Vienen por vos

Deportivo Madryn está en la antesala de una de sus horas más gloriosas. En quince días define si es de primera división cuando se mida ante Estudiantes de Rio Cuarto. Sin embargo, las críticas despiadadas no cesan. Tampoco los intereses. Por eso, hay que tener la guardia alta.

Deportivo Madryn. El once inicial ante Deportivo Morón.
20 NOV 2025 - 9:42 | Actualizado 20 NOV 2025 - 9:48

Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada

Vienen por Deportivo Madryn.

Vienen por el sur.

Vienen por vos.

No llegan con banderas ni anuncios. Llegan con esa sutileza oscura de los que siempre creyeron que podían dictar lo que vale y lo que no, lo que existe y lo que debe quedarse en silencio. Llegan porque Madryn los desnudó en plena misa, los expuso sin liturgia ni decorado, apenas con su propio reflejo haciéndoles arder la vergüenza.

No lo toleran. No lo soportan. Les incomoda que un club parido en la orilla de un golfo helado les haya torcido la narración. Les duele que un equipo nacido entre salitre y viento haya escrito una verdad que ellos no pueden tachar: que el sur también juega, que el sur también late, que el sur también manda.

¿Cómo aceptar que un equipo del borde del mapa los haga hocicar?

¿Cómo admitir que entre estepa, meseta y viento cruzado naciera un aurinegro capaz de poner de rodillas a los reyes del cemento y la marquesina?

Desde los grandes focos, esos que creen iluminarlo todo, levantan la voz sus exegetas, esas plumas que tiemblan cuando la verdad no cabe en sus libretos. Intentan explicar lo inexplicable, justificar lo injustificable, acomodar cifras, relatos, estadísticas… pero nada alcanza. Porque Madryn, con su fútbol de músculo y alma, les pateó la puerta y les apagó las certezas.

Por eso vienen.

Porque no soportan que un club de la Patagonia haya osado desafiar el orden natural de su pequeño imperio.

Vienen por esa casa que siempre habitaron sin pagar alquiler.

La Patagonia…

La que no es sólo una región; sino una madre herida que da, da y da, y recibe apenas migas.

Da energía que enciende ciudades que jamás conocerán el viento de costado.

Da minerales que otros convierten en joyas mientras acá quedan los huecos.

Da pesca para mesas lejanas, petróleo para motores ajenos, gas para inviernos que nunca oyeron un silbido austral.

Da argentinidad, carácter, patria.

Y a cambio recibe silencio.

Indiferencia.

Olvido.

Por eso vienen. Vienen por esa tierra que no pueden domesticar, por esa gente que no les debe nada, por ese club que no baja la mirada. Vienen a cobrarse lo que nunca fue suyo.

Vienen por tu soberanía.

Porque les aterra que un equipo nacido entre mareas y estepa recuerde que la patria empieza donde casi no hay nadie, pero donde nunca falta alguien: un puñado de locos que creen, que sueñan, que resisten.

Vienen porque Deportivo Madryn representa lo que ellos no controlan: orgullo sin permiso, identidad sin tutores, dignidad sin contrato.

Y eso, para ellos, es imperdonable.

Por eso la guardia alta.

Porque en el sur no se retrocede: se endurecen los pasos, se afilan los silencios, se arma el corazón.

Porque cuando sopla la tormenta, los del sur saben que no es momento de encogerse; es momento de pararse firme como faro de piedra.

Y a los faros del sur, esos que nacen con alma de oleaje y columna de viento, no los apaga nadie.

Ni aunque vengan por todo.

Ni aunque vengan por vos. Por mi. Por todos.

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Deportivo Madryn. El once inicial ante Deportivo Morón.
20 NOV 2025 - 9:42

Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada

Vienen por Deportivo Madryn.

Vienen por el sur.

Vienen por vos.

No llegan con banderas ni anuncios. Llegan con esa sutileza oscura de los que siempre creyeron que podían dictar lo que vale y lo que no, lo que existe y lo que debe quedarse en silencio. Llegan porque Madryn los desnudó en plena misa, los expuso sin liturgia ni decorado, apenas con su propio reflejo haciéndoles arder la vergüenza.

No lo toleran. No lo soportan. Les incomoda que un club parido en la orilla de un golfo helado les haya torcido la narración. Les duele que un equipo nacido entre salitre y viento haya escrito una verdad que ellos no pueden tachar: que el sur también juega, que el sur también late, que el sur también manda.

¿Cómo aceptar que un equipo del borde del mapa los haga hocicar?

¿Cómo admitir que entre estepa, meseta y viento cruzado naciera un aurinegro capaz de poner de rodillas a los reyes del cemento y la marquesina?

Desde los grandes focos, esos que creen iluminarlo todo, levantan la voz sus exegetas, esas plumas que tiemblan cuando la verdad no cabe en sus libretos. Intentan explicar lo inexplicable, justificar lo injustificable, acomodar cifras, relatos, estadísticas… pero nada alcanza. Porque Madryn, con su fútbol de músculo y alma, les pateó la puerta y les apagó las certezas.

Por eso vienen.

Porque no soportan que un club de la Patagonia haya osado desafiar el orden natural de su pequeño imperio.

Vienen por esa casa que siempre habitaron sin pagar alquiler.

La Patagonia…

La que no es sólo una región; sino una madre herida que da, da y da, y recibe apenas migas.

Da energía que enciende ciudades que jamás conocerán el viento de costado.

Da minerales que otros convierten en joyas mientras acá quedan los huecos.

Da pesca para mesas lejanas, petróleo para motores ajenos, gas para inviernos que nunca oyeron un silbido austral.

Da argentinidad, carácter, patria.

Y a cambio recibe silencio.

Indiferencia.

Olvido.

Por eso vienen. Vienen por esa tierra que no pueden domesticar, por esa gente que no les debe nada, por ese club que no baja la mirada. Vienen a cobrarse lo que nunca fue suyo.

Vienen por tu soberanía.

Porque les aterra que un equipo nacido entre mareas y estepa recuerde que la patria empieza donde casi no hay nadie, pero donde nunca falta alguien: un puñado de locos que creen, que sueñan, que resisten.

Vienen porque Deportivo Madryn representa lo que ellos no controlan: orgullo sin permiso, identidad sin tutores, dignidad sin contrato.

Y eso, para ellos, es imperdonable.

Por eso la guardia alta.

Porque en el sur no se retrocede: se endurecen los pasos, se afilan los silencios, se arma el corazón.

Porque cuando sopla la tormenta, los del sur saben que no es momento de encogerse; es momento de pararse firme como faro de piedra.

Y a los faros del sur, esos que nacen con alma de oleaje y columna de viento, no los apaga nadie.

Ni aunque vengan por todo.

Ni aunque vengan por vos. Por mi. Por todos.