El barrendero

12 DIC 2024 - 15:39 | Actualizado 12 DIC 2024 - 16:23

Por: Juan Miguel Bigrevich

Edición: Marcelo Maidana

Podcast: Luciano De Maio


Emil Zatopek fue un atleta excepcional. Recordman en cuanto competencia supo estar. Fue medalla de oro en Londres y Helsinki. Allá, después de la segunda guerra. Representó a Checoslovaquia, dos federaciones en una que volvieron a dividirse.



Pero su mayor título lo obtuvo como barrendero.

Tras convertirse en poco menos que un dios redivivo para su gente y el régimen de su pais luego de las victorias en 5.000, 10.000 y maratón en los Juegos Olímpicos de Finlandia 52 y seguir venciendo en cuanta carrera se hiciera en Europa y en el mundo, a Emil le dieron la jerarquía de coronel en el ejército checo. Una farsante subvención para que se dedicara exclusivamente al atletismo y que era costumbre detrás de la Cortina de Hierro.

Sin embargo, Emil cometió un error. Creyendo que la indulgencia era permanente, pero convencido, apoyó la llamada Primavera de Praga; una movilizacón antistalinista que fue sofocada en un rato por las tropas soviéticas.

Hubo muertos, deportados, prisioneros, torturados, delatados y sancionados. Entre ellos, Emil. Solito y sólo lo degradaron y pretendieron humillarlo enviándolo como barrendero a la zona sur de Praga, la que se había rebelado.

Pero sucedió lo inesperado. O no tanto.

Las calles que Emil debía limpiar nunca estuvieron tan limpias como en ese entonces. Y sin mover la escoba. El sector que el ídolo fue designado brillaba por su aseo. Es que la gente, su gente -enterada del intento de humillación- , se levantaba de madrugada y barría la parcela de acera que le correspondía. Y cuando Emil llegaba a las arterias, empedradas, éstas brillaban. La gente, su gente, lo cobijó ante tanto desamparo y respondió ante tanta estupidez. Y no quedó otra opción al régimen que reincorporarlo con todos los honores.

Ya anciano, se sumó nuevamente al rebaño. Estaba viejo y cansado. Ese atleta extraordinario de todos los tiempos. Ese barrendero. Protegido.

Queres hablar de un ídolo de la gente. Acá tenés uno.

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Emil Zatopek fue un atleta excepcional. Recordman en cuanto competencia supo estar. Fue medalla de oro en Londres y Helsinki. Allá, después de la segunda guerra. Representó a Checoslovaquia, dos federaciones en una que volvieron a dividirse.



Pero su mayor título lo obtuvo como barrendero.

Tras convertirse en poco menos que un dios redivivo para su gente y el régimen de su pais luego de las victorias en 5.000, 10.000 y maratón en los Juegos Olímpicos de Finlandia 52 y seguir venciendo en cuanta carrera se hiciera en Europa y en el mundo, a Emil le dieron la jerarquía de coronel en el ejército checo. Una farsante subvención para que se dedicara exclusivamente al atletismo y que era costumbre detrás de la Cortina de Hierro.

Sin embargo, Emil cometió un error. Creyendo que la indulgencia era permanente, pero convencido, apoyó la llamada Primavera de Praga; una movilizacón antistalinista que fue sofocada en un rato por las tropas soviéticas.

Hubo muertos, deportados, prisioneros, torturados, delatados y sancionados. Entre ellos, Emil. Solito y sólo lo degradaron y pretendieron humillarlo enviándolo como barrendero a la zona sur de Praga, la que se había rebelado.

Pero sucedió lo inesperado. O no tanto.

Las calles que Emil debía limpiar nunca estuvieron tan limpias como en ese entonces. Y sin mover la escoba. El sector que el ídolo fue designado brillaba por su aseo. Es que la gente, su gente -enterada del intento de humillación- , se levantaba de madrugada y barría la parcela de acera que le correspondía. Y cuando Emil llegaba a las arterias, empedradas, éstas brillaban. La gente, su gente, lo cobijó ante tanto desamparo y respondió ante tanta estupidez. Y no quedó otra opción al régimen que reincorporarlo con todos los honores.

Ya anciano, se sumó nuevamente al rebaño. Estaba viejo y cansado. Ese atleta extraordinario de todos los tiempos. Ese barrendero. Protegido.

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