Por Esteban Gallo
Los rumores de que el gobierno nacional avanzaría con el cierre definitivo de Vialidad Nacional en Chubut se consolidan peligrosamente. El temor se acrecentó en los últimos días con la comunicación de que en junio caducan las facultades de la Ley Bases y que antes de esa fecha el Gobierno de Javier Milei podría firmar la derogación del decreto que da sustento institucional a la repartición.
A la incertidumbre por el posible cierre del organismo en la región se suma la cuestión salarial. Los trabajadores no tienen paritaria desde octubre del año pasado y desde esa fecha hasta la actualidad los salarios crecieron apenas un 2 por ciento.
El miedo a un desguace de Vialidad Nacional como prólogo de su cierre definitivo está cada más latente. También la posibilidad concreta de que decenas de trabajadores pierdan su empleo.
El pavor de los empleados movilizados tiene sustento sólido.
El Ministro de Desregulación y Transformación el Estado, Federico Sturzenegger confirmó anoche la continuidad de la “motosierra” sobre las dependencias estatales y adelantó la fusión de organismos y el cierre de otros.
“Los próximos días serán bastante interesantes”, dijo Sturzenegger con el cinismo que lo caracteriza, como si el cierre de un organismo señero en Chubut y la decisión de dejar en la calle a decenas de trabajadores le generara un deleite macabro y morboso.
Una especie de Hannibal Lécter de la economía que se saborea con la sangre de sus víctimas, que no son otros, que sus propios compatriotas.
Los trabajadores de Vialidad Nacional están alertas y movilizados, pero no son los únicos. En febrero pasado el Gobierno firmó un decreto para cerrar 50 organismos públicos. Y el ajuste no termina ahí. Sturzenegger adelantó con alegría que se vienen más cambios que podrían afectar a entidades clave como el Conicet, Anmat, Inta y Senasa.
Nada conmueve a este gobierno, que avasalla incluso los derechos de los sectores más desprotegidos.
El lunes pasado, la Coordinadora de Nicadpi Liliana Sauter, reveló con profundo dolor que terapias y prestaciones esenciales para las personas discapacitadas de Trelew se convirtieron en inaccesibles y las amenazas de nuevos recortes presupuestarios profundizan la emergencia.
Hay que ser muy ruin como para meterse contra los derechos de los discapacitados.
Podemos sumar a la larga lista de damnificados a las universidades públicas que esta semana salieron a la calle para exigir paritarias, que los convenios se cumplan, que le pongan un freno al recorte de becas y que cumplan con el envío de las partidas que se necesitan para garantizar la actividad académica.
Nadie parece estar a salvo de la motosierra de Sturzenegger y Milei, cebados en los últimos días con el triunfo obtenido por la Libertad Avanza en Capital Federal.
El Dr. Lecter porteño, reparte pines con formas de motosierra, saboreándose con la ola de despidos, como si dejar a la deriva a miles de argentinos y argentinas fuera motivo de festejo.
Los trabajadores de Vialidad Nacional de Chubut resisten en la calle con la esperanza de que alguien los escuche y los acompañe en el reclamo.
Hay actores encumbrados de nuestra sociedad que se desentienden del problema y miran para otro lado sin asumir ningún tipo de compromiso.
Los funcionarios públicos locales y provinciales, los diputados y diputadas provinciales y nacionales, los legisladores que nos representan en el Senado, los dirigentes políticos de todos los colores y denominaciones deberían estar con ellos, defendiendo esos puestos laborales, que, si se caen, afectarán a decenas de trabajadores y también a las ciudades donde ellos viven, que no resisten más despidos, más desocupación y más pobreza.
También es hora de que el conjunto de la clase trabajadora y los vecinos de nuestras comunidades entiendan que se trata de un drama colectivo que nos afecta a todos.
La intención del gobierno de hacernos creer que está librando una batalla contra una casta de privilegiados es una mentira repugnante.
No son los ricos de este país, ni la dirigencia política acomodada los que padecen las consecuencias de este ajuste salvaje.
La motosierra, símbolo de este gobierno insensible y cruel, despedaza a los más humildes y a los sectores más vulnerables de la sociedad.
Y mientras la patria se desangra, los caníbales que nos gobiernan, se relamen.
Por Esteban Gallo
Los rumores de que el gobierno nacional avanzaría con el cierre definitivo de Vialidad Nacional en Chubut se consolidan peligrosamente. El temor se acrecentó en los últimos días con la comunicación de que en junio caducan las facultades de la Ley Bases y que antes de esa fecha el Gobierno de Javier Milei podría firmar la derogación del decreto que da sustento institucional a la repartición.
A la incertidumbre por el posible cierre del organismo en la región se suma la cuestión salarial. Los trabajadores no tienen paritaria desde octubre del año pasado y desde esa fecha hasta la actualidad los salarios crecieron apenas un 2 por ciento.
El miedo a un desguace de Vialidad Nacional como prólogo de su cierre definitivo está cada más latente. También la posibilidad concreta de que decenas de trabajadores pierdan su empleo.
El pavor de los empleados movilizados tiene sustento sólido.
El Ministro de Desregulación y Transformación el Estado, Federico Sturzenegger confirmó anoche la continuidad de la “motosierra” sobre las dependencias estatales y adelantó la fusión de organismos y el cierre de otros.
“Los próximos días serán bastante interesantes”, dijo Sturzenegger con el cinismo que lo caracteriza, como si el cierre de un organismo señero en Chubut y la decisión de dejar en la calle a decenas de trabajadores le generara un deleite macabro y morboso.
Una especie de Hannibal Lécter de la economía que se saborea con la sangre de sus víctimas, que no son otros, que sus propios compatriotas.
Los trabajadores de Vialidad Nacional están alertas y movilizados, pero no son los únicos. En febrero pasado el Gobierno firmó un decreto para cerrar 50 organismos públicos. Y el ajuste no termina ahí. Sturzenegger adelantó con alegría que se vienen más cambios que podrían afectar a entidades clave como el Conicet, Anmat, Inta y Senasa.
Nada conmueve a este gobierno, que avasalla incluso los derechos de los sectores más desprotegidos.
El lunes pasado, la Coordinadora de Nicadpi Liliana Sauter, reveló con profundo dolor que terapias y prestaciones esenciales para las personas discapacitadas de Trelew se convirtieron en inaccesibles y las amenazas de nuevos recortes presupuestarios profundizan la emergencia.
Hay que ser muy ruin como para meterse contra los derechos de los discapacitados.
Podemos sumar a la larga lista de damnificados a las universidades públicas que esta semana salieron a la calle para exigir paritarias, que los convenios se cumplan, que le pongan un freno al recorte de becas y que cumplan con el envío de las partidas que se necesitan para garantizar la actividad académica.
Nadie parece estar a salvo de la motosierra de Sturzenegger y Milei, cebados en los últimos días con el triunfo obtenido por la Libertad Avanza en Capital Federal.
El Dr. Lecter porteño, reparte pines con formas de motosierra, saboreándose con la ola de despidos, como si dejar a la deriva a miles de argentinos y argentinas fuera motivo de festejo.
Los trabajadores de Vialidad Nacional de Chubut resisten en la calle con la esperanza de que alguien los escuche y los acompañe en el reclamo.
Hay actores encumbrados de nuestra sociedad que se desentienden del problema y miran para otro lado sin asumir ningún tipo de compromiso.
Los funcionarios públicos locales y provinciales, los diputados y diputadas provinciales y nacionales, los legisladores que nos representan en el Senado, los dirigentes políticos de todos los colores y denominaciones deberían estar con ellos, defendiendo esos puestos laborales, que, si se caen, afectarán a decenas de trabajadores y también a las ciudades donde ellos viven, que no resisten más despidos, más desocupación y más pobreza.
También es hora de que el conjunto de la clase trabajadora y los vecinos de nuestras comunidades entiendan que se trata de un drama colectivo que nos afecta a todos.
La intención del gobierno de hacernos creer que está librando una batalla contra una casta de privilegiados es una mentira repugnante.
No son los ricos de este país, ni la dirigencia política acomodada los que padecen las consecuencias de este ajuste salvaje.
La motosierra, símbolo de este gobierno insensible y cruel, despedaza a los más humildes y a los sectores más vulnerables de la sociedad.
Y mientras la patria se desangra, los caníbales que nos gobiernan, se relamen.