Papá por elección: “Cuando uno adopta un hijo, en realidad es él quien decide que seas su padre”

Diario Jornada y Jornada Play saludan hoy a todos los padres en su día. Lo hacemos compartiendo una historia de vida. La de José y Mónica que adoptaron dos niños, hoy adolescentes. “En la primera salida que hicimos juntos me dijeron papá. Ahí me corrió un frío por la espalda”.

16 JUN 2018 - 20:32 | Actualizado

Ser papá es tener un corazón grande. Que ama por sobre todo, sin importar nada. Importa el lazo invisible para siempre. Uno no deja de ser padre hasta irse del mundo”. Hoy es el Día del Padre y así definió este rol en la vida de un hombre José Barrionuevo. Junto a su esposa Mónica adoptó a dos niños. Hoy adolescentes. Y acá aclaró: “Cuando uno adopta no es que adoptás un hijo, él te adopta a vos como padre”. En su nombre, extensivo el saludo y reconocimiento a todos los padres que como él bregan cada día por esa incansable y maravillosa tarea.

La historia de José y Mónica con sus hijos comenzó hace 10 años. Concretaron el sueño de adoptar a Miguel y Javier cuando ellos tenían 5 y 7 años. Hoy son adolescentes y estudian en Balcarce, una institución privada de gran prestigio educativo. Mantienen el contacto permanente y se ven mes por medio.

José Barrionuevo y su mujer son docentes. Él es profesor de música. Juntos relataron su historia para Jornada Play y diario Jornada. “Decidimos anotarnos para poder ser pretensos adoptantes y formar nuestra familia. No podíamos de otra manera. Nunca dudamos en tener la opción de adoptar. Estábamos muy ansiosos. Un día nos llamaron y conocimos un grupo de chicos. No sabíamos cuáles iban a ser nuestros hijos. Tuvimos salidas solos para mejorar el vínculo”, relató José.

Quiso ser claro en un concepto. “Uno cuando adopta, no es que uno adopta, sino que ellos te adoptan. Si ellos no te aceptan, el vínculo no se da. Es lo que sentimos cuando nos conocimos”, describió.

Estuvieron 9 meses en lista de espera. El tiempo no fue más extenso porque tuvieron algo a favor: no buscaban bebés y aceptaban más de un niño, o sea, hermanitos. “No todos están dispuestos a adoptar más de un chico y quieren bebés. Tenían 5 años y 7 años cuando nos conocimos. Tenían una hermana más y en el Hogar de Adolescentes otros. Son 6. Hoy tienen contacto entre sí. Tienen un grupo de whatsapp, se hablan, se llaman. Vino en un cumpleaños una hermana que es mamá”.

La piel no se construye. La piel “es”. Este caso no fue la excepción. La conexión entre los 4 fue instantánea. Increíble pero así fue. “Cuando llegamos donde estaban ellos, por mi actividad, llevé mi guitarra y un títere. Cuando cantaba, observaba quiénes podrían ser nuestros hijos. La verdad que ellos presintieron que seríamos sus papás. Cuando empezó el vínculo, uno de los chicos mientras organizaba un partido de fútbol nos preguntó de qué cuadro éramos. Con una rama escribió nuestros nombres en el piso, sentí que era él. Al más grande lo reconoció mi mujer porque había tenido de alumno a su hermano mayor. Los chicos te lo demuestran. Cuando nos fuimos, decían: ellos son nuestros padres”.

Recordó José, mirando a Mónica, la primera salida. “Cuando salimos por primera vez fue a Puerto Madryn. Pasamos ese día hermoso. Yo venía manejando y el más chico se quiso parar. Siento que me toca y me dice: Papá. Me corrió frío por la espalda. En el hogar nos dijeron que no generemos expectativas pero ellos nos llamaban papás”, aseguró con emoción.

Los nenes, en ese momento, les preguntaron si ya teníamos hijos. “Les dijimos que no. Y ellos contestaron: podemos ser nosotros sus hijos”. Y agregó: “Estábamos muy seguros en la tramitación. Siempre con otras familias los trataban a los posibles padres, con sus nombres. A nosotros nos llamaban papás enseguida. Eso fue muy fuerte”.

La vida cambió un 100%. Debieron agrandar su casa. Agregar una habitación porque era una exigencia del área Adopciones. “Empezamos a hacer una pieza en forma maratónica. Cuando de a poco empezaron a quedarse, subían la escalera para ver cómo iba la obra. Les preguntaban a los albañiles. Ellos tenían ansiedad. Decían: se termina la habitación y nos venimos”.

La adopción de Miguel y Javier no fue la primera en la historia familiar. “Dentro de nuestra familia tenemos otros casos de adopción. Mi mamá adoptó a un niño cuando tenía 16 años. Siempre tuvimos esa enseñanza. Mi señora también. Entonces, para nosotros fue natural. No tuvimos dificultad para ensamblarnos”.

Respecto a la realidad que atraviesan en la actualidad, José indicó que están estudiando en Balcarce. “Los chicos están estudiando en Balcarce. Están en un instituto adventista. Lo elegimos. Creemos en enseñanza integral. Los extrañamos pero queremos que tengan buen nivel de enseñanza. Recibe alumnos de Brasil, Estados Unidos, España y la Patagonia. Nos costó, al principio costó”, dijo.

Ese regreso cuando dejaron por primera vez a Miguel en Balcarce fue difícil. “Hubo al regreso lágrimas y silencio. Varios kilómetros sin hablar. Sin decir palabra. Uno parece que lo abandona. Como papá se siente esa lejanía pero apostamos por una buena educación”.

Hoy Miguel está en 3° año y Javier en 2° año. “El proceso para dejarlos allá fue gradual. Primero uno y luego el otro. Ahora transitamos esto de vivir con anticipación el nido vacío. Ya lo sufrimos ahora. Pero vemos cambios, crecimiento, maduración. En aspectos que son pequeños. Ellos van y vienen en avión. Le perdieron el miedo a volar. Cuando lleguen a la universidad tendrán más herramientas”, apuntó. Junto a su mujer, José aseguró que “vienen a Trelew cada mes por medio. La comunicación es permanente con la escuela. Nuestras sobrinas están también ahí y nos mandan todo. Sabemos hasta cómo se visten todos los días, nos mandan fotos. Hay calendario para ver cómo se comunican y quién se comunica más. Es una educación cristiana y ellos están contentos. Si no quisieran no los hubiésemos mandado”, aseguraron.

Reveló José que “como papá me completan. Son mis ganas de vivir, de luchar, de trabajar. Estoy contento que estén bien. Me hace feliz. Los extraño pero estoy orgulloso en cada logro que tienen. Todos los chicos merecen una oportunidad, no todos la tienen. Llegan a una edad más grande y la gente les corta la oportunidad de desarrollo. Todos esperan esa oportunidad”, reveló.

¿Qué es ser papá para José? “Ser papá es tener un corazón grande. Que ama por sobre todo, sin importar nada. Uno siempre lo va a amar a su hijo. Importa el lazo invisible para siempre. Uno no deja de ser padre hasta irse del mundo”.

Su mujer también lo definió a José como padre. “Es genial. Tiene mucha paciencia. Lo admiran. Un día hicimos un juego en un viaje largo. Uno tenía que decir qué es lo que le gustaba del otro. A ellos les gusta que José hace muchas cosas por la familia. Siempre genera actividad para la familia. Orgullosa de él y de la relación con los nenes”.#

16 JUN 2018 - 20:32

Ser papá es tener un corazón grande. Que ama por sobre todo, sin importar nada. Importa el lazo invisible para siempre. Uno no deja de ser padre hasta irse del mundo”. Hoy es el Día del Padre y así definió este rol en la vida de un hombre José Barrionuevo. Junto a su esposa Mónica adoptó a dos niños. Hoy adolescentes. Y acá aclaró: “Cuando uno adopta no es que adoptás un hijo, él te adopta a vos como padre”. En su nombre, extensivo el saludo y reconocimiento a todos los padres que como él bregan cada día por esa incansable y maravillosa tarea.

La historia de José y Mónica con sus hijos comenzó hace 10 años. Concretaron el sueño de adoptar a Miguel y Javier cuando ellos tenían 5 y 7 años. Hoy son adolescentes y estudian en Balcarce, una institución privada de gran prestigio educativo. Mantienen el contacto permanente y se ven mes por medio.

José Barrionuevo y su mujer son docentes. Él es profesor de música. Juntos relataron su historia para Jornada Play y diario Jornada. “Decidimos anotarnos para poder ser pretensos adoptantes y formar nuestra familia. No podíamos de otra manera. Nunca dudamos en tener la opción de adoptar. Estábamos muy ansiosos. Un día nos llamaron y conocimos un grupo de chicos. No sabíamos cuáles iban a ser nuestros hijos. Tuvimos salidas solos para mejorar el vínculo”, relató José.

Quiso ser claro en un concepto. “Uno cuando adopta, no es que uno adopta, sino que ellos te adoptan. Si ellos no te aceptan, el vínculo no se da. Es lo que sentimos cuando nos conocimos”, describió.

Estuvieron 9 meses en lista de espera. El tiempo no fue más extenso porque tuvieron algo a favor: no buscaban bebés y aceptaban más de un niño, o sea, hermanitos. “No todos están dispuestos a adoptar más de un chico y quieren bebés. Tenían 5 años y 7 años cuando nos conocimos. Tenían una hermana más y en el Hogar de Adolescentes otros. Son 6. Hoy tienen contacto entre sí. Tienen un grupo de whatsapp, se hablan, se llaman. Vino en un cumpleaños una hermana que es mamá”.

La piel no se construye. La piel “es”. Este caso no fue la excepción. La conexión entre los 4 fue instantánea. Increíble pero así fue. “Cuando llegamos donde estaban ellos, por mi actividad, llevé mi guitarra y un títere. Cuando cantaba, observaba quiénes podrían ser nuestros hijos. La verdad que ellos presintieron que seríamos sus papás. Cuando empezó el vínculo, uno de los chicos mientras organizaba un partido de fútbol nos preguntó de qué cuadro éramos. Con una rama escribió nuestros nombres en el piso, sentí que era él. Al más grande lo reconoció mi mujer porque había tenido de alumno a su hermano mayor. Los chicos te lo demuestran. Cuando nos fuimos, decían: ellos son nuestros padres”.

Recordó José, mirando a Mónica, la primera salida. “Cuando salimos por primera vez fue a Puerto Madryn. Pasamos ese día hermoso. Yo venía manejando y el más chico se quiso parar. Siento que me toca y me dice: Papá. Me corrió frío por la espalda. En el hogar nos dijeron que no generemos expectativas pero ellos nos llamaban papás”, aseguró con emoción.

Los nenes, en ese momento, les preguntaron si ya teníamos hijos. “Les dijimos que no. Y ellos contestaron: podemos ser nosotros sus hijos”. Y agregó: “Estábamos muy seguros en la tramitación. Siempre con otras familias los trataban a los posibles padres, con sus nombres. A nosotros nos llamaban papás enseguida. Eso fue muy fuerte”.

La vida cambió un 100%. Debieron agrandar su casa. Agregar una habitación porque era una exigencia del área Adopciones. “Empezamos a hacer una pieza en forma maratónica. Cuando de a poco empezaron a quedarse, subían la escalera para ver cómo iba la obra. Les preguntaban a los albañiles. Ellos tenían ansiedad. Decían: se termina la habitación y nos venimos”.

La adopción de Miguel y Javier no fue la primera en la historia familiar. “Dentro de nuestra familia tenemos otros casos de adopción. Mi mamá adoptó a un niño cuando tenía 16 años. Siempre tuvimos esa enseñanza. Mi señora también. Entonces, para nosotros fue natural. No tuvimos dificultad para ensamblarnos”.

Respecto a la realidad que atraviesan en la actualidad, José indicó que están estudiando en Balcarce. “Los chicos están estudiando en Balcarce. Están en un instituto adventista. Lo elegimos. Creemos en enseñanza integral. Los extrañamos pero queremos que tengan buen nivel de enseñanza. Recibe alumnos de Brasil, Estados Unidos, España y la Patagonia. Nos costó, al principio costó”, dijo.

Ese regreso cuando dejaron por primera vez a Miguel en Balcarce fue difícil. “Hubo al regreso lágrimas y silencio. Varios kilómetros sin hablar. Sin decir palabra. Uno parece que lo abandona. Como papá se siente esa lejanía pero apostamos por una buena educación”.

Hoy Miguel está en 3° año y Javier en 2° año. “El proceso para dejarlos allá fue gradual. Primero uno y luego el otro. Ahora transitamos esto de vivir con anticipación el nido vacío. Ya lo sufrimos ahora. Pero vemos cambios, crecimiento, maduración. En aspectos que son pequeños. Ellos van y vienen en avión. Le perdieron el miedo a volar. Cuando lleguen a la universidad tendrán más herramientas”, apuntó. Junto a su mujer, José aseguró que “vienen a Trelew cada mes por medio. La comunicación es permanente con la escuela. Nuestras sobrinas están también ahí y nos mandan todo. Sabemos hasta cómo se visten todos los días, nos mandan fotos. Hay calendario para ver cómo se comunican y quién se comunica más. Es una educación cristiana y ellos están contentos. Si no quisieran no los hubiésemos mandado”, aseguraron.

Reveló José que “como papá me completan. Son mis ganas de vivir, de luchar, de trabajar. Estoy contento que estén bien. Me hace feliz. Los extraño pero estoy orgulloso en cada logro que tienen. Todos los chicos merecen una oportunidad, no todos la tienen. Llegan a una edad más grande y la gente les corta la oportunidad de desarrollo. Todos esperan esa oportunidad”, reveló.

¿Qué es ser papá para José? “Ser papá es tener un corazón grande. Que ama por sobre todo, sin importar nada. Uno siempre lo va a amar a su hijo. Importa el lazo invisible para siempre. Uno no deja de ser padre hasta irse del mundo”.

Su mujer también lo definió a José como padre. “Es genial. Tiene mucha paciencia. Lo admiran. Un día hicimos un juego en un viaje largo. Uno tenía que decir qué es lo que le gustaba del otro. A ellos les gusta que José hace muchas cosas por la familia. Siempre genera actividad para la familia. Orgullosa de él y de la relación con los nenes”.#


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