El lunfardo nació en los márgenes, en los patios de conventillo y en las cárceles, como un código secreto entre inmigrantes, compadritos y trabajadores del puerto. Hoy, lejos de quedar reducido a un pasado de arrabal, sigue vivo en la música, en el tango, en la literatura y hasta en las conversaciones cotidianas.
“No es un idioma, tampoco un dialecto: es una manera de decir”, explican los especialistas del Academia Porteña del Lunfardo, creada en 1962 para estudiar y preservar este patrimonio cultural.
Palabras como laburo, mina, fiaca, morfi o bondi cruzaron décadas y generaciones, hasta integrarse al vocabulario diario de millones de argentinos. “El lunfardo es parte de nuestra forma de ser, un sello de identidad que nos distingue y nos hermana”, señaló en una entrevista radial el investigador José Gobello, uno de sus más grandes estudiosos.
Actualmente, los diccionarios especializados registran más de 6.000 vocablos lunfardos, a los que cada año se incorporan nuevas expresiones nacidas en la calle, en las redes sociales y en la música popular. Muchos de esos términos, en su origen considerados marginales, pasaron a formar parte de la lengua cotidiana e incluso fueron aceptados por la Real Academia Española.
Como dice un viejo dicho lunfardo: “El que no chamuyá, no existe”. Y el lunfardo, lejos de apagarse, sigue chamuyando en cada esquina, como testigo de la historia y del alma argentina.
El lunfardo nació en los márgenes, en los patios de conventillo y en las cárceles, como un código secreto entre inmigrantes, compadritos y trabajadores del puerto. Hoy, lejos de quedar reducido a un pasado de arrabal, sigue vivo en la música, en el tango, en la literatura y hasta en las conversaciones cotidianas.
“No es un idioma, tampoco un dialecto: es una manera de decir”, explican los especialistas del Academia Porteña del Lunfardo, creada en 1962 para estudiar y preservar este patrimonio cultural.
Palabras como laburo, mina, fiaca, morfi o bondi cruzaron décadas y generaciones, hasta integrarse al vocabulario diario de millones de argentinos. “El lunfardo es parte de nuestra forma de ser, un sello de identidad que nos distingue y nos hermana”, señaló en una entrevista radial el investigador José Gobello, uno de sus más grandes estudiosos.
Actualmente, los diccionarios especializados registran más de 6.000 vocablos lunfardos, a los que cada año se incorporan nuevas expresiones nacidas en la calle, en las redes sociales y en la música popular. Muchos de esos términos, en su origen considerados marginales, pasaron a formar parte de la lengua cotidiana e incluso fueron aceptados por la Real Academia Española.
Como dice un viejo dicho lunfardo: “El que no chamuyá, no existe”. Y el lunfardo, lejos de apagarse, sigue chamuyando en cada esquina, como testigo de la historia y del alma argentina.