La clave del día / Romper por romper

26 ENE 2022 - 21:03 | Actualizado

Para los guardavidas de Playa Unión es una tradición, muy mala por cierto, que suele afectar sus paradores. Y ayer sucedió en las oficinas que posee Medio Ambiente de la Municipalidad de Rawson, donde destrozaron vidrios. También comienza a ser moneda corriente en las escuelas de la provincia.

No podemos, no debemos, no está bien acostumbrarse al vandalismo. Romper por romper. Ni para robar ni para protestar. Romper por placer, para ser más vivo que el otro, para salir en los diarios. Hay que cortarlo de raíz.

Lo que está sucediendo no va más. Es imprescindible que, como se viene anunciando, la Policía Comunitaria salga a los barrios y encuentre el diálogo con los jóvenes responsables. No es un invento de esta columna: el propio Gobierno difundió en su momento que hubo ocasiones en que se debió conciliar con menores dedicados al destrozo y que así el vandalismo menguó. Eso indica que se sabe quiénes son. O que al menos no es complejo averiguarlo.

También hay un trabajo clave desde las familias, allí donde el Estado no llega. Hay que predicar con ejemplos, enseñar y hacer entender que el destrozo lo terminamos pagando todos. Y que nadie es más valiente ante sus pares porque cortó una reja o dañó un vidrio. Si padres y madres logran un paso adelante, la mitad del problema está resuelto.

Mientras tanto, y hasta que esta etapa pedagógica surta algún efecto, sólo queda prevenir en las escuelas. Cada material educativo es valioso y cuesta conseguirlo. Ni hablar de la infraestructura. En este escenario, la tarea que tenemos es urgente.

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26 ENE 2022 - 21:03

Para los guardavidas de Playa Unión es una tradición, muy mala por cierto, que suele afectar sus paradores. Y ayer sucedió en las oficinas que posee Medio Ambiente de la Municipalidad de Rawson, donde destrozaron vidrios. También comienza a ser moneda corriente en las escuelas de la provincia.

No podemos, no debemos, no está bien acostumbrarse al vandalismo. Romper por romper. Ni para robar ni para protestar. Romper por placer, para ser más vivo que el otro, para salir en los diarios. Hay que cortarlo de raíz.

Lo que está sucediendo no va más. Es imprescindible que, como se viene anunciando, la Policía Comunitaria salga a los barrios y encuentre el diálogo con los jóvenes responsables. No es un invento de esta columna: el propio Gobierno difundió en su momento que hubo ocasiones en que se debió conciliar con menores dedicados al destrozo y que así el vandalismo menguó. Eso indica que se sabe quiénes son. O que al menos no es complejo averiguarlo.

También hay un trabajo clave desde las familias, allí donde el Estado no llega. Hay que predicar con ejemplos, enseñar y hacer entender que el destrozo lo terminamos pagando todos. Y que nadie es más valiente ante sus pares porque cortó una reja o dañó un vidrio. Si padres y madres logran un paso adelante, la mitad del problema está resuelto.

Mientras tanto, y hasta que esta etapa pedagógica surta algún efecto, sólo queda prevenir en las escuelas. Cada material educativo es valioso y cuesta conseguirlo. Ni hablar de la infraestructura. En este escenario, la tarea que tenemos es urgente.


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