La columna de Elio Rossi / Se les huele el miedo

Los Macana´s Brothers, Guillermo y Gustavo, están como las chicas Almodóvar, al borde de un ataque de nervios.

Guillermo quiere hacer historia en Boca.
08 OCT 2018 - 20:45 | Actualizado

Por Elio Rossi

No se puede negar que sus actuaciones frente a cámaras son fantásticas. Les vaya como se les vaya.

No serán simpáticos si Boca sale campeón de la Libertadores, ni se transformarán en indeseables si Palmeiras lo “boletea” en semifinales.

Ni hablar, que digo ni hablar, ni imaginar siquiera una posible caída ante River Plate tu grato nombre en una final inédita. Son geniales comunicadores. Aunque, asustados.

El miedo, profundamente humano, se ha apoderado de los mellis.

La sobreactuación con el joven Darío Herrera está más relacionada con un alivio violento luego de que Racing lo tuviera a su merced, que a un reclamo concreto frente a una injusticia.

Si hay VAR y se aplica, se llora porque se aplica el VAR. Si no hay VAR y por tanto no se aplica, se llora porque “con VAR se anulaba el gol de Lisandro”.

El que no llora no mama y el que no mama es un gil.

Le cae, el Planeta Boca, al pobre Agustín Rossi sin advertir que en esa defensa del equipo, ¡no cabecea nadie!

¿Cómo no se va a volver frágil y plagado de desconfianza un arquero que sabe que ninguno de los que se paran defensivamente meterá un cabezazo defensivo para rechazar una pelota?

Piénsenlo por un instante.

Cada centro a la olla hace temblar a todo Boca. En Rossi se nota más.

Todos lo saben. Ese “todos” incluye naturalmente a los Macana´s Brothers, Guillermo y Gustavo.

En el caso del Chacho Coudet, su bronca tiene más que ver con el hecho de sentir en carne propia cómo la tortuga se le escapó, voto a Diegote, el candidato a vice con CFK (en sus deseos).

Hasta creyó factible darse el lujo de poner a Ricardo Centurión, el Marginal, para que se congraciara con su gente de Racing nada menos que ante sus pares de Boca.

Y lo embocaron.

Además, el Chacho carga con el “factor Ceballitos”. No puede evitarlo.

Podemos hacer cualquier cosa con nuestro pasado, menos modificarlo.

Y cuando le aparece una camiseta con colores azul y oro, el Chacho sabe que no se irá a dormir tranquilo esa noche. Se predispone mal.

Hace un gran esfuerzo para evitar vivir la pesadilla toda enterita una vez más cual aquella aciaga noche cordobesa. Pero no puede. Va hacia el fuego como la mariposa el querible Chacho. Y termina chamuscado.

Racing, digámoslo, no tiene en su adn la capacidad de “cerrar partidos”. No está en su naturaleza. Acaso una versión 2018 del Cholo Simeone podría intentar inoculársela. Pero hay serias dudas de que pudiera lograrlo. No habría márgen para la espera.

Racing cometió errores que exceden a Darío Herrera. Boca ni hablar.

Esa defensa es una sombra que contagia a su arquero. O ese arquero es una sombra que contagia a la defensa; como nunca el orden de los factores no altera el producto.

Boca, igual que Lacadé, cometió una serie de errores que exceden largamente también al joven Herrera.

Por otro lado, si de ambos lados hay quejas, es que Herrera se equivocó para los dos lados por igual.

Quejóse el Chacho y quejósen también los Macana s Brothers. Muchachos…a llorar a la Iglesia.

Pero se puede entender. En el caso de los Mellizos están en un horno que encenderá sus quemadores si quedan eliminados por Palmeiras. En caso de Chacho se quemó de tal manera con leche que apenas asoma la azul y oro por cualquier túnel, el llanto lo envuelve hasta la eternidad.

Ninguno es capaz de aceptar sus propias responsabilidades –e incapacidades- en ese empate feroz del domingo a la noche.

Todo comenzó (el llanto de este tiempo me refiero), cuando Marcelo “Muñeco” Gallardo dijo que su River debía emprender el camino con “la guardia alta” porque de lo contrario, lo árbitros se lo iban a llevar puesto.

Entre la “guardia alta” de River y “qué tengo que hacer para que dirijan bien a Boca” de Guillermo del último domingo están buena parte de las explicaciones de porqué termina simulándose una lesión de Armani y otra de Pavón para que ni Boca ni River den la más mínima ventaja (en la persecuta que todos tienen por si el destino los llega a poner frente a frente en una final infartante), para negárselos al seleccionado argentino.

Todos se declaran argentinos hasta la muerte pero no se te ocurra posar tu mirada en mis intereses porque te corto la mano te corto.

¿Boca River en la final de la Libertadores? Difícil que el chancho vuele.#

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Guillermo quiere hacer historia en Boca.
08 OCT 2018 - 20:45

Por Elio Rossi

No se puede negar que sus actuaciones frente a cámaras son fantásticas. Les vaya como se les vaya.

No serán simpáticos si Boca sale campeón de la Libertadores, ni se transformarán en indeseables si Palmeiras lo “boletea” en semifinales.

Ni hablar, que digo ni hablar, ni imaginar siquiera una posible caída ante River Plate tu grato nombre en una final inédita. Son geniales comunicadores. Aunque, asustados.

El miedo, profundamente humano, se ha apoderado de los mellis.

La sobreactuación con el joven Darío Herrera está más relacionada con un alivio violento luego de que Racing lo tuviera a su merced, que a un reclamo concreto frente a una injusticia.

Si hay VAR y se aplica, se llora porque se aplica el VAR. Si no hay VAR y por tanto no se aplica, se llora porque “con VAR se anulaba el gol de Lisandro”.

El que no llora no mama y el que no mama es un gil.

Le cae, el Planeta Boca, al pobre Agustín Rossi sin advertir que en esa defensa del equipo, ¡no cabecea nadie!

¿Cómo no se va a volver frágil y plagado de desconfianza un arquero que sabe que ninguno de los que se paran defensivamente meterá un cabezazo defensivo para rechazar una pelota?

Piénsenlo por un instante.

Cada centro a la olla hace temblar a todo Boca. En Rossi se nota más.

Todos lo saben. Ese “todos” incluye naturalmente a los Macana´s Brothers, Guillermo y Gustavo.

En el caso del Chacho Coudet, su bronca tiene más que ver con el hecho de sentir en carne propia cómo la tortuga se le escapó, voto a Diegote, el candidato a vice con CFK (en sus deseos).

Hasta creyó factible darse el lujo de poner a Ricardo Centurión, el Marginal, para que se congraciara con su gente de Racing nada menos que ante sus pares de Boca.

Y lo embocaron.

Además, el Chacho carga con el “factor Ceballitos”. No puede evitarlo.

Podemos hacer cualquier cosa con nuestro pasado, menos modificarlo.

Y cuando le aparece una camiseta con colores azul y oro, el Chacho sabe que no se irá a dormir tranquilo esa noche. Se predispone mal.

Hace un gran esfuerzo para evitar vivir la pesadilla toda enterita una vez más cual aquella aciaga noche cordobesa. Pero no puede. Va hacia el fuego como la mariposa el querible Chacho. Y termina chamuscado.

Racing, digámoslo, no tiene en su adn la capacidad de “cerrar partidos”. No está en su naturaleza. Acaso una versión 2018 del Cholo Simeone podría intentar inoculársela. Pero hay serias dudas de que pudiera lograrlo. No habría márgen para la espera.

Racing cometió errores que exceden a Darío Herrera. Boca ni hablar.

Esa defensa es una sombra que contagia a su arquero. O ese arquero es una sombra que contagia a la defensa; como nunca el orden de los factores no altera el producto.

Boca, igual que Lacadé, cometió una serie de errores que exceden largamente también al joven Herrera.

Por otro lado, si de ambos lados hay quejas, es que Herrera se equivocó para los dos lados por igual.

Quejóse el Chacho y quejósen también los Macana s Brothers. Muchachos…a llorar a la Iglesia.

Pero se puede entender. En el caso de los Mellizos están en un horno que encenderá sus quemadores si quedan eliminados por Palmeiras. En caso de Chacho se quemó de tal manera con leche que apenas asoma la azul y oro por cualquier túnel, el llanto lo envuelve hasta la eternidad.

Ninguno es capaz de aceptar sus propias responsabilidades –e incapacidades- en ese empate feroz del domingo a la noche.

Todo comenzó (el llanto de este tiempo me refiero), cuando Marcelo “Muñeco” Gallardo dijo que su River debía emprender el camino con “la guardia alta” porque de lo contrario, lo árbitros se lo iban a llevar puesto.

Entre la “guardia alta” de River y “qué tengo que hacer para que dirijan bien a Boca” de Guillermo del último domingo están buena parte de las explicaciones de porqué termina simulándose una lesión de Armani y otra de Pavón para que ni Boca ni River den la más mínima ventaja (en la persecuta que todos tienen por si el destino los llega a poner frente a frente en una final infartante), para negárselos al seleccionado argentino.

Todos se declaran argentinos hasta la muerte pero no se te ocurra posar tu mirada en mis intereses porque te corto la mano te corto.

¿Boca River en la final de la Libertadores? Difícil que el chancho vuele.#


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