LA NOTA COMPLETA
Por Edgardo Lillo.-
Una psicóloga española de cabecera, Marian Rojas Estapé, define la felicidad como la capacidad de saber disfrutar los momentos buenos de la vida y saber gestionar los momentos malos cuando tocan.
“El problema es que hay personas que se quedan enganchadas en el pasado -depresión, define la especialista- y otras que proyectan demasiado el futuro -ansiedad-. Depresión y ansiedad, los dos grandes males de este siglo”, asevera. “Vivir el presente, con todos los sentidos puestos en él”, sugiere.
“Estoy abierto a que las cosas sucedan, ahora he aprendido a disfrutar de las pequeñas cosas”, aseguró Sacha en una charla de 45 minutos en Tiempo Deportivo, sobre todo después del accidente con monóxido de carbono de hace dos años que casi le cuesta la vida, a él y a su pareja.
Cuando cumplió 14 años ya era jugador de Gimnasia de La Plata, después de haberse formado en una camada virtuosa del club Los Aromos, junto a otros insoslayables de la categoría ’88 como Iñaki Antonio y Martín Dedyn, tres eslabones de la selección de fútbol de Chubut que armó Luis “Zorro” Bastida y que se consagró campeona de Araucanía en 2005.
Luego de un primer año auspicioso en Gimnasia, Sacha se rompió los ligamentos cruzados de la rodilla derecha y los médicos sugirieron que la rehabilitación fuera en Trelew, justo en ese 2005 tras la intervención quirúrgica que realizó el conocido traumatólogo Gustavo Acuña.
La llegada de un nuevo técnico, algunas lesiones y el también el recambio dirigencial de Gimnasio lo alejaron del Lobo y lo llevaron probarse a San Lorenzo, pero el club platense decidió por darle el pase por un problema de representación.
Con 19 años volvió a la zona para jugar en el Gaiman que dirigía Juan Samso, que después quiso llevarlo a Cadetes de Mar del Plata, en otra malograda posibilidad que derivó en su llegada a Deportivo Madryn, donde estuvo un año y medio en el plantel del Federal “A”.
“A los 22 años empecé a estudiar radiología y me familia me fijó como prioridad, a los chicos le pasan que le dedican los primeros años de su vida al fútbol y cuando quieren acordarse, tenés 25, 26 años, y alcanzaste a estudiar y tampoco conseguiste el trabajo que necesitabas. En el fútbol local se estila con los buenos jugadores a conseguirles un trabajo estable porque es difícil mantener un sueldo fijo en el tiempo, hay clubes de turno”, analizó.
“Me recibí hace diez años de radiólogo, pero hace ocho, laburo en el Hospital de Rawson. Cuando dejé de jugar era porque también estaba en el Sanatorio Trelew y no me daban los horarios”, argumentó.
“Estuve ocho años parado, aunque nunca dejé de correr y hacer el gimnasio, el habito de deportista lo tuve siempre, y cuando no lo hacía lo extrañaba”, aseguró.
“Después de Madryn jugué cinco años en Huracán, salimos campeones en 2014 con Marcelo Pérez Álvarez y al siguiente volvimos a ganar el torneo con Mario Noremberg, después jugué en Germinal un año y medio”, recordó.
“Con el primero que hablé para llegar a Racing fue con Andy Price (el entrenador), me lo crucé en la calle y le dije que quería volver a jugar. Después hablamos por teléfono y me dijo que las puertas estaban abiertas, y al llegar me encontré con Marce -Pérez Álvarez- y el profe Pacheco, que los había tenido en Huracán. Con la mayoría de los chicos no había jugado, salvo con los últimos que llegaron”, señaló.
¿Maduraste Sacha?: “cuando sos más chico, jugando de nueve, te hacen calentar, pero hoy ya no, trato de disfrutarlo, ya no tengo ninguna proyección, estoy abierto a lo que sea”.
“Me hubiera gustado tener unos centímetros más, pero tampoco mi altura fue un impedimento para jugar de nueve, en mi mejor momento en la Liga del Valle, con Huracán, pesaba 90 kilos, ahora estoy más flaco. En uno de esos torneos fui goleador, también tuve un Regional inolvidable. Pero hoy me siento un nueve diferente al de antes”, fundamentó Do Brito.
“Mi último club fue Independiente, con Andy (Price), tuve seis meses, en eso tiempo en los que no podía entrenar con mis compañeros, y por eso dejé”, justificó.
“Nos juntamos a comer empanadas fritas con los chicos en casa un sábado por la noche, y uno de los chicos se chocó el calorama y se ve que empezó a tener una pérdida de gas sin que nos diéramos cuenta. En la madrugada del domingo, Juli se levantó muy descompuesta, y me pidió que le pusiera una buscapina inyectable, yo tenía la gimnasia con la B12 de la rodilla, yo no le prestaba atención, se ve que ya estábamos en el viaje de intoxicación, ella se colocó la inyección como pudo. Pero lo cierto es que nos encontraron el lunes a las 6 de la tarde, fueron 36 horas. Ese fin de semana había sido el Día del Padre y el lunes feriado”, relató en medio del estupor de sus interlocutores.
“Mi amigo Diego Albistro jugaba las semifinales y finales del Patagónico de Squash, a mi grupo de amigos le llamó la atención que yo no hubiera ido, que raro el “Gordo” decían, ninguno de los dos contestábamos los mensajes, en el caso de Juli como había fallecido el papá el año anterior, los chicos pensaban que era eso. Mis viejos estaban en la Cordillera y yo no lo había saludado en todo el domingo”, memoró.
“Todos empezaron a sospechar que algo estaba pasando, un amigo que vive frente a esa casa se dio cuenta que las persianas estaban iguales y los autos lo mismo. Los pibes se terminaron juntando frente a casa, dos saltan al patio, uno levantó la persiana, encima las ventanas tenían rejas, empezaron a golpear y no contestábamos. La casa era un desastre de todo lo que había pasado”, puntualizó.
“Juli logró llegar a la puerta y darle la llave a uno de los chicos, pero se caía y se levantaba. En el mismo momento llegaba la Policía. Otro de los chicos y se metió en la habitación y escuchó que yo le había contestado”, remarcó.
“Uno de los pibes se acordó lo del calorama y empezó a creer que era mentira, ahí me agarraron, me bañaron, lo mismo con Juli, nosotros estuvimos esos dos días inconscientes en la casa. Ni los médicos pueden creer como aguantamos y cómo hicimos tantas cosas”, insistió.
“Cuando me hicieron los análisis tenían el doble de monóxido que podés tener en el cuerpo, era él que más había inhalado de los dos”, aclaró Sacha.
“Al otro día me derivaron a la Clínica San Miguel, me hicieron muchos estudios, a todo esto no sentía las piernas, pensaba que iba a pasar. Un cardiólogo amigo me hizo un electro y me contó que me iban a tener que internarme en terapia intensiva porque había sufrido un infarto”, expuso el futbolista.
“En uno de los momentos que estaba despierto en terapia y alucinaba que estaba en un vestuario, y seguía sin sentir las piernas. Y los médicos no me querían decir nada. Mucho oxígeno para lavar el monóxido”, indicó.
“Estuve ocho días internado, bajé como 8,5 kilos, el día que me dieron el alta todavía me costaba caminar. Encima ese día hacía tanto frío que se había congelado la Laguna Chiquichano, y llegamos a casa y se habían llevado el medidor de gas. Diego Albistro nos ofreció vivir en su casa y hace dos años estamos ahí”, valoró.
“Los médicos después me dijeron que no podían creer que había estado vivo, pero sobre todo que no tuve ninguna secuela neurológica y del corazón. Además los dos días que estuvimos en casa, no tomamos nada, estábamos deshidratados. En los seis meses siguientes me tenía que hacer chequeos permanentes, me dieron medicación para la presión, hasta que los últimos estudios me dieron bien y recibí el alta, estuve casi un año sin hacer nada”, dimensionó el hincha de River.
“Ahora siento que estar acá es un regalo. Te das cuenta que uno se preocupa por un montón de cosas que no son tan importantes, he aprendido a disfrutar de las pequeñas cosas y sobre todo de la familia y de mis amigos, si no fuera por ellos no estaría vivo”, asevera Sacha.
Su vuelta al fútbol fue un tanto intrincada, en el primer partido ante Germinal no pudo jugar porque no habían autorizado el pase de Independiente y su debut ante Ever Ready, pide patear un penal, el árbitro se lo hizo ejecutar de nuevo porque la pelota se había movido y en su segundo intento, remata al travesaño. Hasta que llegaron sus dos goles y el festejo dedicado a su abuelo paterno, que era el más incondicional de sus seguidores.
LA NOTA COMPLETA
Por Edgardo Lillo.-
Una psicóloga española de cabecera, Marian Rojas Estapé, define la felicidad como la capacidad de saber disfrutar los momentos buenos de la vida y saber gestionar los momentos malos cuando tocan.
“El problema es que hay personas que se quedan enganchadas en el pasado -depresión, define la especialista- y otras que proyectan demasiado el futuro -ansiedad-. Depresión y ansiedad, los dos grandes males de este siglo”, asevera. “Vivir el presente, con todos los sentidos puestos en él”, sugiere.
“Estoy abierto a que las cosas sucedan, ahora he aprendido a disfrutar de las pequeñas cosas”, aseguró Sacha en una charla de 45 minutos en Tiempo Deportivo, sobre todo después del accidente con monóxido de carbono de hace dos años que casi le cuesta la vida, a él y a su pareja.
Cuando cumplió 14 años ya era jugador de Gimnasia de La Plata, después de haberse formado en una camada virtuosa del club Los Aromos, junto a otros insoslayables de la categoría ’88 como Iñaki Antonio y Martín Dedyn, tres eslabones de la selección de fútbol de Chubut que armó Luis “Zorro” Bastida y que se consagró campeona de Araucanía en 2005.
Luego de un primer año auspicioso en Gimnasia, Sacha se rompió los ligamentos cruzados de la rodilla derecha y los médicos sugirieron que la rehabilitación fuera en Trelew, justo en ese 2005 tras la intervención quirúrgica que realizó el conocido traumatólogo Gustavo Acuña.
La llegada de un nuevo técnico, algunas lesiones y el también el recambio dirigencial de Gimnasio lo alejaron del Lobo y lo llevaron probarse a San Lorenzo, pero el club platense decidió por darle el pase por un problema de representación.
Con 19 años volvió a la zona para jugar en el Gaiman que dirigía Juan Samso, que después quiso llevarlo a Cadetes de Mar del Plata, en otra malograda posibilidad que derivó en su llegada a Deportivo Madryn, donde estuvo un año y medio en el plantel del Federal “A”.
“A los 22 años empecé a estudiar radiología y me familia me fijó como prioridad, a los chicos le pasan que le dedican los primeros años de su vida al fútbol y cuando quieren acordarse, tenés 25, 26 años, y alcanzaste a estudiar y tampoco conseguiste el trabajo que necesitabas. En el fútbol local se estila con los buenos jugadores a conseguirles un trabajo estable porque es difícil mantener un sueldo fijo en el tiempo, hay clubes de turno”, analizó.
“Me recibí hace diez años de radiólogo, pero hace ocho, laburo en el Hospital de Rawson. Cuando dejé de jugar era porque también estaba en el Sanatorio Trelew y no me daban los horarios”, argumentó.
“Estuve ocho años parado, aunque nunca dejé de correr y hacer el gimnasio, el habito de deportista lo tuve siempre, y cuando no lo hacía lo extrañaba”, aseguró.
“Después de Madryn jugué cinco años en Huracán, salimos campeones en 2014 con Marcelo Pérez Álvarez y al siguiente volvimos a ganar el torneo con Mario Noremberg, después jugué en Germinal un año y medio”, recordó.
“Con el primero que hablé para llegar a Racing fue con Andy Price (el entrenador), me lo crucé en la calle y le dije que quería volver a jugar. Después hablamos por teléfono y me dijo que las puertas estaban abiertas, y al llegar me encontré con Marce -Pérez Álvarez- y el profe Pacheco, que los había tenido en Huracán. Con la mayoría de los chicos no había jugado, salvo con los últimos que llegaron”, señaló.
¿Maduraste Sacha?: “cuando sos más chico, jugando de nueve, te hacen calentar, pero hoy ya no, trato de disfrutarlo, ya no tengo ninguna proyección, estoy abierto a lo que sea”.
“Me hubiera gustado tener unos centímetros más, pero tampoco mi altura fue un impedimento para jugar de nueve, en mi mejor momento en la Liga del Valle, con Huracán, pesaba 90 kilos, ahora estoy más flaco. En uno de esos torneos fui goleador, también tuve un Regional inolvidable. Pero hoy me siento un nueve diferente al de antes”, fundamentó Do Brito.
“Mi último club fue Independiente, con Andy (Price), tuve seis meses, en eso tiempo en los que no podía entrenar con mis compañeros, y por eso dejé”, justificó.
“Nos juntamos a comer empanadas fritas con los chicos en casa un sábado por la noche, y uno de los chicos se chocó el calorama y se ve que empezó a tener una pérdida de gas sin que nos diéramos cuenta. En la madrugada del domingo, Juli se levantó muy descompuesta, y me pidió que le pusiera una buscapina inyectable, yo tenía la gimnasia con la B12 de la rodilla, yo no le prestaba atención, se ve que ya estábamos en el viaje de intoxicación, ella se colocó la inyección como pudo. Pero lo cierto es que nos encontraron el lunes a las 6 de la tarde, fueron 36 horas. Ese fin de semana había sido el Día del Padre y el lunes feriado”, relató en medio del estupor de sus interlocutores.
“Mi amigo Diego Albistro jugaba las semifinales y finales del Patagónico de Squash, a mi grupo de amigos le llamó la atención que yo no hubiera ido, que raro el “Gordo” decían, ninguno de los dos contestábamos los mensajes, en el caso de Juli como había fallecido el papá el año anterior, los chicos pensaban que era eso. Mis viejos estaban en la Cordillera y yo no lo había saludado en todo el domingo”, memoró.
“Todos empezaron a sospechar que algo estaba pasando, un amigo que vive frente a esa casa se dio cuenta que las persianas estaban iguales y los autos lo mismo. Los pibes se terminaron juntando frente a casa, dos saltan al patio, uno levantó la persiana, encima las ventanas tenían rejas, empezaron a golpear y no contestábamos. La casa era un desastre de todo lo que había pasado”, puntualizó.
“Juli logró llegar a la puerta y darle la llave a uno de los chicos, pero se caía y se levantaba. En el mismo momento llegaba la Policía. Otro de los chicos y se metió en la habitación y escuchó que yo le había contestado”, remarcó.
“Uno de los pibes se acordó lo del calorama y empezó a creer que era mentira, ahí me agarraron, me bañaron, lo mismo con Juli, nosotros estuvimos esos dos días inconscientes en la casa. Ni los médicos pueden creer como aguantamos y cómo hicimos tantas cosas”, insistió.
“Cuando me hicieron los análisis tenían el doble de monóxido que podés tener en el cuerpo, era él que más había inhalado de los dos”, aclaró Sacha.
“Al otro día me derivaron a la Clínica San Miguel, me hicieron muchos estudios, a todo esto no sentía las piernas, pensaba que iba a pasar. Un cardiólogo amigo me hizo un electro y me contó que me iban a tener que internarme en terapia intensiva porque había sufrido un infarto”, expuso el futbolista.
“En uno de los momentos que estaba despierto en terapia y alucinaba que estaba en un vestuario, y seguía sin sentir las piernas. Y los médicos no me querían decir nada. Mucho oxígeno para lavar el monóxido”, indicó.
“Estuve ocho días internado, bajé como 8,5 kilos, el día que me dieron el alta todavía me costaba caminar. Encima ese día hacía tanto frío que se había congelado la Laguna Chiquichano, y llegamos a casa y se habían llevado el medidor de gas. Diego Albistro nos ofreció vivir en su casa y hace dos años estamos ahí”, valoró.
“Los médicos después me dijeron que no podían creer que había estado vivo, pero sobre todo que no tuve ninguna secuela neurológica y del corazón. Además los dos días que estuvimos en casa, no tomamos nada, estábamos deshidratados. En los seis meses siguientes me tenía que hacer chequeos permanentes, me dieron medicación para la presión, hasta que los últimos estudios me dieron bien y recibí el alta, estuve casi un año sin hacer nada”, dimensionó el hincha de River.
“Ahora siento que estar acá es un regalo. Te das cuenta que uno se preocupa por un montón de cosas que no son tan importantes, he aprendido a disfrutar de las pequeñas cosas y sobre todo de la familia y de mis amigos, si no fuera por ellos no estaría vivo”, asevera Sacha.
Su vuelta al fútbol fue un tanto intrincada, en el primer partido ante Germinal no pudo jugar porque no habían autorizado el pase de Independiente y su debut ante Ever Ready, pide patear un penal, el árbitro se lo hizo ejecutar de nuevo porque la pelota se había movido y en su segundo intento, remata al travesaño. Hasta que llegaron sus dos goles y el festejo dedicado a su abuelo paterno, que era el más incondicional de sus seguidores.