Hace apenas unas semanas, una campaña científica argentina se metió en miles de hogares. Durante 21 días, las imágenes transmitidas en vivo desde el cañón submarino de Mar del Plata sumaron 17,5 millones de visualizaciones en YouTube y Twitch.
Allí, a casi 4.000 metros de profundidad, se descubrieron 40 nuevas especies y una biodiversidad inesperada de corales, estrellas de mar y peces de aguas frías. Fue un hito: por primera vez la ciencia argentina mostró, en tiempo real, el corazón del océano profundo.
Lo que esconden los cañones
La misión estará liderada por cuatro investigadoras principales: las Doctoras Silvia Romero, Laura Ruiz-Etcheverry y Graziella Bozzano, junto con la licenciada Ornella Silvestri. Sus disciplinas son principalmente la geología y la oceanografía, método que estudia las corrientes marinas. Cada mirada se une para descifrar un rompecabezas todavía sin resolver.
“Cada una venía observando que en estas zonas pasaban cosas raras”, cuenta Ornella Silvestri, investigadora del SHN y becaria doctoral de CONICET. “Nos juntamos, presentamos el proyecto y ahora vamos a investigarlo en profundidad”.
“Cuando esas aguas entran en contacto con un ambiente más calmo, los organismos aprovechan al máximo los nutrientes. Eso impacta en toda la trama de especies”, explica Silvestri.
Un fondo que empuja
La geología también juega su papel. Los cañones submarinos, tallados a lo largo del talud continental, funcionan como corredores que guían corrientes hacia la plataforma. Esa forma del fondo marino podría ser clave para explicar por qué los nutrientes se redistribuyen y potencian la vida en lugares inesperados.
“Nuestra hipótesis es que queremos ver cómo interactúan esas corrientes con la forma del fondo. Es una dinámica que hasta ahora nunca fue estudiada en detalle”, apunta Silvestri.
Tecnología para mirar lo invisible
La campaña desplegará un arsenal de instrumentos: boyas, sensores y el ROV SuBastian, un robot capaz de descender miles de metros y transmitir imágenes en ultra alta definición. A diferencia de la expedición anterior, aquí no se colectarán organismos bentónicos: el objetivo es observar, registrar y analizar hábitats.
El foco estará en los primeros 1000 metros de la columna de agua, donde ocurre el pulso del fitoplancton y zooplancton: el inicio de la cadena trófica.
Ciencia compartida
Más allá de los resultados, las científicas saben que el impacto de estas campañas trasciende la academia. El streaming de la expedición pasada lo dejó claro: familias, docentes y estudiantes siguieron cada inmersión como si fuera una serie en vivo.
El desafío, esta vez, es redoblar ese lazo con la sociedad: mostrar que el fondo marino no es un desierto, sino un espacio variado y lleno de vida. Y, sobre todo, inspirar a nuevas generaciones a asomarse al océano con curiosidad y respeto.
Hace apenas unas semanas, una campaña científica argentina se metió en miles de hogares. Durante 21 días, las imágenes transmitidas en vivo desde el cañón submarino de Mar del Plata sumaron 17,5 millones de visualizaciones en YouTube y Twitch.
Allí, a casi 4.000 metros de profundidad, se descubrieron 40 nuevas especies y una biodiversidad inesperada de corales, estrellas de mar y peces de aguas frías. Fue un hito: por primera vez la ciencia argentina mostró, en tiempo real, el corazón del océano profundo.
Lo que esconden los cañones
La misión estará liderada por cuatro investigadoras principales: las Doctoras Silvia Romero, Laura Ruiz-Etcheverry y Graziella Bozzano, junto con la licenciada Ornella Silvestri. Sus disciplinas son principalmente la geología y la oceanografía, método que estudia las corrientes marinas. Cada mirada se une para descifrar un rompecabezas todavía sin resolver.
“Cada una venía observando que en estas zonas pasaban cosas raras”, cuenta Ornella Silvestri, investigadora del SHN y becaria doctoral de CONICET. “Nos juntamos, presentamos el proyecto y ahora vamos a investigarlo en profundidad”.
“Cuando esas aguas entran en contacto con un ambiente más calmo, los organismos aprovechan al máximo los nutrientes. Eso impacta en toda la trama de especies”, explica Silvestri.
Un fondo que empuja
La geología también juega su papel. Los cañones submarinos, tallados a lo largo del talud continental, funcionan como corredores que guían corrientes hacia la plataforma. Esa forma del fondo marino podría ser clave para explicar por qué los nutrientes se redistribuyen y potencian la vida en lugares inesperados.
“Nuestra hipótesis es que queremos ver cómo interactúan esas corrientes con la forma del fondo. Es una dinámica que hasta ahora nunca fue estudiada en detalle”, apunta Silvestri.
Tecnología para mirar lo invisible
La campaña desplegará un arsenal de instrumentos: boyas, sensores y el ROV SuBastian, un robot capaz de descender miles de metros y transmitir imágenes en ultra alta definición. A diferencia de la expedición anterior, aquí no se colectarán organismos bentónicos: el objetivo es observar, registrar y analizar hábitats.
El foco estará en los primeros 1000 metros de la columna de agua, donde ocurre el pulso del fitoplancton y zooplancton: el inicio de la cadena trófica.
Ciencia compartida
Más allá de los resultados, las científicas saben que el impacto de estas campañas trasciende la academia. El streaming de la expedición pasada lo dejó claro: familias, docentes y estudiantes siguieron cada inmersión como si fuera una serie en vivo.
El desafío, esta vez, es redoblar ese lazo con la sociedad: mostrar que el fondo marino no es un desierto, sino un espacio variado y lleno de vida. Y, sobre todo, inspirar a nuevas generaciones a asomarse al océano con curiosidad y respeto.