Dentro de trece semanas, los argentinos deberán ir a las urnas a elegir el nuevo mapa parlamentario del país. No han sido buenas las experiencias previas en cuanto a asistencia de votantes. La apatía generalizada viene dominando la escena electoral y el porcentaje de votantes ha rondado entre el 50% y el 60% del padrón en algunos distritos, anticipando que de acá a octubre las distintas fuerzas deberán hacer esfuerzos importantes para convocar a las masas.
Un encuesta reciente de Pulsar-UBA-de la que se dio cuenta en esta misma Columna la semana pasada pero vale la pena recordar- indica que el interés de los argentinos en la política y en la cosa pública viene en ascenso. O sea, el ausentismo parecería ser una respuesta a la falta de propuestas convocantes, no al desinterés por la política.
Ese será, sin dudas, el gran desafío que tendrán las fuerzas opositoras al Gobierno nacional: demostrar que vale la pena ir a votar una alternativa parlamentaria que ponga freno a las políticas que viene implementando la gestión de Javier Milei.
A diecinueve meses de asumir y con el “control” de la inflación como único resultado medianamente favorable, la gestión de Milei y su brazo político, La Libertad Avanza, aún siguen detentando cierta atracción para una parte del electorado. Desde el regreso de la democracia hace 42 años, a casi todas las fuerzas gobernantes le ha costado sangre, sudor y lágrimas atravesar las elecciones de medio término.
Pero en los tiempos que corren, Milei todavía parece tener chances de salir airoso y sumar más diputados nacionales y senadores a su escuálida escudería parlamentaria. Sería, en todo caso, empoderar un equipo propio y no necesitar de tantos aliados siempre listos para sacar las leyes, como ha ocurrido hasta ahora.
“Antimileísmo”
Sin embargo, las sensaciones suelen tener matices, sobre todo el mundo de las encuestadoras, muchas de las cuales siguen pronosticando un buen desempeño de los candidatos de la LLA el 26 de octubre. Según el último estudio nacional de la consultora Zuban Córdoba, la única que publica informes con resultados más críticos a la gestión libertaria, el 56,8% de los encuestados desaprueba el gobierno de Milei, mientras que solo el 42,8% la aprueba.
La polarización se acentúa con el crecimiento del “antimileísmo” como identidad política, que ya alcanza al 53,6% de los consultados -según Zuban Córdoba-, frente a un 28,1% que se identifica como “mileísta”.
El informe advierte que más del 52% del electorado votaría en las elecciones legislativas de octubre para castigar al Gobierno nacional, mientras que un 38,3% lo haría para premiarlo.
Entre quienes votarán para castigar, los principales motivos son la destrucción del Estado y las políticas públicas (25,5%), y la percepción de un gobierno “cruel” (25,4%).
Por el contrario, quienes acompañan a La Libertad Avanza valoran principalmente el control de la inflación (25,1%), la honestidad (23,6%) y el enfrentamiento con la “casta política” (19,7%).
También se refleja una crisis de representación: aunque el 68,1% cree que su voto tiene impacto en las decisiones políticas, uno de cada cinco considera no ir a votar en octubre.
Otra vez, el deteriorado vínculo entre la política y la ciudadanía aparece como un peligro latente para las próximas elecciones, al menos para los que tratan de ponerle un freno a Milei. Puede que mucha gente empiece a ver o sentir en carne propia los efectos de la motosierra, pero por ahora no parecería alcanzar como para muchos de los votantes circunstanciales de Milei en la segunda vuelta de 2023 ahora inclinen la balanza para el otro lado.
Hace pocos días se viralizó una declaración del intendente de un pequeño pueblo de Córdoba, que con un par de frases describió con crudeza la contradicción argentina: “Votaron esta política de Milei, pero nos piden que gobernemos como el kirchnerismo”, disparó en el blanco Gustavo Benedetti, el intendente radical de Arroyito, una localidad del este cordobés, donde el 80% de la comunidad eligió a Milei en las elecciones presidenciales de 2023.
Ahora, esos mismos vecinos reclaman salud pública, bolsones de comida, ayuda para pagar la luz o, simplemente, ser escuchados. Una nueva versión del famoso “haz lo que yo digo, no lo que yo hago”.
El enigma Chubut
Esa contradicción de seguir apoyando lo que los perjudica también prendió en Chubut. Eso explica, en parte, que a tres meses de las elecciones del 26 de octubre todavía sea difícil de determinar para dónde se va a inclinar la balanza.
Por ahora, nadie se anima a darse como ganador y, casi todos, admiten por lo bajo que el panorama electoral está más equilibrado de lo que muchos podrían haber anticipado hace unos meses.
El escenario de cuatro vías con el oficialismo de Despierta Chubut, La Libertad Avanza, el frente liderado por el peronismo (Unidos Podemos) y la avanzada de Camioneros y el Sindicato de Empleados de Comercio (“La Fuerza del Trabajo Chubutense”), alimentan la incógnita. Hay sólo dos bancas en juego, lo que anticipa que al menos dos sectores sufrirán duras derrotas.
La atomización de ofertas, que en un principio parecía ser el mejor escenario y hasta una estrategia alimentada por el Gobierno provincial, ahora florece nada más que dudas. Aun dividido en tres (antes de la interna y en dos de cara a octubre), hay un voto peronista latente que empieza a preocupar a más de uno.
Las internas del próximo domingo darán la primera medida: Juan Pablo Luque se esfuerza en mostrarse como el principal adversario peronista del gobernador Nacho Torres y se entusiasma con destronar a la candidata oficial, Ana Clara Romero, y al candidato libertario de turno. Claro que antes deberá pasar el escollo que representa Dante Bowen, el intendente de Dolavon, que insufla un aire de cambio dentro del peronismo pero también recibe el apoyo explícito de muchos sectores peronistas hoy cercanos al Gobierno provincial.
En la interna peronista vale todo, inclusive ir a votar a un candidato para marcarle la cancha a otro.
Dentro de trece semanas, los argentinos deberán ir a las urnas a elegir el nuevo mapa parlamentario del país. No han sido buenas las experiencias previas en cuanto a asistencia de votantes. La apatía generalizada viene dominando la escena electoral y el porcentaje de votantes ha rondado entre el 50% y el 60% del padrón en algunos distritos, anticipando que de acá a octubre las distintas fuerzas deberán hacer esfuerzos importantes para convocar a las masas.
Un encuesta reciente de Pulsar-UBA-de la que se dio cuenta en esta misma Columna la semana pasada pero vale la pena recordar- indica que el interés de los argentinos en la política y en la cosa pública viene en ascenso. O sea, el ausentismo parecería ser una respuesta a la falta de propuestas convocantes, no al desinterés por la política.
Ese será, sin dudas, el gran desafío que tendrán las fuerzas opositoras al Gobierno nacional: demostrar que vale la pena ir a votar una alternativa parlamentaria que ponga freno a las políticas que viene implementando la gestión de Javier Milei.
A diecinueve meses de asumir y con el “control” de la inflación como único resultado medianamente favorable, la gestión de Milei y su brazo político, La Libertad Avanza, aún siguen detentando cierta atracción para una parte del electorado. Desde el regreso de la democracia hace 42 años, a casi todas las fuerzas gobernantes le ha costado sangre, sudor y lágrimas atravesar las elecciones de medio término.
Pero en los tiempos que corren, Milei todavía parece tener chances de salir airoso y sumar más diputados nacionales y senadores a su escuálida escudería parlamentaria. Sería, en todo caso, empoderar un equipo propio y no necesitar de tantos aliados siempre listos para sacar las leyes, como ha ocurrido hasta ahora.
“Antimileísmo”
Sin embargo, las sensaciones suelen tener matices, sobre todo el mundo de las encuestadoras, muchas de las cuales siguen pronosticando un buen desempeño de los candidatos de la LLA el 26 de octubre. Según el último estudio nacional de la consultora Zuban Córdoba, la única que publica informes con resultados más críticos a la gestión libertaria, el 56,8% de los encuestados desaprueba el gobierno de Milei, mientras que solo el 42,8% la aprueba.
La polarización se acentúa con el crecimiento del “antimileísmo” como identidad política, que ya alcanza al 53,6% de los consultados -según Zuban Córdoba-, frente a un 28,1% que se identifica como “mileísta”.
El informe advierte que más del 52% del electorado votaría en las elecciones legislativas de octubre para castigar al Gobierno nacional, mientras que un 38,3% lo haría para premiarlo.
Entre quienes votarán para castigar, los principales motivos son la destrucción del Estado y las políticas públicas (25,5%), y la percepción de un gobierno “cruel” (25,4%).
Por el contrario, quienes acompañan a La Libertad Avanza valoran principalmente el control de la inflación (25,1%), la honestidad (23,6%) y el enfrentamiento con la “casta política” (19,7%).
También se refleja una crisis de representación: aunque el 68,1% cree que su voto tiene impacto en las decisiones políticas, uno de cada cinco considera no ir a votar en octubre.
Otra vez, el deteriorado vínculo entre la política y la ciudadanía aparece como un peligro latente para las próximas elecciones, al menos para los que tratan de ponerle un freno a Milei. Puede que mucha gente empiece a ver o sentir en carne propia los efectos de la motosierra, pero por ahora no parecería alcanzar como para muchos de los votantes circunstanciales de Milei en la segunda vuelta de 2023 ahora inclinen la balanza para el otro lado.
Hace pocos días se viralizó una declaración del intendente de un pequeño pueblo de Córdoba, que con un par de frases describió con crudeza la contradicción argentina: “Votaron esta política de Milei, pero nos piden que gobernemos como el kirchnerismo”, disparó en el blanco Gustavo Benedetti, el intendente radical de Arroyito, una localidad del este cordobés, donde el 80% de la comunidad eligió a Milei en las elecciones presidenciales de 2023.
Ahora, esos mismos vecinos reclaman salud pública, bolsones de comida, ayuda para pagar la luz o, simplemente, ser escuchados. Una nueva versión del famoso “haz lo que yo digo, no lo que yo hago”.
El enigma Chubut
Esa contradicción de seguir apoyando lo que los perjudica también prendió en Chubut. Eso explica, en parte, que a tres meses de las elecciones del 26 de octubre todavía sea difícil de determinar para dónde se va a inclinar la balanza.
Por ahora, nadie se anima a darse como ganador y, casi todos, admiten por lo bajo que el panorama electoral está más equilibrado de lo que muchos podrían haber anticipado hace unos meses.
El escenario de cuatro vías con el oficialismo de Despierta Chubut, La Libertad Avanza, el frente liderado por el peronismo (Unidos Podemos) y la avanzada de Camioneros y el Sindicato de Empleados de Comercio (“La Fuerza del Trabajo Chubutense”), alimentan la incógnita. Hay sólo dos bancas en juego, lo que anticipa que al menos dos sectores sufrirán duras derrotas.
La atomización de ofertas, que en un principio parecía ser el mejor escenario y hasta una estrategia alimentada por el Gobierno provincial, ahora florece nada más que dudas. Aun dividido en tres (antes de la interna y en dos de cara a octubre), hay un voto peronista latente que empieza a preocupar a más de uno.
Las internas del próximo domingo darán la primera medida: Juan Pablo Luque se esfuerza en mostrarse como el principal adversario peronista del gobernador Nacho Torres y se entusiasma con destronar a la candidata oficial, Ana Clara Romero, y al candidato libertario de turno. Claro que antes deberá pasar el escollo que representa Dante Bowen, el intendente de Dolavon, que insufla un aire de cambio dentro del peronismo pero también recibe el apoyo explícito de muchos sectores peronistas hoy cercanos al Gobierno provincial.
En la interna peronista vale todo, inclusive ir a votar a un candidato para marcarle la cancha a otro.