A 50 años del regreso de Perón, un triunfo de la resistencia y la militancia

El autor del artículo, militante peronista de Puerto Madryn y uno de los cientos de miles que fueron a recibir al líder a Ezeiza, recuerda el contexto de época y cita las vivencias de otro joven militante durante aquel acontecimiento histórico.

Recién llegado. Perón bajo el paraguas de José Ignacio Rucci, en la pista de Ezeiza.
16 NOV 2022 - 18:40 | Actualizado 16 NOV 2022 - 21:06

Por Juan Guarino * / Especial para Jornada

Este 17 de noviembre se cumplen los 50 años de un hecho histórico. El retorno de Perón a su patria después de 18 años de proscripción y exilio. Ese día queda en la historia como el Día del Militante Peronista por la trascendencia que tuvo la movilización popular que el retorno produjo. Por esas columnas de jóvenes que, arriesgando su integridad física, desafiaron el dispositivo represivo que el Ejército en operaciones había previsto por decisión del gobierno de Lanusse, para evitar que el pueblo peronista se acercara a Ezeiza a recibir a Perón.

El avión de Alitalia que trajo a Perón al país.

Es necesario recordar ese histórico día en su contexto histórico y político. Los que se movilizaron ese día no sólo enfrentaron una lluvia persistente y tenaz sino las armas y blindados de un Ejército dispuesto a impedir el contacto entre el pueblo y su líder.

Los antecedentes esos 18 años de resistencia fueron de una lucha intensa de los trabajadores, de hombres, de mujeres, de jóvenes que vieron y entendieron que ese proceso que iniciara Perón y Evita junto al subsuelo de la patria que se sublevara ese histórico 17 de octubre de 1945, era para felicidad de las grandes mayorías. No sólo se perdieron los derechos consagrados en la Constitución de 1949 derogada por un bando militar en 1956. Se prohibió nombrar a Perón y a Evita, los símbolos y canciones que nos representaban, así como al Partido Peronista por medio de un simple decreto.
Perón fue perseguido y debió exiliarse, secuestraron y desaparecieron el cuerpo de Evita, encarcelaron a cientos de dirigentes y dejaron cesantes en sus trabajos a miles de simpatizantes.

Símbolos. Banderines de Perón y Evita. (Foto: Colección Sara Facio)

Por 18 años estuvo prohibida toda referencia o posibilidad de que el pueblo peronista pudiera expresar y decidir por el voto su preferencia. Hubo fusilamientos en 1956 de civiles y militares, hubo Plan CONINTES para reprimir las huelgas y protestas obreras. Se ingresó al FMI para solicitar créditos que condicionaron nuestras decisiones económicas, se destruyeron, abandonaron o paralizaron cientos de obras que eran parte central de la política de salud, educación y desarrollo económico.
Se llegó así a los inicios de la década del 70 donde se dieron infinidad de pobladas, empezando en 1969 con el Cordobazo y siguiendo en decenas de ciudades donde el descontento obrero y estudiantil desgastaron las posibilidades del régimen militar de la época.

Aparecen las organizaciones político militar que, sumadas a las pobladas y luchas de gremios y sindicatos junto a las directivas de Perón desde el exilio, obligan a la dictadura militar a implementar una salida política. El gobierno militar de turno conducido por Lanusse decide instrumentar el GAN (Gran Acuerdo Nacional). Se condicionaba la salida política con el único objetivo de evitar que Perón retornara: obligación de estar en el país antes del 25 de agosto de 1972; permanencia en el país hasta las elecciones en marzo de 1973; el ballotage y demás condicionantes.

Los hechos criminales del 22 de agosto con el fusilamiento de 16 combatientes en una base militar dieron el punto final a esa estrategia de condicionamiento del peronismo. Perón decide su retorno en un vuelo chárter acompañado por cientos de personajes de la política, de la cultura popular, del deporte, etc. En síntesis, representantes de la sociedad en general. El régimen propone un dispositivo nunca antes visto para evitar que el pueblo se acercara a Ezeiza y recibiera a su líder.

El 17 de noviembre en primera persona

Un relato personal de ese día del compañero Jorge Nielsen describe una experiencia colectiva de la cual fui parte junto a ese grupo de compañeros:

“Éramos estudiantes universitarios que habíamos ido a la ciudad de La Plata a formarnos para el futuro. Nuestra participación en algunas agrupaciones era incipiente, aunque ya teníamos alguna experiencia en llevar a cabo actos relámpagos y evitar la acción represiva del gobierno militar. La Juventud Peronista con diferentes vertientes y rótulos estaba bastante desarrollada y se identificaba territorialmente como de “La Plata, Berisso y Ensenada”, mientras en la universidad se destacaban la Federación Universitaria de la Revolución Nacional (FURN) y el Frente de Agrupaciones Eva Perón (FAEP), todos en definitiva comprometidos con la lucha para el retorno de Perón a la Patria y a la conducción del proceso de liberación pendiente desde su derrocamiento y exilio”.

Las columnas de militantes llegaron desde todo el país.

“Aquellas consignas de la resistencia peronista de “Perón Vuelve” ahora se habían convertido en “Luche y Vuelve” que, ante el fracaso de la intentona de integrar a un “Peronismo sin Perón” funcional a la consolidación del poder militar en la Argentina, ya habían obligado al desplazamiento de Onganía y posteriormente a Levingston ante la imposibilidad de darle continuidad al régimen por una vía democrática”.

“La presión ejercida por las organizaciones sindicales combativas con el concurso de la juventud y los estudiantes ya había dado muestras del hartazgo con verdaderas “puebladas” como el Cordobazo que tuvieron réplicas en otras ciudades y que sirvieron para foguear a la militancia juvenil. Simultáneamente el hostigamiento de las “formaciones especiales” con algunas operaciones armadas, convencieron a Lanusse de negociar con Perón su retorno exigiendo que el General desautorizara a los sectores más revolucionarios del Peronismo, cosa que no logró.”

“Finalmente, se estableció que el 17 de noviembre de 1972, en un vuelo chárter desde Roma el General Perón y una amplia comitiva concluirían con el “operativo retorno”. Sobre todo, para los que fuimos criados en familias de fuerte raigambre peronista y que siempre nos recordaban mirando al cielo que en alguno de esos aviones que surcaban el firmamento, algún día, más temprano que tarde “en un avión negro” volvería Perón, el ritmo cardíaco se aceleró. Estábamos de fiesta, vuelve “El Pocho”, “El Potro”, “El General”, lo que habíamos soñado desde la tierna infancia ahora lo veríamos con nuestros propios ojos para Felicidad del Pueblo y la grandeza de la Nación.”

“'¡¡¡Viva Perón Carajo!!!'”, era lo más repetido. Por nuestra condición de estudiantes, sólo contábamos con nuestra voluntad y las ganas de decir “Presente mi General”. Los que pertenecíamos a FAEP estábamos en contacto con los “Jetones” de la agrupación (Tato o El Pampa) que gestionaban la posibilidad de algún transporte para ir a Ezeiza. No hubo transporte, sólo un itinerario que arrancaba el día 16 a media tarde en tren a Turdera y de ahí veríamos cómo seguir. La idea era aguantar como se pudiera hasta las 4 o 5 de la madrugada, y al amanecer atravesar de algún modo los anillos desplegados por el Ejército e incluso ingresar a la pista, lejos del espigón, hasta quedar a la vista del avión para que el General nos viera con nuestras banderas.”

Cientos de miles lograron acercarse a Ezeiza para recibir al líder.

“Los que nos juntamos tipo media tarde nos organizamos para marchar juntos y decidimos constituir la columna “Felipe Vallese”, nombre con el que nos identificaríamos a un grito para no dispersarnos. Llegamos a la estación La Plata del FFCC y, para nuestra sorpresa, ya no pensábamos sacar pasaje, un señor de unos 50 años al que no conocíamos blandía con sus brazos en alto un puñado de pasajes que nos ofrecía diciendo: “Los que van a ver a Dios”. Después supimos que era de apellido Cano y pertenecía al PJ platense.”

“Ya en Turdera, esperando en una placita al borde de las vías del tren, cayó un fuerte chubasco y también una estanciera de la Policía que se pudo eludir. Nos desperdigamos entre los patios de algunas casas que se ofrecieron espontáneamente, baldíos y espacios públicos a esperar la noche. Seguíamos la evolución del operativo retorno en la famosa voz de Ariel Delgado, a través de Radio Colonia. Aludían a Perón como el “anciano líder” que estaba de regreso. Sobre la medianoche recibimos la directiva de trasladarnos hasta un local del Sindicato de Luz y Fuerza de la localidad de Temperley y hacerlo en pequeños grupos y en silencio. Era un gran salón donde nos apiñábamos y nos confundíamos con las diferentes agrupaciones que veníamos de La Plata. Allí permanecimos hasta las 3 o 4 de la mañana del día 17, hora que se inició la marcha. Nos acercamos a otro sindicato, creo que de la carne, y se armó la columna de varias cuadras.”

“A poco de iniciada la marcha, comenzó una persistente llovizna para la cual no estábamos preparados y fuimos caminando totalmente mojados por lugares periféricos y a campo traviesa, por la periferia de la periferia con el objetivo de alcanzar Ezeiza. Cuando amaneció y se pudo ver la magnitud de la columna era increíble que tantos miles de compañeros estuvieran dando su presencia y escribiendo esta página de la historia. Llegamos empapados y con frío a un sector en campo abierto con un camino que accedía a la Autopista Richieri, a unos escasos cientos de metros de la estación aérea donde nos interceptaron dos carrier del Ejército con ametralladoras pesadas. Los que encabezaban la columna hicieron un intento de negociar, mientras cantábamos el himno. El cansancio y alguna ráfaga al aire, además de algunas granadas de gases nos disuadieron de enfrentarnos a tamaño aparato represivo.”

Los carros del Ejército se apostaron en los alrededores de Ezeiza e intentaron dispersar a los manifestantes.

“No teníamos ninguna noticia, ni del General ni de las otras columnas que intentaban llegar. Con los carrier y otros blindados pisándonos los talones, en pequeños grupos en los que nos dividieron, tuvimos que ir caminando hasta Monte Grande. Allí en una Unidad Básica nos dieron un cocido caliente con pan, nos comentaron que un grupo de oficiales de Marina se habían sublevados y nos ayudaron a llegar a la estación de Temperley para regresar a La Plata, a la que llegamos entrada la tarde y totalmente exhaustos. Al otro día, a media tarde, un poco recuperados de la gloriosa jornada anterior, nos avisan que el General ya estaba en Vicente López (la famosa casa de Gaspar Campos 1065). Inmediatamente nos organizamos para ir. Tomamos el primer tren a Constitución, sin pagar pasaje, y sólo entonábamos la Marcha cada vez que aparecía un guarda del tren.”

“Ya en Constitución saltamos por encima de los molinetes y haciendo combinación llegamos hasta la estación Palermo, y de ahí salimos a la Avenida Santa Fe y tomamos un micro que nos llevó hasta Vicente López a unas pocas cuadras de Gaspar Campos. Le dijimos al chofer a que íbamos y como era compañero no tuvo problemas para incluso desviar un poco su recorrido.”

“Finalmente, arribamos a nuestro objetivo, bien pegado a la verja del frente. Ahí en un rato vimos enrollarse las cortinas de madera de las ventanas del primer piso y…, el sueño tantas veces postergado ¡¡¡se hizo realidad!!! A no más de 10 metros emergía la figura que parecía gigante del hombre que había venerado toda mi vida, saludando con esa sonrisa tan fresca que lo caracterizó siempre. Paralizado, ya que me costaba hacerme a la idea de que se había cumplido aquel sueño por el que tanto trabajamos los jóvenes, que a pesar de que habló un rato, sólo me quedó grabado aquella frase que obviamente estaba dirigida a responder a Lanusse: 'Yo he visto muchos hombres malos volverse buenos, pero nunca he visto a un bruto volverse inteligente'".

El día después. Perón e Isabel en el balcón de su residencia de la calle Gaspar Campos.

“No sé cuánto tiempo duró su aparición hasta que volvieron a bajar las cortinas e iniciamos la retirada con una alegría inmensa habiendo superado la frustración del día anterior. Era tanta la alegría que ni siquiera nos molestó que en una de las ventanas apareciera el “hermano Daniel”, como lo conocíamos a López Rega, de quien ya sabíamos algunas cosas; y a Isabelita.”

Vaya en este recordatorio un homenaje a los miles de compañeros que dieron lo mejor en un proyecto de país donde reine la Justicia Social, la Soberanía Política y la Independencia Económica y sumando a esas tres banderas históricas, la de Memoria, Verdad y Justicia. Por los fusilados, por los desaparecidos, por los nietos que buscamos, por los exiliados porque el Peronismo tiene doctrina, tiene historia y tiene sus héroes y mártires hagamos como militantes honor a esa memoria.

* Militante peronista y testigo del regreso de Perón hace 50 años.

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Recién llegado. Perón bajo el paraguas de José Ignacio Rucci, en la pista de Ezeiza.
16 NOV 2022 - 18:40

Por Juan Guarino * / Especial para Jornada

Este 17 de noviembre se cumplen los 50 años de un hecho histórico. El retorno de Perón a su patria después de 18 años de proscripción y exilio. Ese día queda en la historia como el Día del Militante Peronista por la trascendencia que tuvo la movilización popular que el retorno produjo. Por esas columnas de jóvenes que, arriesgando su integridad física, desafiaron el dispositivo represivo que el Ejército en operaciones había previsto por decisión del gobierno de Lanusse, para evitar que el pueblo peronista se acercara a Ezeiza a recibir a Perón.

El avión de Alitalia que trajo a Perón al país.

Es necesario recordar ese histórico día en su contexto histórico y político. Los que se movilizaron ese día no sólo enfrentaron una lluvia persistente y tenaz sino las armas y blindados de un Ejército dispuesto a impedir el contacto entre el pueblo y su líder.

Los antecedentes esos 18 años de resistencia fueron de una lucha intensa de los trabajadores, de hombres, de mujeres, de jóvenes que vieron y entendieron que ese proceso que iniciara Perón y Evita junto al subsuelo de la patria que se sublevara ese histórico 17 de octubre de 1945, era para felicidad de las grandes mayorías. No sólo se perdieron los derechos consagrados en la Constitución de 1949 derogada por un bando militar en 1956. Se prohibió nombrar a Perón y a Evita, los símbolos y canciones que nos representaban, así como al Partido Peronista por medio de un simple decreto.
Perón fue perseguido y debió exiliarse, secuestraron y desaparecieron el cuerpo de Evita, encarcelaron a cientos de dirigentes y dejaron cesantes en sus trabajos a miles de simpatizantes.

Símbolos. Banderines de Perón y Evita. (Foto: Colección Sara Facio)

Por 18 años estuvo prohibida toda referencia o posibilidad de que el pueblo peronista pudiera expresar y decidir por el voto su preferencia. Hubo fusilamientos en 1956 de civiles y militares, hubo Plan CONINTES para reprimir las huelgas y protestas obreras. Se ingresó al FMI para solicitar créditos que condicionaron nuestras decisiones económicas, se destruyeron, abandonaron o paralizaron cientos de obras que eran parte central de la política de salud, educación y desarrollo económico.
Se llegó así a los inicios de la década del 70 donde se dieron infinidad de pobladas, empezando en 1969 con el Cordobazo y siguiendo en decenas de ciudades donde el descontento obrero y estudiantil desgastaron las posibilidades del régimen militar de la época.

Aparecen las organizaciones político militar que, sumadas a las pobladas y luchas de gremios y sindicatos junto a las directivas de Perón desde el exilio, obligan a la dictadura militar a implementar una salida política. El gobierno militar de turno conducido por Lanusse decide instrumentar el GAN (Gran Acuerdo Nacional). Se condicionaba la salida política con el único objetivo de evitar que Perón retornara: obligación de estar en el país antes del 25 de agosto de 1972; permanencia en el país hasta las elecciones en marzo de 1973; el ballotage y demás condicionantes.

Los hechos criminales del 22 de agosto con el fusilamiento de 16 combatientes en una base militar dieron el punto final a esa estrategia de condicionamiento del peronismo. Perón decide su retorno en un vuelo chárter acompañado por cientos de personajes de la política, de la cultura popular, del deporte, etc. En síntesis, representantes de la sociedad en general. El régimen propone un dispositivo nunca antes visto para evitar que el pueblo se acercara a Ezeiza y recibiera a su líder.

El 17 de noviembre en primera persona

Un relato personal de ese día del compañero Jorge Nielsen describe una experiencia colectiva de la cual fui parte junto a ese grupo de compañeros:

“Éramos estudiantes universitarios que habíamos ido a la ciudad de La Plata a formarnos para el futuro. Nuestra participación en algunas agrupaciones era incipiente, aunque ya teníamos alguna experiencia en llevar a cabo actos relámpagos y evitar la acción represiva del gobierno militar. La Juventud Peronista con diferentes vertientes y rótulos estaba bastante desarrollada y se identificaba territorialmente como de “La Plata, Berisso y Ensenada”, mientras en la universidad se destacaban la Federación Universitaria de la Revolución Nacional (FURN) y el Frente de Agrupaciones Eva Perón (FAEP), todos en definitiva comprometidos con la lucha para el retorno de Perón a la Patria y a la conducción del proceso de liberación pendiente desde su derrocamiento y exilio”.

Las columnas de militantes llegaron desde todo el país.

“Aquellas consignas de la resistencia peronista de “Perón Vuelve” ahora se habían convertido en “Luche y Vuelve” que, ante el fracaso de la intentona de integrar a un “Peronismo sin Perón” funcional a la consolidación del poder militar en la Argentina, ya habían obligado al desplazamiento de Onganía y posteriormente a Levingston ante la imposibilidad de darle continuidad al régimen por una vía democrática”.

“La presión ejercida por las organizaciones sindicales combativas con el concurso de la juventud y los estudiantes ya había dado muestras del hartazgo con verdaderas “puebladas” como el Cordobazo que tuvieron réplicas en otras ciudades y que sirvieron para foguear a la militancia juvenil. Simultáneamente el hostigamiento de las “formaciones especiales” con algunas operaciones armadas, convencieron a Lanusse de negociar con Perón su retorno exigiendo que el General desautorizara a los sectores más revolucionarios del Peronismo, cosa que no logró.”

“Finalmente, se estableció que el 17 de noviembre de 1972, en un vuelo chárter desde Roma el General Perón y una amplia comitiva concluirían con el “operativo retorno”. Sobre todo, para los que fuimos criados en familias de fuerte raigambre peronista y que siempre nos recordaban mirando al cielo que en alguno de esos aviones que surcaban el firmamento, algún día, más temprano que tarde “en un avión negro” volvería Perón, el ritmo cardíaco se aceleró. Estábamos de fiesta, vuelve “El Pocho”, “El Potro”, “El General”, lo que habíamos soñado desde la tierna infancia ahora lo veríamos con nuestros propios ojos para Felicidad del Pueblo y la grandeza de la Nación.”

“'¡¡¡Viva Perón Carajo!!!'”, era lo más repetido. Por nuestra condición de estudiantes, sólo contábamos con nuestra voluntad y las ganas de decir “Presente mi General”. Los que pertenecíamos a FAEP estábamos en contacto con los “Jetones” de la agrupación (Tato o El Pampa) que gestionaban la posibilidad de algún transporte para ir a Ezeiza. No hubo transporte, sólo un itinerario que arrancaba el día 16 a media tarde en tren a Turdera y de ahí veríamos cómo seguir. La idea era aguantar como se pudiera hasta las 4 o 5 de la madrugada, y al amanecer atravesar de algún modo los anillos desplegados por el Ejército e incluso ingresar a la pista, lejos del espigón, hasta quedar a la vista del avión para que el General nos viera con nuestras banderas.”

Cientos de miles lograron acercarse a Ezeiza para recibir al líder.

“Los que nos juntamos tipo media tarde nos organizamos para marchar juntos y decidimos constituir la columna “Felipe Vallese”, nombre con el que nos identificaríamos a un grito para no dispersarnos. Llegamos a la estación La Plata del FFCC y, para nuestra sorpresa, ya no pensábamos sacar pasaje, un señor de unos 50 años al que no conocíamos blandía con sus brazos en alto un puñado de pasajes que nos ofrecía diciendo: “Los que van a ver a Dios”. Después supimos que era de apellido Cano y pertenecía al PJ platense.”

“Ya en Turdera, esperando en una placita al borde de las vías del tren, cayó un fuerte chubasco y también una estanciera de la Policía que se pudo eludir. Nos desperdigamos entre los patios de algunas casas que se ofrecieron espontáneamente, baldíos y espacios públicos a esperar la noche. Seguíamos la evolución del operativo retorno en la famosa voz de Ariel Delgado, a través de Radio Colonia. Aludían a Perón como el “anciano líder” que estaba de regreso. Sobre la medianoche recibimos la directiva de trasladarnos hasta un local del Sindicato de Luz y Fuerza de la localidad de Temperley y hacerlo en pequeños grupos y en silencio. Era un gran salón donde nos apiñábamos y nos confundíamos con las diferentes agrupaciones que veníamos de La Plata. Allí permanecimos hasta las 3 o 4 de la mañana del día 17, hora que se inició la marcha. Nos acercamos a otro sindicato, creo que de la carne, y se armó la columna de varias cuadras.”

“A poco de iniciada la marcha, comenzó una persistente llovizna para la cual no estábamos preparados y fuimos caminando totalmente mojados por lugares periféricos y a campo traviesa, por la periferia de la periferia con el objetivo de alcanzar Ezeiza. Cuando amaneció y se pudo ver la magnitud de la columna era increíble que tantos miles de compañeros estuvieran dando su presencia y escribiendo esta página de la historia. Llegamos empapados y con frío a un sector en campo abierto con un camino que accedía a la Autopista Richieri, a unos escasos cientos de metros de la estación aérea donde nos interceptaron dos carrier del Ejército con ametralladoras pesadas. Los que encabezaban la columna hicieron un intento de negociar, mientras cantábamos el himno. El cansancio y alguna ráfaga al aire, además de algunas granadas de gases nos disuadieron de enfrentarnos a tamaño aparato represivo.”

Los carros del Ejército se apostaron en los alrededores de Ezeiza e intentaron dispersar a los manifestantes.

“No teníamos ninguna noticia, ni del General ni de las otras columnas que intentaban llegar. Con los carrier y otros blindados pisándonos los talones, en pequeños grupos en los que nos dividieron, tuvimos que ir caminando hasta Monte Grande. Allí en una Unidad Básica nos dieron un cocido caliente con pan, nos comentaron que un grupo de oficiales de Marina se habían sublevados y nos ayudaron a llegar a la estación de Temperley para regresar a La Plata, a la que llegamos entrada la tarde y totalmente exhaustos. Al otro día, a media tarde, un poco recuperados de la gloriosa jornada anterior, nos avisan que el General ya estaba en Vicente López (la famosa casa de Gaspar Campos 1065). Inmediatamente nos organizamos para ir. Tomamos el primer tren a Constitución, sin pagar pasaje, y sólo entonábamos la Marcha cada vez que aparecía un guarda del tren.”

“Ya en Constitución saltamos por encima de los molinetes y haciendo combinación llegamos hasta la estación Palermo, y de ahí salimos a la Avenida Santa Fe y tomamos un micro que nos llevó hasta Vicente López a unas pocas cuadras de Gaspar Campos. Le dijimos al chofer a que íbamos y como era compañero no tuvo problemas para incluso desviar un poco su recorrido.”

“Finalmente, arribamos a nuestro objetivo, bien pegado a la verja del frente. Ahí en un rato vimos enrollarse las cortinas de madera de las ventanas del primer piso y…, el sueño tantas veces postergado ¡¡¡se hizo realidad!!! A no más de 10 metros emergía la figura que parecía gigante del hombre que había venerado toda mi vida, saludando con esa sonrisa tan fresca que lo caracterizó siempre. Paralizado, ya que me costaba hacerme a la idea de que se había cumplido aquel sueño por el que tanto trabajamos los jóvenes, que a pesar de que habló un rato, sólo me quedó grabado aquella frase que obviamente estaba dirigida a responder a Lanusse: 'Yo he visto muchos hombres malos volverse buenos, pero nunca he visto a un bruto volverse inteligente'".

El día después. Perón e Isabel en el balcón de su residencia de la calle Gaspar Campos.

“No sé cuánto tiempo duró su aparición hasta que volvieron a bajar las cortinas e iniciamos la retirada con una alegría inmensa habiendo superado la frustración del día anterior. Era tanta la alegría que ni siquiera nos molestó que en una de las ventanas apareciera el “hermano Daniel”, como lo conocíamos a López Rega, de quien ya sabíamos algunas cosas; y a Isabelita.”

Vaya en este recordatorio un homenaje a los miles de compañeros que dieron lo mejor en un proyecto de país donde reine la Justicia Social, la Soberanía Política y la Independencia Económica y sumando a esas tres banderas históricas, la de Memoria, Verdad y Justicia. Por los fusilados, por los desaparecidos, por los nietos que buscamos, por los exiliados porque el Peronismo tiene doctrina, tiene historia y tiene sus héroes y mártires hagamos como militantes honor a esa memoria.

* Militante peronista y testigo del regreso de Perón hace 50 años.