Editorial / Prendidos fuego

Como Nerón y su secuaz Tigelino, Javier Milei y Luis “Toto” Caputo han empezado a “incendiar Roma”. No sólo no pisan el freno, aceleran a fondo hacia el paredón.

Milei y Caputo, quemando todo a su paso. (Imagen IA)
20 SEP 2025 - 12:31 | Actualizado 20 SEP 2025 - 21:30

“Obsesionado por las conspiraciones contra su poder, reales o imaginarias, persiguió de forma implacable a sus adversarios. Acusados de traición, muchos de ellos fueron obligados a suicidarse”. La breve y contundente descripción de lo que representó Nerón en la historia del Imperio Romano, que culminó con Roma incendiada, parece una metáfora casi perfecta para describir el presente argentino.

Es verdad, también, que mucho se ha leído sobre Nerón pero poco se sabe de Ofonio Tigelino, uno de sus principales consejeros y jefe de la guardia romana, que los libros de historia lo describen tan cruel e insensible como su emperador.

Como Nerón y Tigelino, Javier Milei y Luis “Toto” Caputo han empezado a “incendiar Roma”. Acuciados por una crisis política que no pueden manejar y, peor aun, agravada todos los días con internas insensatas, el Presidente y su ministro estrella parecen dispuestos a prender fuego lo poco que han conseguido en estos veintiún meses de gestión. No sólo no pisan el freno, aceleran a fondo hacia el paredón.

Nerón y su secuaz Tigelino.

“Vamos a vender hasta el último dólar en el techo de la banda. Hay suficientes dólares para todos”, dijo Caputo en una de sus habituales incursiones en el streaming libertario Carajo, en donde nadie le repregunta nada y, por si fuera poco, festejan sus ocurrencias y aplauden como focas.

“Toto” canchereó con el precio del dólar el mismo día que el Banco Central tuvo que incinerar U$S 379 millones de sus reservas para contener el tipo de cambio. Al día siguiente, dilapidaron otros U$S 678 millones -sí, 678, una paradoja poética- y acumularon más de U$S 1.100 millones tirados a las llamas en apenas tres días. Un desquicio total.

A este ritmo, Milei todavía fantasea con recibir algún salvavidas extra del FMI o de Donald Trump que ayude a evitar que el incendio arrase con el país y que la aventura libertaria termine antes de tiempo. Pero a “Toto” no parece quedarle otra que huir a alguna playa brasileña, como hizo en 2018 cuando era presidente del Banco Central en el gobierno de Mauricio Macri.

El próximo jueves 25 de septiembre se cumplirán siete años de la última vez que Caputo fue eyectado de un gobierno tras una corrida del dólar, pérdida de reservas, caída de los bonos y explosión del riesgo país. Caramba, qué coincidencia.

Los gritos de Milei en un acto de campaña en Córdoba, el viernes pasado, asegurando que “todo marcha de acuerdo al plan”, o las bravuconadas mediáticas de Caputo, lo único que generan es más nerviosismo en los mercados. El Presidente y su ministro de Economía saben que están en una situación complicada, que las llamas ya le queman las suelas de los zapatos y que, obviamente, tienen que intentar mostrar que todo está bajo control.

Por ahora, nadie los toma en serio.

En caída libre

La crisis cambiaria que pone a los libertarios entre la espada y la pared podría ser nada menos que el último clavo de su propio cajón. Pero no alcanza a tapar lo peor de su gobierno, que es todo el daño que ya han hecho y que será muy difícil de revertir.

Esta semana se conoció un análisis de la dinámica laboral y empresarial con datos a junio de 2025, cuando todavía no había estallado el escándalo de las coimas y el Gobierno no necesitaba quemar dólares para contener la ansiedad de los especuladores.

Según el trabajo del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), entre noviembre de 2023 -tras el balotaje que llevó a Milei a la Casa Rosada- y junio de 2025, hubo una disminución en la cantidad de empleadores con trabajadores registrados: de 512.357 a 496.035. Esto implica una contracción de 16.322 empresas, reflejando una tendencia negativa en el tejido empresarial durante el período.


Por otro lado, en el mismo período, la cantidad de trabajadores y trabajadoras registrados en unidades productivas se redujo un 2,4%, lo que representa una pérdida de 236.139 puestos de trabajo: de 9.857.173 en noviembre de 2023 a 9.621.034 en junio de 2025.

El sector más afectado en términos de pérdida de puestos de trabajo fue el de Administración pública, defensa y seguridad social obligatoria, con una reducción de 89.794 trabajadores entre noviembre de 2023 y junio de 2025.

Le siguió el sector de Construcción, que perdió 81.463 puestos en el mismo período. También registraron caídas significativas los sectores de Servicios de transporte y almacenamiento, con 53.101 empleos menos; e Industria manufacturera, con una pérdida de 43.063 puestos de trabajo.


Más allá de la cotización del dólar, de la caída de los bonos y del riesgo país, hay una sociedad plagada de trabajadores que sigue pagando todos los días el costo de la locura libertaria.

“Hoy, la diferencia entre los pobres y la clase media son ocho días: uno llega al 12 y el otro al 20”, graficó Rodrigo Zarazaga, un sacerdote jesuita y politólogo durante una entrevista radial con el periodista Diego Genoud.

Nunca es triste la verdad. Pero esta vez tiene que haber remedio.

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Milei y Caputo, quemando todo a su paso. (Imagen IA)
20 SEP 2025 - 12:31

“Obsesionado por las conspiraciones contra su poder, reales o imaginarias, persiguió de forma implacable a sus adversarios. Acusados de traición, muchos de ellos fueron obligados a suicidarse”. La breve y contundente descripción de lo que representó Nerón en la historia del Imperio Romano, que culminó con Roma incendiada, parece una metáfora casi perfecta para describir el presente argentino.

Es verdad, también, que mucho se ha leído sobre Nerón pero poco se sabe de Ofonio Tigelino, uno de sus principales consejeros y jefe de la guardia romana, que los libros de historia lo describen tan cruel e insensible como su emperador.

Como Nerón y Tigelino, Javier Milei y Luis “Toto” Caputo han empezado a “incendiar Roma”. Acuciados por una crisis política que no pueden manejar y, peor aun, agravada todos los días con internas insensatas, el Presidente y su ministro estrella parecen dispuestos a prender fuego lo poco que han conseguido en estos veintiún meses de gestión. No sólo no pisan el freno, aceleran a fondo hacia el paredón.

Nerón y su secuaz Tigelino.

“Vamos a vender hasta el último dólar en el techo de la banda. Hay suficientes dólares para todos”, dijo Caputo en una de sus habituales incursiones en el streaming libertario Carajo, en donde nadie le repregunta nada y, por si fuera poco, festejan sus ocurrencias y aplauden como focas.

“Toto” canchereó con el precio del dólar el mismo día que el Banco Central tuvo que incinerar U$S 379 millones de sus reservas para contener el tipo de cambio. Al día siguiente, dilapidaron otros U$S 678 millones -sí, 678, una paradoja poética- y acumularon más de U$S 1.100 millones tirados a las llamas en apenas tres días. Un desquicio total.

A este ritmo, Milei todavía fantasea con recibir algún salvavidas extra del FMI o de Donald Trump que ayude a evitar que el incendio arrase con el país y que la aventura libertaria termine antes de tiempo. Pero a “Toto” no parece quedarle otra que huir a alguna playa brasileña, como hizo en 2018 cuando era presidente del Banco Central en el gobierno de Mauricio Macri.

El próximo jueves 25 de septiembre se cumplirán siete años de la última vez que Caputo fue eyectado de un gobierno tras una corrida del dólar, pérdida de reservas, caída de los bonos y explosión del riesgo país. Caramba, qué coincidencia.

Los gritos de Milei en un acto de campaña en Córdoba, el viernes pasado, asegurando que “todo marcha de acuerdo al plan”, o las bravuconadas mediáticas de Caputo, lo único que generan es más nerviosismo en los mercados. El Presidente y su ministro de Economía saben que están en una situación complicada, que las llamas ya le queman las suelas de los zapatos y que, obviamente, tienen que intentar mostrar que todo está bajo control.

Por ahora, nadie los toma en serio.

En caída libre

La crisis cambiaria que pone a los libertarios entre la espada y la pared podría ser nada menos que el último clavo de su propio cajón. Pero no alcanza a tapar lo peor de su gobierno, que es todo el daño que ya han hecho y que será muy difícil de revertir.

Esta semana se conoció un análisis de la dinámica laboral y empresarial con datos a junio de 2025, cuando todavía no había estallado el escándalo de las coimas y el Gobierno no necesitaba quemar dólares para contener la ansiedad de los especuladores.

Según el trabajo del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), entre noviembre de 2023 -tras el balotaje que llevó a Milei a la Casa Rosada- y junio de 2025, hubo una disminución en la cantidad de empleadores con trabajadores registrados: de 512.357 a 496.035. Esto implica una contracción de 16.322 empresas, reflejando una tendencia negativa en el tejido empresarial durante el período.


Por otro lado, en el mismo período, la cantidad de trabajadores y trabajadoras registrados en unidades productivas se redujo un 2,4%, lo que representa una pérdida de 236.139 puestos de trabajo: de 9.857.173 en noviembre de 2023 a 9.621.034 en junio de 2025.

El sector más afectado en términos de pérdida de puestos de trabajo fue el de Administración pública, defensa y seguridad social obligatoria, con una reducción de 89.794 trabajadores entre noviembre de 2023 y junio de 2025.

Le siguió el sector de Construcción, que perdió 81.463 puestos en el mismo período. También registraron caídas significativas los sectores de Servicios de transporte y almacenamiento, con 53.101 empleos menos; e Industria manufacturera, con una pérdida de 43.063 puestos de trabajo.


Más allá de la cotización del dólar, de la caída de los bonos y del riesgo país, hay una sociedad plagada de trabajadores que sigue pagando todos los días el costo de la locura libertaria.

“Hoy, la diferencia entre los pobres y la clase media son ocho días: uno llega al 12 y el otro al 20”, graficó Rodrigo Zarazaga, un sacerdote jesuita y politólogo durante una entrevista radial con el periodista Diego Genoud.

Nunca es triste la verdad. Pero esta vez tiene que haber remedio.


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