Amores que matan

19 DIC 2024 - 15:09 | Actualizado 22 DIC 2024 - 20:49

Por: Juan Miguel Bigrevich

Edición: Marcelo Maidana

Podcast: Luciano De Maio

El tipo era un crack. Había debutado a los 13 en el equipo amateur de la fábrica automotriz Zil y a los 16 ya era figura del Torpedo, rival molesto de los poderosos CSK y Dinamo que pertenecían al Ejército y a la KGB.

También era muy incómodo. Se llamaba Eduard (con acento prosódico en la a) Streltsov y tenía, según el Pravda la enfermedad de las estrellas; Fumador, bebedor, provocador, peleador y adúltero empedernido (algo parecido con otra realidad no es pura coincidencia)

Se negó ir, una y mil veces, a los clubes del régimen demostrando una fidelidad conmovedora que lo entronizaron a la categoría de ídolo. Tanto que fue considerado el Pelé blanco. Por ello se ganó de enemigos que a la larga iba a tener un costo muy alto. Figura emblemática del balompié soviético y más popular que Lev Yashin, más vinculado al politbureau nacional, fue considerado un potencial desertor. Y una mala imagen de un sistema que empezaba a manejar la mitad del planeta. Con la paranoia que eso significa. Había sido figura en el Olímpicos de Melbourne de 1956 donde no le dejaron recibir la medalla dorada y estaba llamado a ser un genio en Suecia 58.

Pero, el tipo, que usaba un corte de pelo al estilo de Ted Boy, se enropaba con camperas de cuero y jeans y cuestionaba las causas por las que no podía ser un profesional en la Europa occidental cuando la Cortina de Hierro era dura cometió un error. Imperdonable. Donjuanesco, enamoró a una joven de 16 años e intercambiaron pasiones.

No supo quién era.

Hasta que supo.

La adolescente era Svetlana, hija de Yekaterina Furtseva, secretaria del PC ruso y segunda de Nikita Kruschev. La mamá, viendo a la nena enamorada, le pidió (o exigió vaya uno a saber) en una fiesta que se casara con ella. Eduard, el del prosódico en la a, le dijo que no. Que era muy fea.

Una semana después, en otra fiesta, Eduard fue acusado de la violación de otra joven. Esta se llamaba Marina y se apellidaba Lebedeva. Lo liquidaron. Doce años condenado en un gulag de Siberia, donde pasó internado 4 meses porque lo molieron a palos.

Eduard admitió su culpabilidad después de negarlo una mil veces. Una por salvar a dos compañeros suyos también involucrados y otra porque le prometieron que iba a jugar el Mundial en Estocolmo. Lo primero sucedió. Lo segundo no. Le redujeron la condena. A 5 años.

Cuando salió, volvió a sus orígenes. Aún prohibido comenzó a jugar en la fábrica Zil. En torneos semiclandestinos. Llenó las canchas de nuevo. Y se volvió incómodo otra vez. Y volvió al Torpedo para salir campeón y retirarse. Nunca fue el mismo a pesar de su talento que se lo hizo comparar a otro fuera de serie como George Best.

Un cáncer de garganta lo llevó a la tumba a los 53 años. No hubo honores como a Yashin, pero sí un gran dolor popular que se sintió por todo Moscú.

Años después se reconoció que todo había sido una farsa. Y con verguenza, le dieron, de manera póstuma, la medalla dorada del 56. Y con vergüenza, Marina Lebedeva, le lleva todos los años de su aniversario, un ramo de flores.

Eduard Streltsov. El mujeriego, el borracho, el bocón, el insolente, el exiliado en un gulag, el triste, el ídolo popular. El muerto por un amor.

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19 DIC 2024 - 15:09

Por: Juan Miguel Bigrevich

Edición: Marcelo Maidana

Podcast: Luciano De Maio

El tipo era un crack. Había debutado a los 13 en el equipo amateur de la fábrica automotriz Zil y a los 16 ya era figura del Torpedo, rival molesto de los poderosos CSK y Dinamo que pertenecían al Ejército y a la KGB.

También era muy incómodo. Se llamaba Eduard (con acento prosódico en la a) Streltsov y tenía, según el Pravda la enfermedad de las estrellas; Fumador, bebedor, provocador, peleador y adúltero empedernido (algo parecido con otra realidad no es pura coincidencia)

Se negó ir, una y mil veces, a los clubes del régimen demostrando una fidelidad conmovedora que lo entronizaron a la categoría de ídolo. Tanto que fue considerado el Pelé blanco. Por ello se ganó de enemigos que a la larga iba a tener un costo muy alto. Figura emblemática del balompié soviético y más popular que Lev Yashin, más vinculado al politbureau nacional, fue considerado un potencial desertor. Y una mala imagen de un sistema que empezaba a manejar la mitad del planeta. Con la paranoia que eso significa. Había sido figura en el Olímpicos de Melbourne de 1956 donde no le dejaron recibir la medalla dorada y estaba llamado a ser un genio en Suecia 58.

Pero, el tipo, que usaba un corte de pelo al estilo de Ted Boy, se enropaba con camperas de cuero y jeans y cuestionaba las causas por las que no podía ser un profesional en la Europa occidental cuando la Cortina de Hierro era dura cometió un error. Imperdonable. Donjuanesco, enamoró a una joven de 16 años e intercambiaron pasiones.

No supo quién era.

Hasta que supo.

La adolescente era Svetlana, hija de Yekaterina Furtseva, secretaria del PC ruso y segunda de Nikita Kruschev. La mamá, viendo a la nena enamorada, le pidió (o exigió vaya uno a saber) en una fiesta que se casara con ella. Eduard, el del prosódico en la a, le dijo que no. Que era muy fea.

Una semana después, en otra fiesta, Eduard fue acusado de la violación de otra joven. Esta se llamaba Marina y se apellidaba Lebedeva. Lo liquidaron. Doce años condenado en un gulag de Siberia, donde pasó internado 4 meses porque lo molieron a palos.

Eduard admitió su culpabilidad después de negarlo una mil veces. Una por salvar a dos compañeros suyos también involucrados y otra porque le prometieron que iba a jugar el Mundial en Estocolmo. Lo primero sucedió. Lo segundo no. Le redujeron la condena. A 5 años.

Cuando salió, volvió a sus orígenes. Aún prohibido comenzó a jugar en la fábrica Zil. En torneos semiclandestinos. Llenó las canchas de nuevo. Y se volvió incómodo otra vez. Y volvió al Torpedo para salir campeón y retirarse. Nunca fue el mismo a pesar de su talento que se lo hizo comparar a otro fuera de serie como George Best.

Un cáncer de garganta lo llevó a la tumba a los 53 años. No hubo honores como a Yashin, pero sí un gran dolor popular que se sintió por todo Moscú.

Años después se reconoció que todo había sido una farsa. Y con verguenza, le dieron, de manera póstuma, la medalla dorada del 56. Y con vergüenza, Marina Lebedeva, le lleva todos los años de su aniversario, un ramo de flores.

Eduard Streltsov. El mujeriego, el borracho, el bocón, el insolente, el exiliado en un gulag, el triste, el ídolo popular. El muerto por un amor.


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