Murió Cristian Aliaga, poeta, periodista y docente

El conocido escritor falleció en Capital Federal, donde estaba internado. Tenía 62 años y era un referente con una extensa trayectoria en el periodismo y la literatura.

Consternación por la partida de un referente del periodismo y la literatura locales.
16 ABR 2024 - 16:06 | Actualizado 16 ABR 2024 - 16:22

Al hombre silencioso, sin edad, le sobraban las palabras. Y sin embargo, se expresó desde la creatividad, desde las letras que fluían y desde la mirada, a veces crítica de las cosas. Cristian Aliaga tenía 62 años y lo había hecho casi todo: licenciado en Comunicación Social, docente, periodista, escritor y mucho más. Ese largo camino lo había llevado lejos, a la Cordillera, rodeado de libros y naturaleza en Lago Puelo.
En ese escenario se llevará para siempre las últimas postales. El verde, la montaña, el humo y la lectura profunda, dándole vida a las páginas cargadas de poesía y olor a tinta.

No solía sentirse cómodo en otros ámbitos, más bien se “guardaba” para la reflexión y la opinión externa de la diaria, de la situación del país, de la lupa fina y afilada de la política.

Aliaga se fue sin despedirse y aunque nadie lo esperaba, se convirtió en una noticia, triste y desafortunada. Nunca deseada. Afectado por problemas de salud debió ser trasladado a Buenos Aires. Se fue junto a su familia, lejos de la tierra que adoptó, del bosque inspirador y de la rutina cruel que a veces, tienen las noticias en estos tiempos de web.

Su DNI decía que había nacido el 18 de enero de 1962 en Darregueira, un pueblito bonaerense que había popularizado Víctor Zwenger, un duro defensor que pasó por Germinal y por la CAI.

Algunas de sus obras literarias fueron La sombra de todo, La caída hacia arriba, La pasión extranjera y La nostalgia del futuro entre otras; editó inclusive fuera del país y escribió sobre viajes y ensayos desde su visión de ciudadano de mundo. Sostenía El Extremo Sur con una mirada distinta de la Patagonia profunda; trabajó en El Patagónico, LU4, Radio del Mar y fue el nervio motor de su editorial, Espacio Hudson.

Con su misma energía sentó los pilares de la carrera de Comunicación Social en la Universidad Nacional de la Patagonia donde ocupó múltiples roles, enseñó y formó a varias generaciones de comunicadores.

Lo unía una amistad singular con Avelino Naves, “Titín”, el emblemático violero de Los 113 Vicios. Tan distintos entre sí pero tan iguales en pensamiento, la vida misma los unió para hablar de letras, músicos, delirios posibles y entorno rockero.

Se fue el poeta. El que por algún momento se “formalizaba” para trabajar en política y para coordinar la comunicación de los líderes chubutenses. Y el que gastaba –invertía- horas sin reloj en la confitería del hotel Lucania, siempre con algún libro en la mano. Alimentándose de fantasía. Poniendo palabras a tanta locura.

Consternación por la partida de un referente del periodismo y la literatura locales.
16 ABR 2024 - 16:06

Al hombre silencioso, sin edad, le sobraban las palabras. Y sin embargo, se expresó desde la creatividad, desde las letras que fluían y desde la mirada, a veces crítica de las cosas. Cristian Aliaga tenía 62 años y lo había hecho casi todo: licenciado en Comunicación Social, docente, periodista, escritor y mucho más. Ese largo camino lo había llevado lejos, a la Cordillera, rodeado de libros y naturaleza en Lago Puelo.
En ese escenario se llevará para siempre las últimas postales. El verde, la montaña, el humo y la lectura profunda, dándole vida a las páginas cargadas de poesía y olor a tinta.

No solía sentirse cómodo en otros ámbitos, más bien se “guardaba” para la reflexión y la opinión externa de la diaria, de la situación del país, de la lupa fina y afilada de la política.

Aliaga se fue sin despedirse y aunque nadie lo esperaba, se convirtió en una noticia, triste y desafortunada. Nunca deseada. Afectado por problemas de salud debió ser trasladado a Buenos Aires. Se fue junto a su familia, lejos de la tierra que adoptó, del bosque inspirador y de la rutina cruel que a veces, tienen las noticias en estos tiempos de web.

Su DNI decía que había nacido el 18 de enero de 1962 en Darregueira, un pueblito bonaerense que había popularizado Víctor Zwenger, un duro defensor que pasó por Germinal y por la CAI.

Algunas de sus obras literarias fueron La sombra de todo, La caída hacia arriba, La pasión extranjera y La nostalgia del futuro entre otras; editó inclusive fuera del país y escribió sobre viajes y ensayos desde su visión de ciudadano de mundo. Sostenía El Extremo Sur con una mirada distinta de la Patagonia profunda; trabajó en El Patagónico, LU4, Radio del Mar y fue el nervio motor de su editorial, Espacio Hudson.

Con su misma energía sentó los pilares de la carrera de Comunicación Social en la Universidad Nacional de la Patagonia donde ocupó múltiples roles, enseñó y formó a varias generaciones de comunicadores.

Lo unía una amistad singular con Avelino Naves, “Titín”, el emblemático violero de Los 113 Vicios. Tan distintos entre sí pero tan iguales en pensamiento, la vida misma los unió para hablar de letras, músicos, delirios posibles y entorno rockero.

Se fue el poeta. El que por algún momento se “formalizaba” para trabajar en política y para coordinar la comunicación de los líderes chubutenses. Y el que gastaba –invertía- horas sin reloj en la confitería del hotel Lucania, siempre con algún libro en la mano. Alimentándose de fantasía. Poniendo palabras a tanta locura.


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