Independiente en su hora más gloriosa

Hace 52 años, el club de Trelew clasificaba al Torneo Nacional de Fútbol. Fue un 6 de agosto de 1972 y derrotaba por penales a All Boys de La Pampa en su estadio de la entonces calle Estados Unidos. Un mes en que "la ciudad más progresista del sur argentino" con sus fábricas -y la región- se conmovería con la fuga y la masacre en la base Almirante Zar.

El místico vestuario con la gente en pleno festejo tras superar a All Boys de La Pampa.
06 AGO 2024 - 17:11 | Actualizado 06 AGO 2024 - 18:28

Por Juan Miguel Bigrevich/Redacción Jornada

Nadie creía en ellos. Nadie. Sólo ellos. Y su entorno. Eran, junto al representativo de Yacimiento Carboníferos Fiscales (YCF) de Rio Gallegos, los números puestos en quedar afuera de la competencia a poco de comenzar. Los candidatos eran los de siempre: Huracán de Comodoro Rivadavia con su experiencia de un año atrás; su clásico patagónico como Cipolletti de Rio Negro y por si se pasaba, All Boys de Santa Rosa de La Pampa, que se había armado para obtener el eterno objeto de su deseo y evitar seguir siendo considerado “El River de los Regionales”, una odiosa comparación con el conjunto de Núñez que ya llevaba 15 años de sequía de títulos por ese entonces.

Nadie pensaba que la empresa era fácil. Primero se accedió -con no pocas dificultades- a una segunda fase tras vencer a los santacruceños por un marcador global de 6 a 3. En el sur-sur 1 a 0 con un penal ejecutado por Alberto Parsechián -que ya empezaba a convertirse en figura medular del plantel- y un 5 a 3 en Trelew.

Llegó el globito petrolero y en una Villa Deportiva embarrada le ganó 2 a 0. Una semana después se produjo el partido bisagra. Se perdió por 4 a 2 con un penal atajado por el arquero de origen armenio y se accedió a otra instancia porque el reglamento habilitaba al que hacía más goles de visitante en caso de igualdad de puntos y tantos (valían doble). Allí, el conjunto rojinegro creyó que podía. Superar a los representantes del sur chubutense había sido una utopía (y lo siguió siendo algunos años más) y esa victoria le permitió encarar el compromiso en el Alto Valle rionegrino con confianza plena en esa rueda de ganadores.

Se cayó 2 a 1 ante Cipolletti; pero en Trelew, la ilusión de convirtió en algo tangible. El golazo del “Chivo” Figueroa en la salida de un tiro libre lo puso en la final y ante el auriazul pampeano. Fue 0-1 allá y 1-0 acá con un tanto del “Coco” Bersán. Y llegaron los penales. Juntos con ellos, la gloria. Alberto “Tito” Parsechián, con su buzo claro y el escudo en el pecho, pasando de la agonía al éxtasis al detener tres disparos desde los once pasos luego de errar el suyo.

A 52 años de la hazaña de Independiente de Trelew de clasificar al Torneo Nacional de fútbol de 1972; un hecho jamás igualado por ningún club de la Liga del Valle del Chubut, vale la evocación nostálgica como racimos de hollín.

Quedó la premonición -hecha realidad- de Francisco “Cacho” Fiandino, que días antes en el entrenamiento del incipiente verde césped de Huracán, relató su penal imitando la gola del “Negro” Gómez: “Fiandino frente a la pelota…¡Se va a decidir la clasificación para el Nacional en una definición por penales!. ¡Atención!. La última chance de Independiente y del Chubut…¡Atención! Toma carrera Fiandino…¡Tira!...¡Goooolllll!.”

Independiente vencía –desde el punto del penal 4 a 2- tras ganar su juego por la mínima y definía su participación en el fútbol grande.

Chubut se volvía canción en el aire, otra vez; pero desde el Valle Inferior del Río Chubut. Y cuando Trelew era la más progresista del sur argentino con un Parque Industrial cuyo actual silencio duele y lastima.

Se felicitaba el gentío que sale por la Estados Unidos, enhiesto y conmovido. Como viniendo de una borrachera inolvidable. El mundo se enterará que en el mapa existe Trelew que se hará, semanas después, más conocida. Trágicamente. Con la fuga y la masacre. Otra herida que duele y sangra todavía.

Ese viejo domingo 6 de agosto de 1972, se concretó la gesta futbolística más trascendente en la historia del balompié doméstico. Con el corazón en la boca, hubo relámpagos de dramas, instantes de pánico, momentos de suspenso, en donde existieron muecas ausentes, doloridas y ruegos agonizantes. Y ese ayer, esa perfección sensual de voces y colores conformó un guion perverso como para plasmar una ficción superada por la realidad.

Más de medio siglo pasó de una hazaña, cuyo camino inicial se miró con desconfianza y que hoy, al recorrer la historia que aún se está escribiendo y que la exime de la frialdad de la estadística, nos llena de grandes trazos de emociones y recuerdos; esos que tienen olor a bíblico y que no pueden perderse en una necrológica piedad a través de una módica y cruel mención, reducida a una línea y sometida al sonambulismo del ahora.

Ese día, 6 de agosto de 1972, la cancha de la resistencia se convirtió en un reducto exclusivo que reconoció a propios, pero también a ajenos, implorando su esperanza; la que se hizo realidad: Independiente al Nacional.


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El místico vestuario con la gente en pleno festejo tras superar a All Boys de La Pampa.
06 AGO 2024 - 17:11

Por Juan Miguel Bigrevich/Redacción Jornada

Nadie creía en ellos. Nadie. Sólo ellos. Y su entorno. Eran, junto al representativo de Yacimiento Carboníferos Fiscales (YCF) de Rio Gallegos, los números puestos en quedar afuera de la competencia a poco de comenzar. Los candidatos eran los de siempre: Huracán de Comodoro Rivadavia con su experiencia de un año atrás; su clásico patagónico como Cipolletti de Rio Negro y por si se pasaba, All Boys de Santa Rosa de La Pampa, que se había armado para obtener el eterno objeto de su deseo y evitar seguir siendo considerado “El River de los Regionales”, una odiosa comparación con el conjunto de Núñez que ya llevaba 15 años de sequía de títulos por ese entonces.

Nadie pensaba que la empresa era fácil. Primero se accedió -con no pocas dificultades- a una segunda fase tras vencer a los santacruceños por un marcador global de 6 a 3. En el sur-sur 1 a 0 con un penal ejecutado por Alberto Parsechián -que ya empezaba a convertirse en figura medular del plantel- y un 5 a 3 en Trelew.

Llegó el globito petrolero y en una Villa Deportiva embarrada le ganó 2 a 0. Una semana después se produjo el partido bisagra. Se perdió por 4 a 2 con un penal atajado por el arquero de origen armenio y se accedió a otra instancia porque el reglamento habilitaba al que hacía más goles de visitante en caso de igualdad de puntos y tantos (valían doble). Allí, el conjunto rojinegro creyó que podía. Superar a los representantes del sur chubutense había sido una utopía (y lo siguió siendo algunos años más) y esa victoria le permitió encarar el compromiso en el Alto Valle rionegrino con confianza plena en esa rueda de ganadores.

Se cayó 2 a 1 ante Cipolletti; pero en Trelew, la ilusión de convirtió en algo tangible. El golazo del “Chivo” Figueroa en la salida de un tiro libre lo puso en la final y ante el auriazul pampeano. Fue 0-1 allá y 1-0 acá con un tanto del “Coco” Bersán. Y llegaron los penales. Juntos con ellos, la gloria. Alberto “Tito” Parsechián, con su buzo claro y el escudo en el pecho, pasando de la agonía al éxtasis al detener tres disparos desde los once pasos luego de errar el suyo.

A 52 años de la hazaña de Independiente de Trelew de clasificar al Torneo Nacional de fútbol de 1972; un hecho jamás igualado por ningún club de la Liga del Valle del Chubut, vale la evocación nostálgica como racimos de hollín.

Quedó la premonición -hecha realidad- de Francisco “Cacho” Fiandino, que días antes en el entrenamiento del incipiente verde césped de Huracán, relató su penal imitando la gola del “Negro” Gómez: “Fiandino frente a la pelota…¡Se va a decidir la clasificación para el Nacional en una definición por penales!. ¡Atención!. La última chance de Independiente y del Chubut…¡Atención! Toma carrera Fiandino…¡Tira!...¡Goooolllll!.”

Independiente vencía –desde el punto del penal 4 a 2- tras ganar su juego por la mínima y definía su participación en el fútbol grande.

Chubut se volvía canción en el aire, otra vez; pero desde el Valle Inferior del Río Chubut. Y cuando Trelew era la más progresista del sur argentino con un Parque Industrial cuyo actual silencio duele y lastima.

Se felicitaba el gentío que sale por la Estados Unidos, enhiesto y conmovido. Como viniendo de una borrachera inolvidable. El mundo se enterará que en el mapa existe Trelew que se hará, semanas después, más conocida. Trágicamente. Con la fuga y la masacre. Otra herida que duele y sangra todavía.

Ese viejo domingo 6 de agosto de 1972, se concretó la gesta futbolística más trascendente en la historia del balompié doméstico. Con el corazón en la boca, hubo relámpagos de dramas, instantes de pánico, momentos de suspenso, en donde existieron muecas ausentes, doloridas y ruegos agonizantes. Y ese ayer, esa perfección sensual de voces y colores conformó un guion perverso como para plasmar una ficción superada por la realidad.

Más de medio siglo pasó de una hazaña, cuyo camino inicial se miró con desconfianza y que hoy, al recorrer la historia que aún se está escribiendo y que la exime de la frialdad de la estadística, nos llena de grandes trazos de emociones y recuerdos; esos que tienen olor a bíblico y que no pueden perderse en una necrológica piedad a través de una módica y cruel mención, reducida a una línea y sometida al sonambulismo del ahora.

Ese día, 6 de agosto de 1972, la cancha de la resistencia se convirtió en un reducto exclusivo que reconoció a propios, pero también a ajenos, implorando su esperanza; la que se hizo realidad: Independiente al Nacional.



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