Por: Juan Miguel Bigrevich
Edición: Marcelo Maidana
Podcast: Luciano De Maio
Emil Zatopek fue un atleta excepcional. Recordman en cuanto competencia supo estar. Fue medalla de oro en Londres y Helsinki. Allá, después de la segunda guerra. Representó a Checoslovaquia, dos federaciones en una que volvieron a dividirse.
Pero su mayor título lo obtuvo como barrendero.
Tras convertirse en poco menos que un dios redivivo para su gente y el régimen de su pais luego de las victorias en 5.000, 10.000 y maratón en los Juegos Olímpicos de Finlandia 52 y seguir venciendo en cuanta carrera se hiciera en Europa y en el mundo, a Emil le dieron la jerarquía de coronel en el ejército checo. Una farsante subvención para que se dedicara exclusivamente al atletismo y que era costumbre detrás de la Cortina de Hierro.
Sin embargo, Emil cometió un error. Creyendo que la indulgencia era permanente, pero convencido, apoyó la llamada Primavera de Praga; una movilizacón antistalinista que fue sofocada en un rato por las tropas soviéticas.
Hubo muertos, deportados, prisioneros, torturados, delatados y sancionados. Entre ellos, Emil. Solito y sólo lo degradaron y pretendieron humillarlo enviándolo como barrendero a la zona sur de Praga, la que se había rebelado.
Pero sucedió lo inesperado. O no tanto.
Las calles que Emil debía limpiar nunca estuvieron tan limpias como en ese entonces. Y sin mover la escoba. El sector que el ídolo fue designado brillaba por su aseo. Es que la gente, su gente -enterada del intento de humillación- , se levantaba de madrugada y barría la parcela de acera que le correspondía. Y cuando Emil llegaba a las arterias, empedradas, éstas brillaban. La gente, su gente, lo cobijó ante tanto desamparo y respondió ante tanta estupidez. Y no quedó otra opción al régimen que reincorporarlo con todos los honores.
Ya anciano, se sumó nuevamente al rebaño. Estaba viejo y cansado. Ese atleta extraordinario de todos los tiempos. Ese barrendero. Protegido.
Queres hablar de un ídolo de la gente. Acá tenés uno.
Por: Juan Miguel Bigrevich
Edición: Marcelo Maidana
Podcast: Luciano De Maio
Emil Zatopek fue un atleta excepcional. Recordman en cuanto competencia supo estar. Fue medalla de oro en Londres y Helsinki. Allá, después de la segunda guerra. Representó a Checoslovaquia, dos federaciones en una que volvieron a dividirse.
Pero su mayor título lo obtuvo como barrendero.
Tras convertirse en poco menos que un dios redivivo para su gente y el régimen de su pais luego de las victorias en 5.000, 10.000 y maratón en los Juegos Olímpicos de Finlandia 52 y seguir venciendo en cuanta carrera se hiciera en Europa y en el mundo, a Emil le dieron la jerarquía de coronel en el ejército checo. Una farsante subvención para que se dedicara exclusivamente al atletismo y que era costumbre detrás de la Cortina de Hierro.
Sin embargo, Emil cometió un error. Creyendo que la indulgencia era permanente, pero convencido, apoyó la llamada Primavera de Praga; una movilizacón antistalinista que fue sofocada en un rato por las tropas soviéticas.
Hubo muertos, deportados, prisioneros, torturados, delatados y sancionados. Entre ellos, Emil. Solito y sólo lo degradaron y pretendieron humillarlo enviándolo como barrendero a la zona sur de Praga, la que se había rebelado.
Pero sucedió lo inesperado. O no tanto.
Las calles que Emil debía limpiar nunca estuvieron tan limpias como en ese entonces. Y sin mover la escoba. El sector que el ídolo fue designado brillaba por su aseo. Es que la gente, su gente -enterada del intento de humillación- , se levantaba de madrugada y barría la parcela de acera que le correspondía. Y cuando Emil llegaba a las arterias, empedradas, éstas brillaban. La gente, su gente, lo cobijó ante tanto desamparo y respondió ante tanta estupidez. Y no quedó otra opción al régimen que reincorporarlo con todos los honores.
Ya anciano, se sumó nuevamente al rebaño. Estaba viejo y cansado. Ese atleta extraordinario de todos los tiempos. Ese barrendero. Protegido.
Queres hablar de un ídolo de la gente. Acá tenés uno.