Por Juan Carlos Guarino, especial para Jornada
Corría finales del 2002 cuando con Elena decidimos viajar para lacordillera, lugar que nos encanta recorrer. Lugares como Esquel, Los Alerces, El Bolsón y toda la comarca. Y como extra, el viaje por la meseta con paisajes de maravilla.
Terminaba de leer "La novela de Perón", de Tomás Eloy Martínez, y viajando por la Ruta 25 (que une Trelew con Esquel), cuando paso por Las Plumas, lugar donde se cruza al río Chubut, veo un cartel que decía El Sombrero. Ese insólito nombre me recordó que ese lugar lo menciona Eloy Martínez en el libro como un paraje por donde solía recorrer el padre de Perón en sus funciones de administrador.
A los pocos kilómetros, a mitad de camino entre Las Plumas Los Altares, vuelvo a ver un cartel de desvió hacia el sur que decía "El Sombrero 48 Km" y me volvió nuevamente a la memoria la novela de Eloy Martínez.
Hicimos unos kilómetros más por ese paisaje donde se conjugan esas formaciones en forma de altares de monstruos antediluvianos, de magníficos colores con el rio Chubut bordeado de ese verde tan extraño en nuestra Patagonia, que dan los árboles que lo bordean.
Una amiga que vive en Barcelona,con la cual viajamos en una oportunidad, hizo un comentario: “Este lugar tiene la extraña virtud que uno descubre al horizonte”. Ese lugar que por inalcanzable nos hace caminar como son las utopías que sirven para tener sueños y luchar por ellos.
Hicimos unos kilómetros más y paramos en la estación del ACA de Los Altares. Más o menos mitad de camino a Esquel y parada obligada para cargar combustible y pegar un descanso, y no dejar de aprovechar de comer unos sándwiches de jamón crudo con manteca que tienen marca registrada de ese lugar.
En ese momento solo había un lugar donde poder comer algo sentado y que alguien te atendiera. Ese pequeño boliche se llamaba “Los Vascos” y no veo que siga existiendo o se ha reconvertido en una parrilla. En ese momento solo se podía comer un churrasco y con dos tipos de acompañamiento o ensalada o papas hervidas.
Nos atiende un hombre, paisano él, con sus ropas de trabajo y sombrero. No pudiendo con mi genio, le pregunto:
- ¿Conoce El Sombrero?
- Si
- Por ahí andaba el padre de Perón, ¿no?
- Sí, pero más andaba la madre. La venía a ver a la machi de Cerro Negro, acá no más a una legüita.
- ¿Y a que venía doña Juana?
- La machi curaba enfermedades. Venia mucha gente. Ella miraba la orina y con eso preparaba los yuyos para la cura. Venia gente de todos lados. De Esquel, El Bolsón y hasta un avioncito desde Comodoro.
- Claro como la madre era de ascendencia tehuelche debería venir por alguna cura.
- Vino por la enfermedad de Evita y trajo las aguas de ella para que la curara.
En ese momento casi me caigo de la silla y le pregunto:
- ¿Y qué paso?
- Dijo que ella ya no podía hacer nada por la Eva. Que ya era cuestión de los médicos.
- ¿Y dónde queda Cerro Negro?
- Acá cerquita, siguiendo el camino a la cordillera.
No salía de mi asombro, era una cuestión que nunca había escuchado y que Eloy Martínez no hacía ninguna mención ni en “La novela de Perón” ni en “Santa Evita”.
Regrese de la cordillera con esa incógnita que este paisano me había clavado. Las aguas de Evita, la machi, la madre de Perón, un avión, esas curas con yuyos, era todo un poco mucho para ser posible. Cuánto de verdad podía haber en ese relato. Tenía un desafío de saber si realmente esto había sucedido.
La machi se llamaba María Epul de Cañuqueo, de origen mapuche, y casada con un tehuelche. Cerro Negro es un paraje inhóspito alejado de todas las rutas que después de mucho buscar. Sólo hace un par de años pude localizar en la zona de Pampa de Agnia hacia el sur. Ahí hay una estación de servicio abandonada donde vive una familia y en una oportunidad paré en
ese lugar. Hablando con el dueño me explicó dónde quedaba el Cerro Negro, pues desde ese lugar muy a la distancia se lo puede ubicar. Su comentario fue que aún hay gente que viaja a ese lugar como un acto de peregrinación.
De regreso en Madryn, empecé a buscar en la web. Era principio de los 2000 y todavía época que la información que se podía obtener era mucho menor a la actualidad y, por lo tanto, no encontré nada. Sí pude obtener el e-mail de Eloy Martínez, que residía en EE.UU. Desde julio de 1995 fue profesor distinguido de la Rutgers University de Nueva Jersey y director del Programa de Estudios Latinoamericanos de esa universidad. Le escribí comentando esta novedad y pensando que le podía interesar pero nunca recibí repuesta.
Un día tuve una inspiración y fue ponerme a buscar en la guía telefónica si encontraba alguien con el apellido Epul o Cañuqueo. En esos años la guía era un mamotreto que la telefónica enviaba a cada casa y aquí en el sur la guía de la zona abarcaba las provincias de Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego.
Encuentro un número telefónico en Trelew a nombre de Cañuqueo. Llamo y me atiende una adolescente. Le cuento brevemente que soyapasionado de cuestiones históricas y si eran parientes de la machi. Me dice "sí, mi abuela es hija de la machi y justo está aquí de paso para Pico Truncado". Le pido si puede ponerla al teléfono y me conecta con su abuela. Me cuenta que era hija de María Epul de Cañuqueo y que está de paso por Trelew. Le cuento que me había enterado de que su madre había tenido en sus
manos las aguas de Evita para tratar de curarla y si era cierto. Me confirma que en su momento la madre de Perón le llevó las aguas para ver que podía hacer. Tal cual me lo había contado el paisano.
Había terminado de armar la historia de ese hecho que en un principio pensé era parte de la ficción de ese paisano de Los Altares, que sirviéndome un churrasco hizo ese extraño comentario. No es raro que recorriendo estos solitarios caminos uno se encuentre con estas historias y muchos extraños personajes. Solo es cuestión de hurgar un poquito y salen historias increíbles. No es la primera vez que me pasa, Quizás mi natural curiosidad ayuda a encontrar estas historias.
Pasaron varios años y un día me entero de la presentación de un libro sobre la machi y que lo auspiciaba Rodolfo Casamiquela, un paleontólogo y arqueólogo local muy conocido. La cuestión es que la autora, de origen mapuche y vecina de Rawson, explicaba que la machi se le aparecía en sueños y le pedía que continuara su obra. Así pudo lograr que el gobierno provincial contribuyera para que pudiera viajar hasta Cerro Negro y recuperar parte de la historia de María Epul de Cañuqueo.
El libro cuenta que la machi era muy considerada dentro de la nación tehuelche-mapuche. Organizadora de los camarucos, fiestas ancestrales y una muy reputada curandera dentro de la población originaria y también de los huincas blancos que apenas hace unos años somos parte de estas tierras.
Ella curaba con yuyos y tenía una percepción especial de quienes iban llegando hasta su rancho y saber antes de llegar qué males les aquejaban. Sólo hablaba lengua y mediante su hijo Alfredo se conectaba con los que llegaban, haciendo de traductor y hablando en castellano.
Una vez le habían llevado orina de una yegua e inmediatamente se dio cuenta y manifestó su disgusto, pues ella era un referente excepcional con su gente.
También fue encarcelada por práctica ilegal de la medicina en la Gendarmería de Esquel. Y fue el mismo Perón el que logró su libertad después de que su madre, doña Juana, lo notificara de lo sucedido
Falleció en la década del 60 y hoy en Cerro Negro sólo quedan unas tumbas y no mucho más de un par de ranchos.
Por Juan Carlos Guarino, especial para Jornada
Corría finales del 2002 cuando con Elena decidimos viajar para lacordillera, lugar que nos encanta recorrer. Lugares como Esquel, Los Alerces, El Bolsón y toda la comarca. Y como extra, el viaje por la meseta con paisajes de maravilla.
Terminaba de leer "La novela de Perón", de Tomás Eloy Martínez, y viajando por la Ruta 25 (que une Trelew con Esquel), cuando paso por Las Plumas, lugar donde se cruza al río Chubut, veo un cartel que decía El Sombrero. Ese insólito nombre me recordó que ese lugar lo menciona Eloy Martínez en el libro como un paraje por donde solía recorrer el padre de Perón en sus funciones de administrador.
A los pocos kilómetros, a mitad de camino entre Las Plumas Los Altares, vuelvo a ver un cartel de desvió hacia el sur que decía "El Sombrero 48 Km" y me volvió nuevamente a la memoria la novela de Eloy Martínez.
Hicimos unos kilómetros más por ese paisaje donde se conjugan esas formaciones en forma de altares de monstruos antediluvianos, de magníficos colores con el rio Chubut bordeado de ese verde tan extraño en nuestra Patagonia, que dan los árboles que lo bordean.
Una amiga que vive en Barcelona,con la cual viajamos en una oportunidad, hizo un comentario: “Este lugar tiene la extraña virtud que uno descubre al horizonte”. Ese lugar que por inalcanzable nos hace caminar como son las utopías que sirven para tener sueños y luchar por ellos.
Hicimos unos kilómetros más y paramos en la estación del ACA de Los Altares. Más o menos mitad de camino a Esquel y parada obligada para cargar combustible y pegar un descanso, y no dejar de aprovechar de comer unos sándwiches de jamón crudo con manteca que tienen marca registrada de ese lugar.
En ese momento solo había un lugar donde poder comer algo sentado y que alguien te atendiera. Ese pequeño boliche se llamaba “Los Vascos” y no veo que siga existiendo o se ha reconvertido en una parrilla. En ese momento solo se podía comer un churrasco y con dos tipos de acompañamiento o ensalada o papas hervidas.
Nos atiende un hombre, paisano él, con sus ropas de trabajo y sombrero. No pudiendo con mi genio, le pregunto:
- ¿Conoce El Sombrero?
- Si
- Por ahí andaba el padre de Perón, ¿no?
- Sí, pero más andaba la madre. La venía a ver a la machi de Cerro Negro, acá no más a una legüita.
- ¿Y a que venía doña Juana?
- La machi curaba enfermedades. Venia mucha gente. Ella miraba la orina y con eso preparaba los yuyos para la cura. Venia gente de todos lados. De Esquel, El Bolsón y hasta un avioncito desde Comodoro.
- Claro como la madre era de ascendencia tehuelche debería venir por alguna cura.
- Vino por la enfermedad de Evita y trajo las aguas de ella para que la curara.
En ese momento casi me caigo de la silla y le pregunto:
- ¿Y qué paso?
- Dijo que ella ya no podía hacer nada por la Eva. Que ya era cuestión de los médicos.
- ¿Y dónde queda Cerro Negro?
- Acá cerquita, siguiendo el camino a la cordillera.
No salía de mi asombro, era una cuestión que nunca había escuchado y que Eloy Martínez no hacía ninguna mención ni en “La novela de Perón” ni en “Santa Evita”.
Regrese de la cordillera con esa incógnita que este paisano me había clavado. Las aguas de Evita, la machi, la madre de Perón, un avión, esas curas con yuyos, era todo un poco mucho para ser posible. Cuánto de verdad podía haber en ese relato. Tenía un desafío de saber si realmente esto había sucedido.
La machi se llamaba María Epul de Cañuqueo, de origen mapuche, y casada con un tehuelche. Cerro Negro es un paraje inhóspito alejado de todas las rutas que después de mucho buscar. Sólo hace un par de años pude localizar en la zona de Pampa de Agnia hacia el sur. Ahí hay una estación de servicio abandonada donde vive una familia y en una oportunidad paré en
ese lugar. Hablando con el dueño me explicó dónde quedaba el Cerro Negro, pues desde ese lugar muy a la distancia se lo puede ubicar. Su comentario fue que aún hay gente que viaja a ese lugar como un acto de peregrinación.
De regreso en Madryn, empecé a buscar en la web. Era principio de los 2000 y todavía época que la información que se podía obtener era mucho menor a la actualidad y, por lo tanto, no encontré nada. Sí pude obtener el e-mail de Eloy Martínez, que residía en EE.UU. Desde julio de 1995 fue profesor distinguido de la Rutgers University de Nueva Jersey y director del Programa de Estudios Latinoamericanos de esa universidad. Le escribí comentando esta novedad y pensando que le podía interesar pero nunca recibí repuesta.
Un día tuve una inspiración y fue ponerme a buscar en la guía telefónica si encontraba alguien con el apellido Epul o Cañuqueo. En esos años la guía era un mamotreto que la telefónica enviaba a cada casa y aquí en el sur la guía de la zona abarcaba las provincias de Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego.
Encuentro un número telefónico en Trelew a nombre de Cañuqueo. Llamo y me atiende una adolescente. Le cuento brevemente que soyapasionado de cuestiones históricas y si eran parientes de la machi. Me dice "sí, mi abuela es hija de la machi y justo está aquí de paso para Pico Truncado". Le pido si puede ponerla al teléfono y me conecta con su abuela. Me cuenta que era hija de María Epul de Cañuqueo y que está de paso por Trelew. Le cuento que me había enterado de que su madre había tenido en sus
manos las aguas de Evita para tratar de curarla y si era cierto. Me confirma que en su momento la madre de Perón le llevó las aguas para ver que podía hacer. Tal cual me lo había contado el paisano.
Había terminado de armar la historia de ese hecho que en un principio pensé era parte de la ficción de ese paisano de Los Altares, que sirviéndome un churrasco hizo ese extraño comentario. No es raro que recorriendo estos solitarios caminos uno se encuentre con estas historias y muchos extraños personajes. Solo es cuestión de hurgar un poquito y salen historias increíbles. No es la primera vez que me pasa, Quizás mi natural curiosidad ayuda a encontrar estas historias.
Pasaron varios años y un día me entero de la presentación de un libro sobre la machi y que lo auspiciaba Rodolfo Casamiquela, un paleontólogo y arqueólogo local muy conocido. La cuestión es que la autora, de origen mapuche y vecina de Rawson, explicaba que la machi se le aparecía en sueños y le pedía que continuara su obra. Así pudo lograr que el gobierno provincial contribuyera para que pudiera viajar hasta Cerro Negro y recuperar parte de la historia de María Epul de Cañuqueo.
El libro cuenta que la machi era muy considerada dentro de la nación tehuelche-mapuche. Organizadora de los camarucos, fiestas ancestrales y una muy reputada curandera dentro de la población originaria y también de los huincas blancos que apenas hace unos años somos parte de estas tierras.
Ella curaba con yuyos y tenía una percepción especial de quienes iban llegando hasta su rancho y saber antes de llegar qué males les aquejaban. Sólo hablaba lengua y mediante su hijo Alfredo se conectaba con los que llegaban, haciendo de traductor y hablando en castellano.
Una vez le habían llevado orina de una yegua e inmediatamente se dio cuenta y manifestó su disgusto, pues ella era un referente excepcional con su gente.
También fue encarcelada por práctica ilegal de la medicina en la Gendarmería de Esquel. Y fue el mismo Perón el que logró su libertad después de que su madre, doña Juana, lo notificara de lo sucedido
Falleció en la década del 60 y hoy en Cerro Negro sólo quedan unas tumbas y no mucho más de un par de ranchos.