioca como la del Gaúcho o el contexto reaccionario lo obligaron. El piensa como lo expresa. No quiere a las mujeres en el fútbol. No las quiere. Antidiluviano. Atrasa. Y no es el único. Como si el fútbol fuese propiedad de los hombres o tuviese género.

Es la estupidez humana llevada demasiado lejos. La que ni se enteró que Corea del Norte se consagró bicampeona del Mundial de Fútbol Femenino Sub-17 jugado en Marruecos hace 24 horas atrás.

Corea del Norte, bicampeona mundial del Fútbol Femenino Sub-17.

Borradas

Las mujeres pueden ser borradas de los libros, pero no de las canchas. Porque en las canchas —esas patrias de barro, de sol y de sueños— siguen dejando huellas que ningún olvido puede borrar. Allí están, con los botines atados al alma, corriendo detrás de una pelota que también es una metáfora de libertad. Nadie puede borrar del césped la historia que escriben con los pies.

Pueden ser borradas de la historia, pero no de la memoria. Porque la memoria no se archiva ni se esconde: vibra en cada grito, en cada gambeta, en cada gol que desafía el silencio. La memoria se alimenta de gestos invisibles, de camisetas sin nombre, de pelotas de trapo y potreros que se negaron a ser territorio prohibido.

Pueden ser invisibilizadas en el fútbol, pero no de su pasión. Esa pasión que no conoce de permisos, que se enciende sin pedir disculpas, que late como un corazón que no se rinde. Porque el fútbol no tiene género, tiene alma. Y ellas, las mujeres del fútbol, juegan con el alma en carne viva, con los ojos encendidos, con la alegría de quien sabe que cada pelota puede ser una revancha.

Pueden ser consideradas de “segunda”, pero no serlo. Porque ser de primera no se mide en trofeos, sino en la dignidad del esfuerzo, en el amor por el juego, en la convicción de seguir cuando nadie las mira. Ellas también sangran la derrota y celebran la victoria. También sueñan con estadios llenos y con gritos de gol que les devuelvan el eco de una historia propia.

Pueden tener un “techo de cristal”, pero aun así miran el cielo. Porque saben que los techos también se rompen a patadas, como se rompen los prejuicios, los moldes y las barreras. Miran el cielo no para conformarse, sino para conquistarlo, para recordar que su destino no está debajo, sino arriba, entre las nubes donde habitan los sueños posibles.

Pueden decirles que son de la B, pero juegan como si el mundo las mirara, porque su fútbol es poesía en movimiento, coraje con forma de pase, arte en la esquina del área. Juegan por ellas y por las que vendrán. Porque cada pelota disputada es una causa, cada partido un manifiesto, cada gol un acto de justicia.

Porque son de primera. Porque siempre lo fueron, aunque las miradas se hayan demorado en descubrirlo. Porque la primera división de la vida está hecha de coraje, de esfuerzo, de persistencia, y ellas tienen de sobra.

Entonces, ¿por qué no se las dibuja?

Quizás porque durante años el pincel estuvo en manos ajenas, porque el lienzo del fútbol fue pintado con una sola mirada. Pero ahora, ellas están dibujando su propia historia: con trazos firmes, con colores nuevos, con la tinta de su juego y el pulso de su rebeldía.

El fútbol femenino no pide permiso. Entra, juega, transforma.

Es un canto que no se calla, una bandera que no se baja, una revolución que se juega con botines.

Porque el gol también tiene nombre de mujer.

Y en ese grito que quiebra el aire, se escucha algo más grande que un resultado: se escucha el eco de todas las que estuvieron, las que están y las que vienen corriendo desde el futuro para seguir escribiendo esta historia que, por fin, empieza a ser contada.

Muchos se lamentaron cuando “el segundo riojano más famoso” fue dejado afuera de la lista del seleccionado nacional en el Mundial de Italia 90. En ese entonces, aún jugaba en el Internazionale de ese país, uno de los grandes clubes del planeta. Ahora, tal vez, uno entienda a Maradona, Bilardo y Grondona, que, tan equivocados no estaban. Siempre fue un pelotudo. Y a pedal. Y, lamentablemente, no es el único.


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