A pocos días de cumplirse el primer año de gestión de Javier Milei, ningún balance da positivo. Los números son incontrastables. Pero el Presidente vive en una realidad paralela en donde él es un gran líder mundial y el resto, lacayos que se someten o son arrasados por las fuerzas del cielo.
En el medio, una troupe de funcionarios-gerentes puestos por el poder económico tienen carta libre para apropiarse de todo, limando las bases del Estado mientras buena parte de la sociedad consiente esa destrucción. Va a costar muchísimo reconstruir lo que están demoliendo cuando la ola libertaria sea nada más que un mal recuerdo.
El 2024 terminará con una muy brutal reducción del gasto público total. Según datos del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), que conducen los economistas Hernán Letcher y Julia Strada, esa cifra será de 10,2% del PBI, muy por debajo del pico registrado en 2020 durante la pandemia de Covid-19, cuando representó 19,2% del PBI.
La mayor contracción se observa en los gastos de capital, que incluyen la obra pública. Este rubro pasó de 1,2% del PBI en 2023 -año en el que se concentraron las inversiones para el gasoducto de Vaca Muerta, por ejemplo- a prácticamente no registrar erogaciones en 2024, señalan desde CEPA.
Además, las transferencias a las provincias también experimentaron un fuerte ajuste en términos de PBI. En tanto los subsidios y partidas sociales consolidaron este año una tendencia de reducción que se observa desde 2021.
Los mayores recortes de la motosierra libertaria se dieron en las transferencias de capital a provincias (97%), la inversión real directa (71%) y transferencias corrientes a provincias (67,8%). Con estas cifras, se entiende el tono del comunicado que los gobernadores “dialoguistas” de Juntos por el Cambio (entre ellos, Nacho Torres) publicaron la semana pasada, “exigiéndole” a Milei que ponga a disposición del Congreso su propio Presupuesto, que ellos le daban los votos para sacarlo.
Claro, la mayoría de esos gobernadores le han venido dando a Milei una “gobernabilidad” legislativa que el líder libertario no agradece. Por eso da un poco de pena ajena verlos ahora reclamando una devolución de favores que el Presidente nunca estuvo dispuesto a dar. Es más, los pisotea todos los días un poco más y, encima, les advierte que si no le aprueban el Presupuesto tal como lo mandó, va a reconducir el de 2024 (que era una reconducción del de 2023), algo que pondría a muchas provincias en serios problemas financieros el año próximo, en el que muchos gobernadores se juegan mucho en las elecciones de medio término.
Motosierra sin nafta
Para la última parte del año, muchos analistas económicos -inclusive, los que apoyan a Milei- consideran que las posibilidades para seguir ajustando empiezan a ser más limitadas. Es que con la inflación estabilizada y gran parte de los gastos discrecionales licuados (obra pública, subsidios, transferencias a provincias y universidades), al Gobierno se le hará difícil seguir sosteniendo el “veranito” que le han dado algunas variables financieras y, sobre todo, un nivel de aceptación popular a esta altura del partido que pocos pronosticaban a principios de año.
“Más allá de este truco óptico, cuando arranque a andar la calesita,el caballito de la inflación al que se ha subido el gobierno, para su sorpresa, comenzará a moverse de forma inoportuna, justo cuando tiene que agarrar la sortija electoral”, escribió en estos días el economista Andrés Asiaín.
El dogma mileísta de que “la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario” podría entrar en crisis en breve. Es que la baja de la inflación de los últimos meses, explicada en la violenta caída del consumo, entre otras tantas variables, podría tener un freno mucho antes de lo que los libertarios esperaban.
No son pocas las consultoras que ya pronostican un alza en la cifra de noviembre que se conocerá en diciembre, lo que podría significar la llegada de algunos nubarrones en un mes que siempre es sintomático en la Argentina.
A esto hay que sumarle la eliminación del Impuesto País, que generará una ola de compras en el exterior con dólares que después habrá que sacar de algún lado. Si, encima, se avanza con la flexibilización del cepo cambiario en los primeros meses del año próximo, la caída de la recaudación y los dólares baratos podrían terminar siendo más un problema que una solución.
De la dolarización al súper peso
La apreciación del peso que ha habido en los últimos meses es una clara contradicción a lo que Milei y su ministro de Economía, “Toto” Caputo, decían al principio de la gestión. ¿Cómo fue que pasamos de la posible dolarización a un peso súper apreciado?
Bueno, es el mismo Gobierno que pasó de querer cerrar, desguazar y privatizar Aerolíneas Argentinas, a festejar el “Aerolíneas Friday”, lanzado por el Gobierno para comprar pasajes de avión en 18 cuotas.
La teoría económica dice que cuando baja la inflación, también baja la base monetaria (el total del dinero legal circulante). Pero en la era Milei, la inflación fue a la baja y este año ya aumentó más de 250% la base monetaria, más del doble que la inflación.
El peso solamente estuvo tan apreciado como ahora en cuatro oportunidades en los últimos 30 años: sobre el final de la Convertibilidad; al final del segundo mandato de Cristina Kirchner; con Mauricio Macri en 2017; y en los últimos meses de Alberto Fernández. Cada uno de esos momentos vino seguido de grandes devaluaciones del tipo de cambio oficial. ¿Por qué ahora habría que esperar algo distinto?
Espejitos de colores
Nada, absolutamente nada, indica que el accionar de Milei y Caputo pueda generar, ahora o más adelante, efectos favorables para el conjunto de la población.
“Es una política diseñada para modificar el esquema de organización social de la Argentina, profundizando un modelo de desarrollo absolutamente dependiente del endeudamiento externo, con una extrema concentración de la riqueza en muy pocas manos, y que tiene el objetivo final de expoliar los recursos naturales de nuestro territorio a partir de una extrema reprimarización productiva de la Argentina”, señala el documento final del Congreso Anual del Sindicato de Luz y Fuerza de la Patagonia, que esta semana concluyó en Puerto Madryn.
El texto del documento es lapidario y dista de las posiciones públicas de otros sectores sindicales. Sin ir más lejos, de la propia CGT nacional. “No alcanza con indignarnos. Debemos tomar en nuestras manos nuestra propia representación política. No podemos resignarnos a someter nuestro destino al elenco de grotescos personajes que ocupan bancas, que dedican más tiempo a los sets de televisión y a las redes sociales, que a vincularse con la realidad que vivimos los argentinos y argentinas”.
“No tendremos derecho en el futuro a reclamar si no somos capaces de asumir la responsabilidad de militar políticamente para defender nuestros derechos. Hagamos lo que tenemos que hacer, no seamos indignamente cómplices de la entrega de nuestra historia, del presente y del futuro”.
Imposible no estar de acuerdo.
A pocos días de cumplirse el primer año de gestión de Javier Milei, ningún balance da positivo. Los números son incontrastables. Pero el Presidente vive en una realidad paralela en donde él es un gran líder mundial y el resto, lacayos que se someten o son arrasados por las fuerzas del cielo.
En el medio, una troupe de funcionarios-gerentes puestos por el poder económico tienen carta libre para apropiarse de todo, limando las bases del Estado mientras buena parte de la sociedad consiente esa destrucción. Va a costar muchísimo reconstruir lo que están demoliendo cuando la ola libertaria sea nada más que un mal recuerdo.
El 2024 terminará con una muy brutal reducción del gasto público total. Según datos del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), que conducen los economistas Hernán Letcher y Julia Strada, esa cifra será de 10,2% del PBI, muy por debajo del pico registrado en 2020 durante la pandemia de Covid-19, cuando representó 19,2% del PBI.
La mayor contracción se observa en los gastos de capital, que incluyen la obra pública. Este rubro pasó de 1,2% del PBI en 2023 -año en el que se concentraron las inversiones para el gasoducto de Vaca Muerta, por ejemplo- a prácticamente no registrar erogaciones en 2024, señalan desde CEPA.
Además, las transferencias a las provincias también experimentaron un fuerte ajuste en términos de PBI. En tanto los subsidios y partidas sociales consolidaron este año una tendencia de reducción que se observa desde 2021.
Los mayores recortes de la motosierra libertaria se dieron en las transferencias de capital a provincias (97%), la inversión real directa (71%) y transferencias corrientes a provincias (67,8%). Con estas cifras, se entiende el tono del comunicado que los gobernadores “dialoguistas” de Juntos por el Cambio (entre ellos, Nacho Torres) publicaron la semana pasada, “exigiéndole” a Milei que ponga a disposición del Congreso su propio Presupuesto, que ellos le daban los votos para sacarlo.
Claro, la mayoría de esos gobernadores le han venido dando a Milei una “gobernabilidad” legislativa que el líder libertario no agradece. Por eso da un poco de pena ajena verlos ahora reclamando una devolución de favores que el Presidente nunca estuvo dispuesto a dar. Es más, los pisotea todos los días un poco más y, encima, les advierte que si no le aprueban el Presupuesto tal como lo mandó, va a reconducir el de 2024 (que era una reconducción del de 2023), algo que pondría a muchas provincias en serios problemas financieros el año próximo, en el que muchos gobernadores se juegan mucho en las elecciones de medio término.
Motosierra sin nafta
Para la última parte del año, muchos analistas económicos -inclusive, los que apoyan a Milei- consideran que las posibilidades para seguir ajustando empiezan a ser más limitadas. Es que con la inflación estabilizada y gran parte de los gastos discrecionales licuados (obra pública, subsidios, transferencias a provincias y universidades), al Gobierno se le hará difícil seguir sosteniendo el “veranito” que le han dado algunas variables financieras y, sobre todo, un nivel de aceptación popular a esta altura del partido que pocos pronosticaban a principios de año.
“Más allá de este truco óptico, cuando arranque a andar la calesita,el caballito de la inflación al que se ha subido el gobierno, para su sorpresa, comenzará a moverse de forma inoportuna, justo cuando tiene que agarrar la sortija electoral”, escribió en estos días el economista Andrés Asiaín.
El dogma mileísta de que “la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario” podría entrar en crisis en breve. Es que la baja de la inflación de los últimos meses, explicada en la violenta caída del consumo, entre otras tantas variables, podría tener un freno mucho antes de lo que los libertarios esperaban.
No son pocas las consultoras que ya pronostican un alza en la cifra de noviembre que se conocerá en diciembre, lo que podría significar la llegada de algunos nubarrones en un mes que siempre es sintomático en la Argentina.
A esto hay que sumarle la eliminación del Impuesto País, que generará una ola de compras en el exterior con dólares que después habrá que sacar de algún lado. Si, encima, se avanza con la flexibilización del cepo cambiario en los primeros meses del año próximo, la caída de la recaudación y los dólares baratos podrían terminar siendo más un problema que una solución.
De la dolarización al súper peso
La apreciación del peso que ha habido en los últimos meses es una clara contradicción a lo que Milei y su ministro de Economía, “Toto” Caputo, decían al principio de la gestión. ¿Cómo fue que pasamos de la posible dolarización a un peso súper apreciado?
Bueno, es el mismo Gobierno que pasó de querer cerrar, desguazar y privatizar Aerolíneas Argentinas, a festejar el “Aerolíneas Friday”, lanzado por el Gobierno para comprar pasajes de avión en 18 cuotas.
La teoría económica dice que cuando baja la inflación, también baja la base monetaria (el total del dinero legal circulante). Pero en la era Milei, la inflación fue a la baja y este año ya aumentó más de 250% la base monetaria, más del doble que la inflación.
El peso solamente estuvo tan apreciado como ahora en cuatro oportunidades en los últimos 30 años: sobre el final de la Convertibilidad; al final del segundo mandato de Cristina Kirchner; con Mauricio Macri en 2017; y en los últimos meses de Alberto Fernández. Cada uno de esos momentos vino seguido de grandes devaluaciones del tipo de cambio oficial. ¿Por qué ahora habría que esperar algo distinto?
Espejitos de colores
Nada, absolutamente nada, indica que el accionar de Milei y Caputo pueda generar, ahora o más adelante, efectos favorables para el conjunto de la población.
“Es una política diseñada para modificar el esquema de organización social de la Argentina, profundizando un modelo de desarrollo absolutamente dependiente del endeudamiento externo, con una extrema concentración de la riqueza en muy pocas manos, y que tiene el objetivo final de expoliar los recursos naturales de nuestro territorio a partir de una extrema reprimarización productiva de la Argentina”, señala el documento final del Congreso Anual del Sindicato de Luz y Fuerza de la Patagonia, que esta semana concluyó en Puerto Madryn.
El texto del documento es lapidario y dista de las posiciones públicas de otros sectores sindicales. Sin ir más lejos, de la propia CGT nacional. “No alcanza con indignarnos. Debemos tomar en nuestras manos nuestra propia representación política. No podemos resignarnos a someter nuestro destino al elenco de grotescos personajes que ocupan bancas, que dedican más tiempo a los sets de televisión y a las redes sociales, que a vincularse con la realidad que vivimos los argentinos y argentinas”.
“No tendremos derecho en el futuro a reclamar si no somos capaces de asumir la responsabilidad de militar políticamente para defender nuestros derechos. Hagamos lo que tenemos que hacer, no seamos indignamente cómplices de la entrega de nuestra historia, del presente y del futuro”.
Imposible no estar de acuerdo.