Luz y Fuerza y un mensaje a 46 años de la última dictadura militar

El gremio hace un sentido recuerdo de las víctimas del terrorismo de Estado, como un llamado a sostener la Memoria, la Verdad y la Justicia como pilares de la democracia.

24 MAR 2022 - 12:35 | Actualizado 24 ABR 2022 - 4:11

El 24 de marzo de 1976 no fue un día más en la historia argentina. En esa fecha las Fuerzas Armadas de nuestro país usurparon el gobierno y derrocaron a la entonces presidenta constitucional María Estela Martínez de Perón, quien había asumido en 1974 después del fallecimiento del entonces Presidente Juan Domingo Perón, con quien en 1973 había compartido la fórmula en calidad de Vicepresidenta. Del mismo modo destituyeron a los gobernadores de las provincias, disolvieron el Congreso Nacional y las Legislaturas Provinciales, removieron a los miembros de la Corte Suprema de Justicia y anularon las actividades gremiales como así también la de los partidos políticos. En resumen, clausuraron las instituciones fundamentales de la vida democrática. El gobierno de facto, constituido como Junta Militar.

Breve Reseña

A partir de 1974, la Argentina sufrió una experiencia genocida. Existió un plan sistemático para eliminar una parte de la sociedad civil con el fin de reestructurar las relaciones sociales y modificar identidades arraigadas. Hoy se acepta que los “blancos” del proceso genocida no fueron solamente jóvenes insurgentes considerados “subversivos”. Uno de los objetivos principales del terrorismo de Estado fue acabar con la Argentina “nacional y popular”, que era percibida como una combinación de nacionalismo en lo económico, intervencionismo estatal y una fuerte presencia sindical.

En este marco, hubo un intento de modificar el modelo y la cultura sindical argentina constituyó lo que podríamos denominar el componente antisindical del genocidio.Este modelo sindical argentino se distinguía por la existencia de sindicatos centralizados y fuertes, cuyos representantes accedían a cargos políticos en parlamentos, gobiernos y empresas del Estado; que controlaban aspectos del sistema de protección social, como los seguros de salud, y sostenían una ideología nacionalista y con algunos rasgos “antipatronales”.

Hacia 1970, la estructura sindical argentina se caracterizaba por una tasa de afiliación elevada, por un gran poder económico derivado de la administración de las obras sociales, y por una fuerte implantación en los lugares de trabajo a partir de delegados y subdelegados de sección. Exhibía, además, una gran trayectoria en encabezar conflictos sindicales de alcance nacional, ya que a lo largo del siglo XX se verificaba un promedio de dos huelgas o paros nacionales por año. Había tres corrientes: la ortodoxa, representada por la Confederación General del Trabajo (CGT) y las 62 Organizaciones peronistas; la CGT de los Argentinos, que expresaba una mayor combatividad y una visión nacionalista-revolucionaria; y la clasista, presente en algunos sindicatos de empresa y en algunas seccionales del interior de la CGT.

El terrorismo de Estado intentó reformar toda la estructura sindical y golpeó a sus distintas corrientes. Más allá de algunas afinidades con dirigentes sindicales o gremios aislados, el llamado “Proceso de Reorganización Nacional” afectó al sindicalismo en su conjunto. Este proyecto genocida, de naturaleza cívico-militar, tuvo dos conducciones: la cúpula de las Fuerzas Armadas y ciertos sectores del empresariado. Empezó a operar desde mediados de 1974, a través de la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) y otras fuerzas parapoliciales y, luego del golpe militar del 24 de marzo de 1976, intensificó su accionar a través de las fuerzas armadas y de seguridad.

Hoy, 24 de marzo de 2022, al cumplirse el 46 aniversario del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, recordamos a las víctimas del terrorismo de Estado durante la última dictadura militar en el país.

La Memoria, la Verdad, la Justicia y la Defensa de los Derechos Humanos son los pilares fundamentales que permiten sostener la democracia y continuar construyendo juntos el futuro de nuestra patria.

Luz y Fuerza de la Patagonia, llama a mantener viva la memoria y la conciencia colectiva, diciendo Nunca Más a la violencia y al terrorismo de Estado.

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24 MAR 2022 - 12:35

El 24 de marzo de 1976 no fue un día más en la historia argentina. En esa fecha las Fuerzas Armadas de nuestro país usurparon el gobierno y derrocaron a la entonces presidenta constitucional María Estela Martínez de Perón, quien había asumido en 1974 después del fallecimiento del entonces Presidente Juan Domingo Perón, con quien en 1973 había compartido la fórmula en calidad de Vicepresidenta. Del mismo modo destituyeron a los gobernadores de las provincias, disolvieron el Congreso Nacional y las Legislaturas Provinciales, removieron a los miembros de la Corte Suprema de Justicia y anularon las actividades gremiales como así también la de los partidos políticos. En resumen, clausuraron las instituciones fundamentales de la vida democrática. El gobierno de facto, constituido como Junta Militar.

Breve Reseña

A partir de 1974, la Argentina sufrió una experiencia genocida. Existió un plan sistemático para eliminar una parte de la sociedad civil con el fin de reestructurar las relaciones sociales y modificar identidades arraigadas. Hoy se acepta que los “blancos” del proceso genocida no fueron solamente jóvenes insurgentes considerados “subversivos”. Uno de los objetivos principales del terrorismo de Estado fue acabar con la Argentina “nacional y popular”, que era percibida como una combinación de nacionalismo en lo económico, intervencionismo estatal y una fuerte presencia sindical.

En este marco, hubo un intento de modificar el modelo y la cultura sindical argentina constituyó lo que podríamos denominar el componente antisindical del genocidio.Este modelo sindical argentino se distinguía por la existencia de sindicatos centralizados y fuertes, cuyos representantes accedían a cargos políticos en parlamentos, gobiernos y empresas del Estado; que controlaban aspectos del sistema de protección social, como los seguros de salud, y sostenían una ideología nacionalista y con algunos rasgos “antipatronales”.

Hacia 1970, la estructura sindical argentina se caracterizaba por una tasa de afiliación elevada, por un gran poder económico derivado de la administración de las obras sociales, y por una fuerte implantación en los lugares de trabajo a partir de delegados y subdelegados de sección. Exhibía, además, una gran trayectoria en encabezar conflictos sindicales de alcance nacional, ya que a lo largo del siglo XX se verificaba un promedio de dos huelgas o paros nacionales por año. Había tres corrientes: la ortodoxa, representada por la Confederación General del Trabajo (CGT) y las 62 Organizaciones peronistas; la CGT de los Argentinos, que expresaba una mayor combatividad y una visión nacionalista-revolucionaria; y la clasista, presente en algunos sindicatos de empresa y en algunas seccionales del interior de la CGT.

El terrorismo de Estado intentó reformar toda la estructura sindical y golpeó a sus distintas corrientes. Más allá de algunas afinidades con dirigentes sindicales o gremios aislados, el llamado “Proceso de Reorganización Nacional” afectó al sindicalismo en su conjunto. Este proyecto genocida, de naturaleza cívico-militar, tuvo dos conducciones: la cúpula de las Fuerzas Armadas y ciertos sectores del empresariado. Empezó a operar desde mediados de 1974, a través de la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) y otras fuerzas parapoliciales y, luego del golpe militar del 24 de marzo de 1976, intensificó su accionar a través de las fuerzas armadas y de seguridad.

Hoy, 24 de marzo de 2022, al cumplirse el 46 aniversario del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, recordamos a las víctimas del terrorismo de Estado durante la última dictadura militar en el país.

La Memoria, la Verdad, la Justicia y la Defensa de los Derechos Humanos son los pilares fundamentales que permiten sostener la democracia y continuar construyendo juntos el futuro de nuestra patria.

Luz y Fuerza de la Patagonia, llama a mantener viva la memoria y la conciencia colectiva, diciendo Nunca Más a la violencia y al terrorismo de Estado.


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