Por: Juan Miguel Bigrevich
Edición: Marcelo Maidana
Podcast: Luciano De Maio
En Kiev, la capital de Ucrania, hay una estatua de unos jugadores del Dinamo, el club más importante de la ciudad. Lo llaman los mártires. Es que, sí, se jugaron la vida en un partido de fútbol. Tan banal que parece cuando algún chauvinista relator lo dice y tan real cuando sucede de veras.
Hace 82 años, en Kiev, una historia de los años de la guerra se convirtió en leyenda. Por ese entonces, en agosto de 1942, en una Ucrania ocupada por los nazis en su avanzada a Moscú- en el pomposamente llamado operativo Barbarroja que terminó en un rotundo fracaso-, se les ocurrió organizar un partido de fútbol. La selección nacional de sus fuerzas armadas contra el local Dínamo, formado por obreros de la fábrica de paño.
El superhombre de la raza aria contra el muerto de hambre; que apenas sobrevivía.
Arrancaron ganando los alemanes y los ucranianos se lo dieron vuelta antes del final del primer tiempo y con las tribunas estallando de alegría.
Intolerable para las tropas de ocupación. 3 a 1 abajo. Y llegó la advertencia: “Nuestro equipo nunca fue vencido en territorios ocupados. Y la amenaza: “Si ganan, los fusilamos”.
La segunda mitad fue peor. Para los germanos. Finalmente se comieron cinco y el estadio deliró. Súbitamente, antes de hora, el juez dio por terminado el partido, cuando un jugador soviético se dio el lujo de gambetear hasta el arquero y tirar la pelota a la tribuna. Con verguenza y ante la felicidad de la gente en las gradas que no paraba de gritar.
Los fusilaron con los equipos puestos, en lo alto de un barranco. Antes lo torturaron bastante. Le preguntaron si querían decir algo. A los jugadores. Ya condenados a la hoguera. Los miraron, se besaron la D en escritura gótica de su escudo puesto al lado de su corazón y los mandaron a la mierda. No lo entendieron. No importó. Ellos, no habían pactado con la muerte. Lo habían hecho con la dignidad.
Por: Juan Miguel Bigrevich
Edición: Marcelo Maidana
Podcast: Luciano De Maio
En Kiev, la capital de Ucrania, hay una estatua de unos jugadores del Dinamo, el club más importante de la ciudad. Lo llaman los mártires. Es que, sí, se jugaron la vida en un partido de fútbol. Tan banal que parece cuando algún chauvinista relator lo dice y tan real cuando sucede de veras.
Hace 82 años, en Kiev, una historia de los años de la guerra se convirtió en leyenda. Por ese entonces, en agosto de 1942, en una Ucrania ocupada por los nazis en su avanzada a Moscú- en el pomposamente llamado operativo Barbarroja que terminó en un rotundo fracaso-, se les ocurrió organizar un partido de fútbol. La selección nacional de sus fuerzas armadas contra el local Dínamo, formado por obreros de la fábrica de paño.
El superhombre de la raza aria contra el muerto de hambre; que apenas sobrevivía.
Arrancaron ganando los alemanes y los ucranianos se lo dieron vuelta antes del final del primer tiempo y con las tribunas estallando de alegría.
Intolerable para las tropas de ocupación. 3 a 1 abajo. Y llegó la advertencia: “Nuestro equipo nunca fue vencido en territorios ocupados. Y la amenaza: “Si ganan, los fusilamos”.
La segunda mitad fue peor. Para los germanos. Finalmente se comieron cinco y el estadio deliró. Súbitamente, antes de hora, el juez dio por terminado el partido, cuando un jugador soviético se dio el lujo de gambetear hasta el arquero y tirar la pelota a la tribuna. Con verguenza y ante la felicidad de la gente en las gradas que no paraba de gritar.
Los fusilaron con los equipos puestos, en lo alto de un barranco. Antes lo torturaron bastante. Le preguntaron si querían decir algo. A los jugadores. Ya condenados a la hoguera. Los miraron, se besaron la D en escritura gótica de su escudo puesto al lado de su corazón y los mandaron a la mierda. No lo entendieron. No importó. Ellos, no habían pactado con la muerte. Lo habían hecho con la dignidad.